¡Felicidades, es una niña!…

¡Felicidades, es una niña!…

¡Felicidades, es una niña! Es la frase que  escuché el 27 de agosto de 2011 cuando mi embarazo de 39 semanas culminó.

Con fuertes dolores llegué a la clínica y a la 1:00 de la madrugada nació Sofía, la bebé más bella que había visto, y soy madre de tres más.

Al nacer Sofía hubo un silencio extraño en la sala de partos, su llanto no fue, digamos, “convencional”, más bien fue un alerta tardía de que algo no estaba bien.

Esa noche no me informaron de su condición. Al día siguiente, el pediatra y mi esposo me dijeron que había muchas probabilidades de que tuviera Síndrome de Down. 

Los días fueron difíciles y entre llantos y reclamos recibimos los resultados finales: Sofía tenía la condición de Síndrome de Down. Traté en un principio de dar gracias porque mi hija era especial y como todo el mundo me decía “Dios sólo le da hijos especiales a aquellos que son especiales”, pero la verdad nunca entendí esto, ¡para mí todos mis hijos son especiales!

Después de varias semanas decidí  entender y enfrentar lo que estaba sucediendo. Como con cualquier otra situación que se me había presentado en la vida, busqué información. Hice una lista de las cosas que debía evaluar de Sofía para asegurarme de que físicamente estaba bien: corazón, audición, vista, tiroides, cadera, cuello, columna y otras más.   Fui a cada especialista explicando y  repitiendo su condición, toda una terapia.

Hoy, al cumplir mi bella Sofía un año de vida, me digo a mí misma ¡Felicidades, es una niña! Y felicidades para mí y mi  familia, que hemos  sido de las pocas ganadoras de un certificado para conocer el secreto de la vida.

Con Sofía entendimos lo maravilloso de las capacidades del ser humano, lo increíble que es respirar, ver, escuchar, hablar; lo importante que es arrastrarse, gatear, caminar y, sobre todo, lo sorprendente que somos para regenerarnos, aprender y desarrollarnos.  Aprendimos que no nacemos con un pan debajo del brazo sino con la felicidad en el pálpito de nuestros corazones.  No hay que buscar nada más fuera de lo que ya tenemos, nacemos soberanos respirando, viendo, escuchando y todavía aquellos que no pueden tener alguna de estas capacidades pueden desarrollar otras tan o más importantes.

¡Gracias, Dios! Es una niña que jugará, aprenderá, se desarrollará y sobre todo, una niña amada por su familia que entiende sus necesidades y sus fortalezas; que ve en ella el interés por aprender y que jamás le pondrá límites a lo que, como cualquier otro ser humano, pueda lograr. 

Este primer año de vida de Sofía ha sido el más valioso que como familia hemos tenido. Un año especialmente revelador, un año de comprender lo especiales que somos todos, un año esperanzador.

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