Por UBI RIVAS
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El embajador del Estado de Israel   en nuestro país, Amos Radian, sorprendió al suscrito cuando después de conversar en mi residencia por casi dos horas el jueves 20 del presente mes, dos días después respondió a mi entrega a HOY del 19 cursante.

Entendí que con el extenso diálogo entre ambos, las apreciaciones que el diplomático israelí se extendió en puntualizar y aclarar bajo la ancha sombra de su cosmos o visión, había quedado superada, inclusive con una oferta de por primera vez que se me extiende, visitar el Estado de Israel entre fines de noviembre y mediados de diciembre. Siempre he propiciado por un entendimiento equitativo entre el Estado de Israel y la Autoridad Nacional Palestina (ANP) que posibilite los canales racionales y sensatos para que al fin ambos consigan y materialicen convivir en paz, cooperación, entendimiento mutuo.

Culminar así 2004 años de diferencias, reyertas, enfrentamientos, odios, que se inició en el año 1996 a.c., cuando el patriarca Abrahán fue autorizado por su esposa Sara, que no podía proveerle heredero, convivir con su esclava Agar.

Consecuencia de esa inmoralidad de los tres, nació de Agar su hijo Ismael, que se convertiría en el patriarca referencial de la progenie ismaelita o árabe, y luego, a los 90 años, Sara concibió una criatura que puso de nombre Isaac, también conocido como Israel, referente concomitante con Abrahán, de la estirpe israelí, hebrea o judía.

El conflicto proviene de ese hecho, y ha venido rodando por el tiempo sin aparente solución de continuidad, que tiene un referente histórico moderno de incandescencia con la participación de Palestina por las Naciones Unidas en dos estados, conforme a su resolución 181 del 29-11-1947 que los israelíes acogieron ipso facto, y que los árabes, su más craso como costoso y doloroso error, rechazaron.

Consecuencia de esa negativa, se produjeron las guerras de 1948, 1956, 1967, 1973, 1982, 1988, todas ganadas por Israel con el apoyo indiscutible de USA.