Saxe logra por primera vez ver funcio- nando aspectos íntimos del cerebro
Mañana es 14 de febrero, día dedicado a la amistad y a las consecuencias de usted ser flechado por un arquerito llamado cupido.
En las redes circula una foto, considerada como una de las más bellas del año. La foto en cuestión es una imagen tomada con resonancia magnética nuclear de una madre besando en la frente a su hijo de dos meses, lograda por la neuróloga Rebecca Saxe, quien es profesora de Neurociencias Cognitivas en el prestigioso Massachusetts Institute of Technology (MIT).
Ella logra por primera vez ver funcionando los aspectos íntimos del cerebro de una madre dándole un tierno beso a su criaturita, siendo esta la máxima expresión del amor filial. Al ella tocar con sus labios la frente del bebé inmediatamente provoca una reacción a «color» de varias áreas y núcleos que se activan y se visualizan en su cerebro. Se libera dopamina, que da la sensación de bienestar, pero también oxitocina, bautizada como la hormona del amor por que es responsable del afecto y el apego.
En el cerebro del lactante, también se desencadena una reacción química donde se liberan por igual las neurohormonas mencionadas, sino también la hormona vasopresina, que es el «pegamento» que conecta madres y bebés en sus primeros meses de vida, por igual acompañada de la serotonina y la oxitocina.
Este es el amor más puro que existe, el amor filial, es aquel tierno y complejo arrullo, que da todo y no exige nada.
Muchos plantean que para alcanzar la felicidad plena se habla de sentir el amor henchido, el afecto visceral, que cuando sentimos ese intenso amor pasional con aire sacudido y queremos huir como el chajá, pero ya es tarde el viento ha sido herido, el corazón ya sangra. Hay dos estructuras cerebrales que participan protagónicamente cuando el “angelito” nos flecha y nos desboca el alma como luz herida, estas son en particular la ínsula y el núcleo estriado.
La ínsula, es la porción del cerebro que está en la “sien”, mientras que el núcleo estriado está cerca de la frente. Las emociones gratas, estimulan siempre muchas áreas cerebrales, pero las del amor son aún más.
Para poder explicarnos el correlato neurovegetativo que nos hace palpitar, levitamos y llegamos a la ensoñación (el “revoloteo” que se siente en el alma, en las vísceras, en el rostro y en la piel cuando nos enamoramos), poseídos de esa “inmensa emoción” de saberse conquistado por eso que se llama amor.
Recordemos la amplia cascada mencionada de los neurotransmisores y hormonas que participan en la complejidad del amor pasional, son las mismas del amor filial, pero además en el amor ardiente, también actúan la: luliberina, feniletilamina, testosterona, estrógenos, etc.
Cuando nos enamoramos, todo este complejo andamiaje neuronal trabaja al unísono para gratificarnos, abstraernos del mundanal ruido, ensimismarnos frente al ser amado junto al aliento de la rosa roja en un tierno y embrujante beso. Son tantos los motivos de amar, “nos regalamos” al otro tan solo por: querer, por alegría, por elección, por luminosidad, por escrutar, por entregarse, por atadura, por sujeción, por un befo, por un torso, por unas blandas briznas, por resarcir, por ventura, por complacencia, por festejo, por seducción, por fascinación, por consumirse, por vivir, pero sobre todo por amor, no más que por amor. La poesía nos hace palpar lo impalpable, solo los poetas pueden explicarnos a plenitud la complejidad del amor ardiente. De su obra «Letras mías y prestadas» cito del dilecto y fraterno amigo, el periodista Johnny García, su poema «Soy tuyo». Quiero escribir para ti, darte las gracias por desbordar mis sentidos, por trasmitir tu ternura.
Quiero escribir para ti, que eres la alegría, que eres la primavera, la sonrisa, el amor. Quiero escribir para ti versos del alma que de mi sangre emigren y que derramen mi vida entre tus manos. ¡Tómala! ¡Es para ti! ¡Moldéala, púlela, es tuya! Como es tuyo mi cuerpo cuando la horizontalidad nos revuelve las ansias». Para todos, un grato día del amor y la amistad, un muy ¡Feliz San Valentín!