Fe cristiana y participación política

Fe cristiana y participación política

PABLO VICIOSO
A los cristianos como ciudadanos del mundo les compete todo lo concerniente en la vida pública y en la acción política. Existen diferentes modos, maneras en que el cristiano puede ejercer su accionar política, ya sea a través de una junta de vecinos, un movimiento, grupos civilista o siendo miembro de un partido político, ésta última sin lugar a dudas, la de cerrar filas en un partido político constituye un compromiso mayor que cualquiera de las otras maneras de hacer política.

No obstante, el cristiano no puede, por el hecho de estar en el mundo, eximirse de intervenir en ella.

En el conglomerado que forman los cristianos, ese organismo que es la Iglesia, están los sobreveedores que se encargan de velar por el cuidado de los fieles y los laicos. La función de los ministros sagrados es la de servir a los fieles, mediante la enseñanza auténtica de la fe, la orientación de la grey del Señor. Sin embargo, estos tienen el derecho y el deber de hablar cuando estén en juego los derechos fundamentales de las personas. Las autoridades eclesiásticas, es decir, cardenales, obispos, pastores, sacerdotes, curas y demás, no deben dedicarse a la política de los partidos, pero sí a impulsar a los fieles laicos que tienen vocación para esta actividad que no escapa al Señorío de Cristo para que intervengan en las cuestiones éticas y políticas, a todos los niveles. De esa manera tendremos partidos políticos con participantes que pensarán más en el bienestar social y menos en el propio.

La participación política de los cristianos es un deber en tanto que su Fe no puede ser reducida al ámbito puramente privado, ya que esta no es contemplativa, ni mística, es una fe que va acompañada de buenas obras, que actúa contribuyendo al bienestar de la familia y la misma debe moverse en cada esfera, estratos de la sociedad que se le requiera. Por lo tanto no se puede reducir la fe al ámbito privado ni su actividad al interior de los templos de cemento, sino que han de informar a la sociedad civil con el espíritu del Evangelio. Su actividad política debe estar impregnada por el amor y el servicio. Esta actividad política de los fieles laicos, personal o asociadamente junto con otros ciudadanos, debe distinguirse de las actividades caritativas oficiales o institucionales de la Iglesia.

Todavía hoy en el medio cristiano existe una corriente de pensamiento que rechaza la participación en la actividades de la vida civil, debido a una visión que excluye la importancia de los bienes terrenos por querer poner en primer lugar la ciudad eterna.

Asimismo, es necesario desterrar el espejismo que considera las actividades terrenas como algo totalmente alejado de la religión. Los eruditos bíblicos, nos enseñan, tomando como base los profetas del Antiguo Testamento, como es el caso que se nos relata en Isaías 58, 1-12, donde el profeta declaró la necesidad de ayudar a los pobres y oprimidos, base fundamental de todo acto de culto. A seguidas, en el Nuevo Testamento Jesús habló contra los que se contentaban con la observancia exterior de las normas de la religión, sin ayudar a los demás. Por ejemplo en Marcos 7, 10-13, Jesús condena a los que, bajo el pretexto de la religión, se niegan a sostener a sus padres.

La Iglesia contribuye también a construir la justicia despertando las fuerzas espirituales que capacitan el actuar justo que siempre exige renuncias. Y esto lo hace en el día a día de su labor de formación de los cristianos y transmitiendo a la sociedad los ideales de una vida coherente con el Evangelio.

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