Craig Torres, Victoria Stilwell y Michelle Jamrisko
En inglés es WIN: “Want Inflation Now” (“queremos inflación ahora”).
En casi dos años al frente del banco central más influyente del mundo, a Janet Yellen le ha costado hacer subir lo único que controla directamente: la inflación.
La impotencia actual para fijar precios marca un fuerte contraste con los setenta, cuando precios al consumidor por las nubes llevaron a la administración Ford a lanzar un programa también llamado WIN: “Whip Inflation Now” (“azotar a la inflación ahora”)
Con Yellen al timón, la tasa anual de cambio de los precios fue de 0,8 por ciento en promedio, muy por debajo de la meta de 2 por ciento de la Reserva Federal. El petróleo cayó 69 por ciento desde fines de enero de 2014, los salarios han acelerado lentamente y el alza de 22 por ciento del dólar abarató las importaciones.
Además, un conjunto de revoluciones tecnológicas —de Amazon a Uber— ayudó a reducir el poder de determinación de precios. Al informar a los consumidores cuánto tendrán que pagar por bienes y servicios, estas innovaciones incentivan la competencia para mantener los costos bajos.
Si bien estas fuerzas escapan al control de la Fed, el riesgo de que la inflación tarde demasiado en volver al objetivo empieza a preocupar a los banqueros centrales. Algunos funcionarios describieron como “reñida” la decisión de elevar las tasas de interés tomada el mes pasado, en particular dada la incertidumbre por la dinámica inflacionaria, según las minutas publicadas el 6 de enero.
Ahora mismo, la estrategia de la Fed es esperar a que pasen los efectos del petróleo y las importaciones baratas. A fines de 2018, la inflación volverá a la meta, según sus pronósticos.
Pero esperar conlleva riesgos. Un nivel nuevo y bajo de expectativas de inflación podría afianzarse en la economía. ¿Qué puede hacer un banquero central?
Más despacio. Las autoridades de la Fed podrían evitar otro aumento de tasas en marzo, una posibilidad reflejada en los mercados de futuros, donde la probabilidad de que no se dé un cambio en aquel mes ronda el 58 por ciento.
Sin embargo, es una estrategia más arriesgada de lo que suena. La Fed estima que una tasa de desempleo consistente con las presiones constantes sobre los precios es de cerca del 4,9 por ciento. Desacelerar los aumentos de las tasas de interés mientras sigue bajando la inactividad en el mercado laboral podría acarrear que los funcionarios de la Fed tarden demasiado en establecer políticas.
Los presidentes de la Fed suelen evitar aconsejar al Legislativo sobre gastos. Pero si la palanca de la política monetaria resulta menos efectiva, la expansión fiscal es una opción obvia, dijo Laurence Ball, profesor de Economía de la Universidad Johns Hopkins en Baltimore.
Por ejemplo, aumentar los gastos en proyectos de infraestructura podría ayudar a dar trabajo a más estadounidenses, proveerles los ingresos para gastar e impulsar la demanda. De forma similar, si los legisladores acordasen levantar el impuesto sobre la nómina por un año, “sería una gran reducción impositiva para todos que expandiría mucho la economía”, dijo Ball. Él agregó que en el impase del actual año electoral una política semejante es “políticamente irrealista”.
ZOOM
Dejar hacer
Otra estrategia que podrían adoptar
los funcionarios de la Fed es
dejar que la economía se caliente
y desafíe sus hipótesis sobre el
punto del pleno empleo. “Poner a
prueba los límites del crecimiento
pero con un poquito de cobertur
a”, dijo Ángel Ubide, del Peterson
Institute of International Economics
en Washington. Dijo que el
Comité Federal de Mercado
Abierto debería elevar las tasas
gradualmente a medida que caiga
el desempleo en vez de acelerar
el ritmo de ajuste aunque la
desocupación caiga por debajo
del 4,9%. “La mejor solución es
adoptar un camino moderado”.