Federación de Mujeres Dominicanas Paradigma de resistencia en abril y otros fuegos… (1961-1966) y 2 En la conclusión del 50º Aniversario de la guerra de 1965

Federación de Mujeres Dominicanas Paradigma de resistencia en abril  y  otros fuegos…  (1961-1966) y 2  En la conclusión del 50º Aniversario de la guerra de 1965

Habiendo bebido en esas fuentes transgresoras de la cultura machista, despojado él mismo de tales rémoras, como lo vimos en la entrega anterior, donde Condesito decidió quemarse con nosotras, en esa coyuntura de fuego que implicaba hacer de la FMD el instrumento político necesario, para que nuestras congéneres pudieran no solo participar en el despertar democrático después del citado magnicidio del 30 de mayo del 1961, sino que tal experiencia sirviera a las futuras generaciones para mirarse en ese espejo, que refleja la imagen de un tiempo de resistencia de la mujer a todos los niveles de la reacción y del oscurantismo; sino también como un modelo, de acción frente a ulteriores intentos regresioncitas de la barbarie.
La tarea no era difícil para nosotras, porque aunque la mayoría andábamos aun transitando las provincias de la adolescencia y otras en pleno estreno de su adultez, todas teníamos un nexo común: ser simpatizantes o militantes de las organizaciones progresistas existentes a la época, en las cuales la mayoría había conseguido de antemano la conciencia democrática, la misma que como lo expresado anteriormente queríamos promover con la FMD, entre nuestras congéneres. Para tales fines, Condesito me encargó convocar algunas de estas compañeras a la reunión precursora del proyecto, en la residencia de la Sra. María Sturla Vda. Ricart, en la calle Eugenio de Marchena, en el Ensanche La Esperilla, de Santo Domingo, lugar donde nació la FMD, el 14 de octubre de 1961, al estructurarse allí la directiva fundadora, con la colaboración del abogado Dr. Fausto Martínez, quien redactó los Estatutos y la de la dueña de la casa, consecuente como siempre fue, con la causa democrática.
Luego de concluido el evento fundacional, Condesito se fue, cogiendo su famoso jacket negro, al tiempo de desearnos suerte en la misión emprendida. Sin intervenciones ulteriores de corredores, ni reclamos de derecho de autor, ni propiedad intelectual, tampoco de franquicia partidaria, por haber creado la más poderosa, efectiva y rentable políticamente hablando de todas las organizaciones feministas desde entonces. Él sabía que eramos capaces de hacerlo y lo hicimos: El paradigma por excelencia de la resistencia. La citada directiva, tal como consta en el Álbum de la Federación, documento original, donde se registró el día a día de la FMD, desde su surgimiento, hasta su desarticulación en 1966, por razones que explicaremos más abajo; estuvo conformada de la manera siguiente: Dra. Ligia Echavarría de Sánchez, presidenta; Dra. María Elena Muñoz, quien suscribe, Sec. General; Dra. Ana Silvia Reynoso, Sec. de Organización; Dra. Aida Cartagena Portalatín (f), Sec. de Educación, Arte y Liberación; Soucy de Pellerano (f), Sec. de Difusión Cultural; Xiomara Saladino Dedillo, Sec. de Prensa y Propaganda.
No obstante, -tal como puede observarse en la copia del citado Álbum que donamos al Museo de la Resistencia- la mencionada Directiva fundadora, ni las que le sucedieron, no hubieran podido materializar sus objetivos, sin la valiosa y militante colaboración de un equipo de mujeres, que se entregaron en cuerpo y alma, desde su inicio a dicha entidad, como fueron entre otras y muy especialmente, Bernardita Jorge, Lily de Cassá, Delta Soto, Edna Garrido, Hilda Gautreaux, Francia Cisneros, y de las filiales creadas luego en Santiago y La Vega, por ej., así como millares de mujeres que por todos las calles y barrios de la capital y del interior se insertaron militantemente en las batallas emancipadoras se la FMD.
Con tamaña respuesta, la directiva fundadora había logrado el primer objetivo, aquel que se había propuesto en el plano táctico: despertar la conciencia democrática de la mujer dominicana. La misma corría como un torrente avasallador, enfrentando a su paso los desafíos que se interponían entre ella y el ideal de varias generaciones desde entonces, aquel citado de la justicia social. Fue así como de la mano de la FMD, la mujer dominicana pudo participar real y efectivamente en todos los procesos previos, algunos antes expuestos, que condujeron hacia ese fin, como fueron los combates que libró el pueblo en el proceso de transición de la tiranía hacia la democracia, y luego por su restablecimiento cuando esta después de rehabilitada, fue de nuevo conculcada con el golpe de Estado, en 1963.
Aunque reivindicada en ese trayecto instantáneo de luz que provoca el relámpago, la democracia volvió a brillar al conjuro de la Revolución de Abril de 1965, solo por horas, para sucumbir luego bajo el imperio de las sombras. Esas que reflejaban las 42 mil bayonetas de la 2da. Intervención norteamericana a nuestro país, y con ella la Guerra Patria. Fue justo ahí donde el relámpago se transformó en rayo. Como esos que perturban “un cielo sereno” del que habla Marx en “El 18 Brumario de Luis Bonaparte”. Porque ya no se peleaba solo por la restauración del Estado de derecho, sino, y muy especialmente, por la soberanía vulnerada. La FMD estuvo también ahí, tanto en la inmediatez refulgente del relámpago como en el estruendo prolongado del rayo. Esto, a pesar de haber sido desarticulada con anterioridad por las pugnas interpartidarias por su control, así como por la represión desatada contra las fuerzas populares en aquel proceso contestatario. Pero Abril nos reunificó. Como las golondrinas que atraídas por el sol vuelven después del invierno, regresamos de nuevo a las trincheras. Las más desafiantes de todas, porque no solo eran las que estremecieron la Fortaleza y otros escenarios del pasado colonial; ni las que se enfrentaron en el puente, donde se avizoró el relámpago, sino también en todas las que operaban en el contexto de la guerra civil, entre contendientes dominicanos, unos que defendían la constitucionalidad y los que habían conculcado, como era el Gobierno de facto instalado en San Isidro, representante, a su vez, del interés extranjero, llamado irónicamente de “Reconstrucción Nacional”. Pero cuando este último se vio amenazado cuando las fuerzas que le eran leales fueron derrotadas en el referido puente Duarte, el imperio, su liado, les envió las decenas de miles de “marines’ a sustituirlas, más los 3,000 de la OEA, porque eran ellos los que en el marco de la “Guerra Fría”, defendían el esquema de dominación mundial de EUA, la potencia hegemónica en nuestro hemisferio. Fue ahí donde el sueño fue prácticamente aniquilado. Aunque salvamos el orgullo nacional, justamente con aquellas evocadas trincheras del honor, cuando las mismas sentaron al imperio en la mesa de negociaciones, opción terminal de la guerra.
Pero no nos lo perdonaron. La supremacía imperial herida barrió con la mayoría de las vanguardias revolucionarias que participaron en aquel proceso reivindicador, incluyendo a la FMD, sus dirigentes originales y subsiguientes debimos tomar medidas salvadoras. Yo elegí el camino del exilio, retomando una beca para realizar un postgrado en la Sorbona, Universidad de París, a la que había renunciado, por el estallido de la Revolución. Así pude seguir los pasos de los lideres máximos de la Guerra, Caamaño y los demás Coroneles de abril, porque al igual que ellos, yo sabía que como aquellas golondrinas regresaríamos en alguna primavera. Porque aun la utopía temporalmente aplastada, arrinconada, expulsada de los medios, de las aulas, para borrarla de la memoria histórica, ella renacería. Tal como anunciaba Savanarola, el célebre pensador del Renacimiento italiano: “Las grandes obras, como los grandes hombres, podrán no ser siempre reconocidos por las gentes de su tiempo, pero resucitan siempre, o a los 300 años como el Quijote, o a los tres días como Cristo”.

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