Felix del Rosario
La magia (y los Magos)
sobrevivirán a su retiro

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POR ÁNGELA PEÑA
Se retirará pero en el corazón y los sentimientos de las generaciones que le han escuchado y bailado desde 1964 quedarán las interrogantes de dónde le van a hacer los rolos a Frank Cruz, cuánto se pagó por el rescate de Raposo, si llegó a taparse la gotera de Juana o si es verdad que daba igual que tocara Víctor o que lo hiciera Memelo.

Un extraño Parkinson que debilita sus extremidades inferiores impidiéndole estar en pie largo rato, le ha impuesto un pare en el saxofón, un adiós a las fiestas, pero la orquesta seguirá dejando sentir el sabor que tiene Carmen, el placer que cuando baila embarga a la pareja de Caperucita, brincará la tablita y subirá al tren de la Navidad para atrapar un lindo cascabel y venir alegre de la montaña, dando candela, cantando la alegría de tener una negra complaciente que, entre otras dádivas, brinda a su amor pollito a la 32.

El maestro Félix del Rosario no estará quizá en los clubes, teatros, hoteles, bares, pero el peculiar sonido de sus Magos vivirá de los recuerdos, convencido de que él o ella piensan volver, y aún esperan, sentirán el vacío profundo de la desesperanza o les bastará otro fin de semana para volverse locos porque la ley no  los deja viajar si no pagan la renta.

¡Qué mucha pena sentirán al no poder reconocer a un mal pelao! o al convencerse de que sin merengue la cosa no está buena, que el tiempo pasa sin decir nada, la vida no cambia pese a la ilusión de haber traído un mono de la selva, porque el mono que va pa viejo por lo regular se enferma.

Son letras de canciones que inmortalizó el maestro del ritmo con un estilo novedoso que causó furor entre los bailadores: excluir los instrumentos de fuerza, como los trombones y las trompetas y ponerle saxofón, flauta, clarinete, xilófono a boleros, merengues, bossa nova, pasodoble, imprimiendo un sonido que, aunque suave, invita al baile. Ese fue el  distintivo de la orquesta que se formó cuando Agustín Mercier se despidió de “El Embassy” y don Félix fue invitado a amenizar una fiesta al desaparecido “hotel Europa”.

“Me reuní con Pipí Franco y Felo Aza a negociar el trabajo, pero no tenía músicos”, entonces llamó a Frank Cruz, pionero, fundador, insignia y símbolo de ese primer grupo que integraron, además, Manuel Antonio Perdomo (El Manso), saxofón alto y barítono; Quico Marcano, conguero; Edilio Raposo, bajista;  Papito Zayas Bazán, pianista; “Arroz blanco”, tambora y percusión.  “El grupo era entonces un “Ven tú”, no teníamos todavía ni un combo”, relata del Rosario con voz lenta, haciendo a veces esfuerzos para traer a la memoria esas vivencias.

Ese día, en el antes hotel “Presidente” de la calle Mercedes, tocaron “Los algodones”, “Caña brava” y otras piezas de compositores ajenos porque aunque el mago mayor había hecho arreglos musicales, eran para otros músicos. “Pero ahí comencé a trabajar con fuerza porque había que hacer un repertorio propio, y llegué a hacer hasta tres en un día. Así creé el repertorio nuestro”.

Con satisfacción refiere que la gente que visitaba el hotel, al oírlos, “sintió la diferencia de un grupo que comenzaba. Yo estaba esperando mi oportunidad. Después de un buen número de arreglos el hotel hizo una promoción en la voz de Ramón Rivera Batista, antes del mes ya se sentía el murmullo: ese grupo es diferente”.

Los Magos del Ritmo

Nandy Rivas, Fakir Franco, Felo Aza y Rivera Batista se reunieron para escoger un nombre a esta revelación que hacía escándalo. Rivera propuso “Félix del Rosario y sus magos del ritmo”, considerando que estos artistas eran sumamente versátiles. “Yo mismo tocaba flauta, clarinete, saxofón, tenor, xilófono, era arreglista, compositor a nivel instrumental”. “Carmen” fue su primer número en el Europa y el primero en ser grabado en un disco sencillo, de acetato.

Otros éxitos, añade, fueron las canciones “Vivir de los recuerdos”, “Otro fin de semana”, “Desesperanza”, “Mal pelao”, “Ay Vicenta” que fue inspirado en una disposición que obligaba a los viajeros a pagar 30 pesos de impuesto de salida. También recibieron gran acogida “La salve de los prados”, escrita por un cura, “Caperucita”… Don Félix logra casi saltar del asiento al mencionar otro tema: “Víctor y Memelo”, exclamando: “¡Ah, no, eso fue un atraco!”. Surgió de una presentación que hicieron en el desaparecido bar “El Lirio”, de Tony Echavarría (Cambumbo), quien hizo la letra junto al “Negrito Macabí”.

“Queda prohibido: Balaguer”

 Félix del Rosario sonríe también al evocar la polémica que se formó cuando el Presidente Joaquín Balaguer prohibió, por decreto transmitido en la radio y publicado en la prensa, que se tocara “La gotera de Juana” (y “El negro ahí) Al relatar lo de los rolos de Frank Cruz, que es calvo, pero que se pedía como rescate para liberar a Raposo de un secuestro, narra que el merengue nació en el Hotel Jaragua cuando unos chicos de sociedad, disgustados porque la orquesta no prolongó la fiesta más allá de la hora acordada, secuestraron los instrumentos, entre los que estaba el bajo de Raposo.

 Historias como éstas se repiten en cada tema grabado en casi cincuenta álbumes de larga duración y el doble de sencillos, de sus viajes por diferentes pueblos del país y por Nueva York, Colombia, Venezuela, Puerto Rico, Cuba, entre otros. De todas sus presentaciones la que más le satisfizo fue la del Madison Square Garden cuando logró llenar 35 minutos tocando con un repertorio único.

 Hoy acompañan al prolífico Mago del saxofón: Frank Cruz, Cuso Cuevas, Francisco Antonio Martínez, “Duarte”, “Cabuchito”, “Lolo Valdez, “David”, “Jairo” y “Tico-Tico”. Y en la casa le rodean reconocimientos y trofeos, piano, guitarra, xilófono y un saxofón que cuida mejor que a un recién nacido y al que no permite que nadie más le ponga la mano, aunque sacarlo del estuche, armarlo, le represente una terrible dificultad por el impedimento de sus manos ahora enfermas.

Félix del Rosario

Nació en San Francisco de Macorís el 12 de julio de 1933, hijo de Mercedes Dolores Rosario. No conoció padre. Estudió en la escuela Ercilia Pepín con las profesores Tata Polanco y María Cruz, hermana del director, Jenguito Cruz. En el pueblo le llamaban “Felicito” pero Tata, su estrella, le bautizó “Felipito”.

 Después del octavo curso realizó estudios comerciales, fue ayudante de un sastre apellido Domínguez que además de ponerlo a hacer ruedos y pegar botones lo enviaba al río Jaya a mojar los cortes de dril. También ganaba un dinerito cargando las maletas a pasajeros que llegaban en guagua desde Santo Domingo. Allí estudió solfeo con el profesor Fello Pimentel y tocó clarinete, soprano y saxofón. Por su habilidad y entrega, la comunidad le regaló el saxofón que trajo posteriormente a la capital.

 Vivió las interpretaciones de la orquesta Nueva Era, tocó alguna vez la trompeta en el “Sexteto de Guingue” y fue a los parques como miembro de La Banda a amenizar con saxofón y clarinete los conciertos dominicales de los parques.

 En los 50 llegó al Distrito Nacional para la fundación de la Banda de Música de la Marina de Guerra, que dirigía Gastón Díaz. De raso fue promovido rápidamente hasta llegar a teniente segundo porque “cuando yo agarraba mi saxofoncito todo el mundo gozaba”. Se retiró de la Banda en 1958, aunque luego volvió como asimilado, pero seguía estudiando música, tocaba con Antonio Morel, los Hermanos Parahoy, Amado Vásquez, Agustín Mercier, Rafael Solano.

 El amable, dulce y complaciente don Félix, que sacó fuerzas para hacer a los periodistas una demostración de su magia con el saxo, está casado con Miguelina Nelly Labrada del Rosario, madre de sus hijos Grisell, Félix Jr. y Lilibeth.

 La orquesta sigue tocando en Santiago y en Santo Domingo, aunque hace alrededor de dos meses que no participa, pero asegura que sus músicos son tan insuperables como él. Desde hace alrededor de dos meses está recluido en la casa, auxiliado de bastón y andador para caminar, temeroso de perder el equilibrio, pero lúcido y activo. En ocasiones le duelen las manos de tanto componer arreglos. Cuando se agota, enciende su vieja vellonera que no es sólo reliquia sino evocación de sus años bohemios. “El sonido es dulce, fino, diferente a un piano, un saxofón, una guitarra”. Cuando la conecta se enciende su alma, se transporta su espíritu.

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