“Los hombres olvidan siempre que la felicidad humana
es una disposición de la mente y no una condición de las circunstancias”.
John Locke
Al preguntar a alguien ¿qué piensas sobre la felicidad? la mayoría de las personas ofrecen respuestas evasivas. Y es que la relación que sostenemos con la felicidad suele ser de carácter ambivalente. Por un lado la deseamos y buscamos, y por otro la esquivamos con cierta vergüenza, del mismo modo que solemos evitar el encuentro con alquien que viene hacia nosotros pero no recordamos quién es.
Que todos buscamos sentirnos bien, es un principio incuestionable. Si preguntamos a alguien con un psiquismo sano qué quiere conseguir en su vida, con seguridad contestará: ser feliz. Todos los esfuerzos que las personas hacen van en el sentido de poder encontrar la manera de conseguir este fin.
El poeta argentino Jorge Luis Borges, uno de los autores más destacados del siglo XX dijo: “He cometido el peor pecado que uno puede cometer. No he sido feliz”. ¿Te das cuenta qué ocurre cuando te sientes desdichado? Desde hace 25 años he sido acompañante terapéutica de personas que están viviendo situaciones que las separan de la felicidad.
Aun asi, la mayoría hemos tenido la experiencia de sentirnos felices. Se siente estupendamente bien. Podemos observar -y apreciar- el esplendor del Ser, y ver nuestro reflejo en el mundo. Cuando esto ocurre, tenemos la energía de la Fuente fluyendo a través nuestro, y eso nos hace sentir calidez y hermosura.
La felicidad es una forma de vida, un proyecto compuesto sobre todo por la estima que tenemos hacia nosotros mismos. Aunque la felicidad es una experiencia, y como tal es diferente en cada persona, podemos encontrar una pauta común: cuando amamos y nos sentimos amados, la felicidad surge de modo natural.
La exuberante felicidad que viene del amor, nos revela el secreto: el amor nos hace vivir el cielo en la tierra. El cielo es un estado de consciencia en el que no nos hace falta nada.
¿Cómo logramos mantener la felicidad?, ¿Qué la hace duradera?, ¿Podemos perderla? El pensador griego Parménides dijo: “El Ser es, el no Ser no Es”. Para él, el Ser no cambia porque es el principio que da origen a todo nuestro contenido. El Ser no puede ser feliz o infeliz, porque es inmutable, único, eterno e indivisible.
El pensamiento que Parménides expresa supone una distinción entre el Ser que es y el Ser que no es. Cuando estamos identificados con el Ser auténtico (el Ser que es) todo nos pertenece y al mismo tiempo no somos dueños de nada.
El Filósofo francés Voltaire dijo: “Buscamos la felicidad, pero sin saber dónde, como los borrachos buscan su casa, sabiendo que tienen una”. La imagen de esta frase es simpática, pero la vivencia es de una total confusión, indefensión y desorientación. Cuando creemos en la felicidad como algo que encontramos, iniciamos un camino que nos lleva hacia afuera de nosotros mismos y nos perdemos en los demás. De este modo, la frustración aumenta y el malestar se acrecienta.
Es un hecho comprobado que todo el universo está formado de energía. La física cuántica ha demostrado que la realidad que vivimos es una creación nuestra, es nuestro propio sueño. La felicidad es una elección que hacemos al sintonizar con el amor, en vez del miedo.
Si todo es energía, y esta energía tiene una densidad diferente de acuerdo a su frecuencia vibratoria, la respuesta más sana que podemos dar cuando estamos experimentando estados de no-felicidad, es aumentar nuestra vibración para “crear” otra realidad, en vez de “buscar” aquello que creemos nos hará felices. Generalmente, la energía que activa la felicidad surge cuando hacemos lo que nos gusta, o lo que se siente bien. Pero, ¿qué hace que no lo hagamos?
Con frecuencia la respuesta es que estamos ocupados haciendo algo por alguien. Muchos de nosotros tuvimos la experiencia de hacer cosas para que “nos amaran”. ¿Recuerdas cuando te comías la zanahoria porque mamá te lo pedía, o cuando estudiabas mucho para llevarle buenas notas a papá? La felicidad que tiene como referente el amor de los demás, es inestable, una pseudofelicidad. El amor que brinda la felicidad que permanece pertenece a la realidad espiritual, en la que mientras más damos, ¡más recibimos! Para eso, es necesario recobrar la confianza en el amor. ¿Cómo podríamos amar sin límites si creemos que podemos ser heridos, traicionados o engañados?
La felicidad o infelicidad se relaciona con la calidad de nuestros pensamientos. Los pensamientos son una clase relativamente ligera, sutil y veloz de energía que cambia con facilidad. La felicidad muestra un estado de consciencia (amor) y la no-felicidad muestra un estado de inconsciencia (miedo).
El poeta libanés Khalil Gibran dijo: “Conocí un Segundo nacimiento, cuando mi alma y mi cuerpo se amaron y se casaron”. En Love Vision, un programa de transformación desde el amor que ofrezco desde hace 5 años, compartimos que yo, mí, conmigo, es el camino que debemos recorrer para retornar al propio amor. El recorrido culmina con un matrimonio sagrado con nosotros mismos, que hace más fácil recordar que todas las relaciones son un espejo en el que nos vemos. El artículo Jewish Views on Love (Perspectivas Judías sobre el Amor), dice que “el mandamiento fundamental es que amemos al prójimo como a nosotros mismos”. Cuando amamos al otro porque nos amamos a nosotros mismos, el amor nos colma de felicidad. ¿Está siendo así para ti?