Fatal superstición

Fatal superstición

La historia del desarrollo de la humanidad pudiera ser dividida en épocas o periodos; sin embargo, al hacerlo deberíamos tomar en cuenta el hecho de que para su real comprensión es imposible desconectar un segmento temporal del otro, tal como acontece cuando queremos estudiar la columna vertebral segmentándola en columna cervical, dorsal y lumbar, siendo todas necesarias para comprender la estructura de la medula espinal que transita por su interior.

Vivimos la era del conocimiento científico pero al mismo tiempo persisten grupos amplios de la población mundial que aún viven arraigados a creencias y valores que se oponen a la aplicación de los criterios de la ciencia para resolver los problemas que a diario se suscitan.  Un área afectada por dicho fenómeno es la medicina. La práctica médica estuvo por mucho tiempo descansando sobre los hombros del brujo, moviéndose paulatinamente a las manos artesanales de nuestros primeros cirujanos hasta convertirse hoy día en lo que son las ciencias de la salud.

En la República Dominicana cohabitan simultáneamente la superstición y sus brebajes con la medicina moderna, en ocasiones con resultados desastrosos y lamentables como el que narro a continuación: un adolescente de apenas quince años notó la presencia de una masa dolorosa en el cuello, la cual fue creciendo rápidamente, acompañándose de fiebre y malestar general.  Luego aparecieron unas manchas hemorrágicas en toda la piel del cuerpo y conjuntiva de los ojos. Su familia entendió que se trataba de un mal que alguien le había echado a su vástago, por lo que procedieron a consultar un brujo haitiano, quien hizo algunas recomendaciones que no lograron atenuar el progresivo deterioro de las condiciones de salud del jovenzuelo.

Desde Haití el paciente fue trasladado al hospital público de La Romana, en donde certeramente se sospechó la presencia de una variedad de cáncer llamada linfoma. El cuadro clínico del menor siguió agravándose de manera acelerada por lo que hubo de ser referido de urgencia al hospital de la Plaza de la Salud en Santo Domingo, falleciendo apenas unas cuantas horas después de su internamiento. El cadáver fue llevado al Instituto Nacional de Patología Forense para los fines de autopsia.

El estudio post mortem confirmó el diagnostico de linfoma, enfermedad que de forma natural había conseguido arropar mortalmente todos los órganos vitales del ahora occiso. Mirando con el retroscopio como diría un antiguo profesor de nuestra escuela de medicina, se ha ido a destiempo, víctima de viejas creencias, un joven que una moderna y eficaz quimioterapia y radioterapia pudieron rescatarlo de los brazos de la muerte. Se hizo más poderosa la tradición que la luminaria científica, anotándose un deceso, hijo de la ignorancia y del arraigo a viejas costumbres que todavía persisten en importantes núcleos populares de la sociedad dominicana. 

Es largo y tortuoso el camino por la salud que nos toca recorrer. Seamos valientes, firmes y decididos en el sagrado propósito de abrir trocha a través del territorio selvático que separa al modernismo salvador del oscurantismo de una retrógrada y fatal superstición ancestral.

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