Felicitaciones, lamentos y deseos

Felicitaciones, lamentos y deseos

RAFAEL TORIBIO
La navidad es tiempo de reflexión, evaluación y de formular propósitos. Es una oportunidad de ver con sentido crítico lo realizado y formulamos aspiraciones para el año que empieza. Por eso esta entrega, en estos tiempos de navidad, contiene felicitaciones, lamentos y aspiraciones. Hay motivos para felicitarnos como país después de evaluar lo acontecido en los últimos tiempos y, en especial, en el año que finaliza.

 Debemos felicitarnos por haber sobrevivido al descalabro económico de los últimos años, no haber perdido la alegría en medio de tantas pesadumbres y sufrimientos, mantener la esperanza y las ilusiones frente a demasiados esfuerzos por marchitarlas, seguir avanzando en medio de tantos y variados obstáculos y persistir en la lucha por un presente mejor y un futuro más promisorio. Otras razones de regocijo es haber tenido la oportunidad de conocer tantos lobos disfrazados de ovejas, continuar aceptando y defendiendo la democracia, a pesar de sus limitaciones; volver a votar en cada nueva elección, después de tantas frustraciones; llevar una vida honesta y decente frente a presiones, invitaciones y oportunidades para olvidarse de principios y valores y tener tiempo y disposición todavía para la solidaridad y la ternura.

Sin embargo, junto a estas razones para felicitarnos y regocijarnos tenemos otras que son para que nos lamentemos. Motivan estos sentimientos las decisiones, desaciertos y comportamientos de quienes tienen la obligación de dar ejemplo por el cargo que desempeñan, la enorme carga que representa el pago de una inmensa deuda privada convertida en pública por la decisión de autoridades electas y designadas para defender y preservar el interés general, la escasa defensa del bien común frente a la presteza y virulencia de quienes defienden sus intereses particulares y la arrogancia y la prepotencia de quienes tienen el poder, que les hace despreciar toda opinión que sea diferente a la suya.

A esto se suma que aparezcan tantos recursos para lo que las autoridades entienden como obras prioritarias, mientras la inversión social disminuye o se pospone por falta, precisamente, de recursos; la aprobación de reformas tributarias centradas en los ingresos y no en la calidad del gasto, comprobar que muchas de las cosas más importantes para el desarrollo del país y de las personas se pueden realizar gracias a préstamos o donaciones internacionales y que muchos de los avances logrados se deben más a “sugerencias” o “condicionalidades”  de organismos internacionales que a decisiones propias.

Contribuyen también a este desasosiego la reiteración de diálogos cuyos acuerdos son luego desconocidos, la dificultad para que los “culpables cumplan condena”, la forma en que se utiliza la pobreza para ampliar y consolidar el clientelismo y la incapacidad manifiesta del Estado para resolver problemas fundamentales del país.

Pero como a pesar de todo no podemos renunciar a la esperanza, aunque las experiencias nos obliguen lamentablemente a mantenerla con pocas ilusiones, para el nuevo año  debemos tener aspiraciones, compartirlas y formularlas como demandas. Debemos aspirar y reclamar que prime entre nosotros, pero especialmente entre nuestros dirigentes, la humildad y la tolerancia; que quienes tienen el poder político y el económico piensen que alguna vez pueden ser los equivocados; que los dirigentes políticos no experimenten tantas mutaciones en el ejercicio del poder y sus “promesas se vuelvan ciertas”; que tengamos más decisiones y menos comisiones, estudios y seminarios y que el apelativo de “moderno” no sea argumento suficiente para la justificación de cualquier despropósito.

Debemos demandar también que el empeño sea para reforzar las instituciones, no para debilitarlas; que las alianzas entre los partidos sean para ejecutar un programa compartido y no sólo para repartirse cargos; no premiar con la permanencia o el traslado a funcionarios que deben ser cancelados; una mayor responsabilidad por parte de nuestros dirigentes para que los problemas no sean pospuestos sino resueltos y no claudicar con el silencio, o el abandono del país porque los problemas permanecen, se cambian las prioridades y las críticas, demandas o sugerencias que se formulan son recibidas con escasa consideración, o el desprecio.

¡Feliz navidad y que el 2006 nos permita mantener las esperanzas, con más ilusión y mayor compromiso!

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