Hoy los dominicanos cumplimos el l68 aniversario de fundar la República, cristalizando la ponencia pionera del Patricio Supremo, Juan Pablo Duarte  y Díez y el sable decididor y hasta ese momento impoluto del general Pedro Santana.

El breve pero contundente ideario principista del Patricio Supremo es evidente que no ha cuajado, no ha repercutido en la dimensión que el Padre Pionero aspiró para sus hijos espirituales, su más acendrado propósito, su mayor resonancia humana.

Podríamos empezar por: Sed justos, lo primero, si queréis ser felices”, cuando percibimos que un 8% de nuestros conciudadanos padecen el flagelo del hambre, que un l6% sufre los rigores de la pobreza y un 22% la indigencia, es decir, que estamos identificando en el primer caso a 800 mil dominicanos, en el segundo a l.6 millones y en el tercero a 2.2 millones, de diez millones que somos.

No son estadísticas vertidas por la oposición al gobierno actual, sino por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que monitorea esas asignaturas en sus l98 países miembros.

Idealista, sensible, desprendido de pensar siquiera en el menor bien terrenal, nuestra mayor referencia patria no reposan sus restos en el Panteón Nacional cuando su vibración extra-material percibe la amplia furnia acusadora entre los pocos que lo tienen todo y los muchos que no tienen nada.

La forma en como se  dilapidan los recursos del contribuyente en una supernómina burocrática parasitaria que frena la urgencia de crear infraestructuras de gran urgencia para la ciudadanía, y con el olimpismo como se recurre a la práctica onerosa del endeudamiento externo que bien podría cubrirse sobrancero, con un destino prudente de los dineros que todos aportamos en impuestos para que se nos devuelvan en obras necesarias y de interés común.