La Federación Dominicana de Voleibol tiene a bien ponderar las cualidades técnicas, condiciones de liderazgo y reciedumbre de carácter que adornaron la carrera como entrenador del fenecido profesor Beato Miguel Cruz.

Es por ello que el pleno de dirigentes de la Federación, respetuosamente, presenta la candidatura de Miguel Cruz para ser electo al Pabellón de la Fama del Deporte Dominicano en la categoría de Propulsor.

¡Se haría un acto de justicia!

“Miguelo”, como afectivamente fue conocido en el ambiente de la familia del voleibol dominicano, logró particular éxito al mando del Seleccionado Nacional de Voleibol Femenino, luego de numerosos años de trabajo en el sector masculino en el cual alcanzó un tope en la forma de la medalla de plata en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Santiago ‘86.

Él aceptó, para mucho bien, la posición que le fue ofrecida como director técnico femenino en medio del período difícil creado por la salida del entrenador Jorge Garbey al vencimiento del contrato con CubaDeportes.

Cruz de inmediato condujo las fuerzas dominicanas a medallas de bronce consecutivas en las Copas Panamericanas en 2006 y 2007 con épicos triunfos en ambas ediciones sobre la super potencia Estados Unidos, para el año siguiente coronar sus esfuerzos titánicos con una victoria en cinco parciales sobre Brasil para obtener la presea de oro.

El año 2006 vio a nuestro destacado entrenador dominicano cosechar la medalla de oro en los Juegos Centroamericanos y del Caribe en Cartagena de Indias con victoria sobre Cuba, y en 2007 Miguelo llevó su tropa hasta el podio con la medalla de bronce en el Continental NORCECA.

En el escenario planetario, Cruz estuvo al mando del equipo criollo que finalizó en la octava posición del Gran Premio Mundial 2006 y en el noveno escalón la Copa del Mundo 2008. En el plano local, fue un perenne ganador en el torneo distrital masculino con el tradicional representativo del Barrio de Mejoramiento Social (BAMESO).

En el aspecto profesional, Miguelo se caracterizó por la férrea disciplina que impuso a los equipos que dirigió, por su ética de trabajo nunca puesta en duda y por el respeto con el que trató a atletas, asistentes, gerentes y federados.