Por: Leonor Asilis
Se acerca el 31 de octubre, día de su natalicio.
Lamentablemente y gracias a la pandemia por prudencia no me animo a visitarle.
Al menos, espero le lleguen mis palabras y con ellas, mi gran aprecio y agradecimiento por su prolífica labor pastoral como Arzobispo de Santo Domingo, y su mediación en asuntos importantes de interés nacional que gracias a Dios en su momento pudo servir de muro de contención fuerte como su escudo ante las grandes avalanchas que desde entonces amenazaban contra nuestra identidad y supervivencia como nación soberana e independiente.
La historia le aquilatará cada día más.
Ahora prefiero evocar una entrevista que pude hacerle hace unas dos decadas.
Su llamado, narrado por él.
Esta entrevista la hice para la Revista Palanca del Movimiento de Cursillos de Cristiandad del que soy miembro militante.
Al preguntarle cómo sintió su llamada al sacerdocio me contestó: “Recuerdo muy bien el momento en que sentí el llamado al sacerdocio. Era monaguillo en la capilla del Colegio Inmaculada de La Vega, donde había hecho mi primera comunión cuando tenía 10 años. Ayudaba a misa un día y en el momento de la consagración sentí una especie de moción interior y me preguntaba, ¿No podrías hacer un día lo que el Padre está haciendo en el altar? A partir de ese momento seguí pensando en el tema vocacional y a los 14 años ingresé al Seminario Santo Tomás de Aquino. Me ordené sacerdote a los 24 años recién cumplidos, fue una experiencia única en mi vida. No puedo olvidar que la ordenación tuvo lugar en un momento muy difícil para mi Obispo Mons. Francisco Panal, pero su testimonio de valor, serenidad y piedad siempre me estimularon.”
Como comenta de él en sus recientes palabras ante la conmemoración de su ordenación episcopal: ”Monseñor Panal era un hombre adornado con múltiples virtudes, franciscano de corazón, sencillo y radicalmente pobre, de profunda piedad, con capacidad asombrosa de sacrificio, muy humanitario y de un valor excepcional. Siempre me impresionó su serenidad y seguridad en los peores momentos en que las iras del tirano Trujillo se desataron contra la Iglesia, pero particularmente contra él y contra Mons. Thomas Reilly.
También elogió a Monseñor Flores con quien trabajó de cerca y de quien dijo haber aprendido mucho de su vida espiritual, de su celo pastoral, de su sencillez y trato afable, de su visión de futuro… Fue al cabo de diecisiete años de haber sido ordenado sacerdote, que la Iglesia le llamó a ejercer el ministerio episcopal. Volviendo a la entrevista de Palanca (Revista del Movimiento de Cursillos de Cristiandad) Su Eminencia nos sigue contando : “En cuanto a mi episcopado, me tomó de sorpresa el nombramiento como primer Obispo de San Francisco de Macorís en 1978, pero mucho más cuando el Santo Padre Juan Pablo II se dignó designarme Arzobispo de Santo Domingo. Yo había programado una visita pastoral a la parroquia de Villa Riva, debía visitar treinta y dos comunidades en un mes. Pero apenas pude visitar algunas porque en esos días llegó mi nombramiento como Arzobispo. No me pasó por la mente ni siquiera porque era el más joven de los Obispos dominicanos y de los últimos en ser promovidos al episcopado”.
Como lo describió un entrañable colaborador suyo:
No me conformo con contarles esto que les he dicho sino que me hago eco de las palabras de su entrañable amigo, fiel colaborador como Obispo Auxiliar, Monseñor Francisco José Arnaíz quien nos solía sorprender con sus puntuales y agudas observaciones describiendo a nuestro Cardenal cuando en aquel entonces arribaba a su nueva misión: “ … El nuevo Arzobispo era desenvuelto y decidido, agudo y crítico, firme y valiente, vertical y horizontal, rápido y resolutivo, vertiginoso y tenaz.”
Lo que más admiro en él.
Si hay algo indiscutible de este instrumento de Dios en la tierra es que su vida ha sido marcada como eligió las letras que escogió para su escudo episcopal. FUERTE EN LA FE.
Quiero resaltar la forma enérgica en que siempre defendió las enseñanzas del Evangelio.
Para eso hay que tener coraje. Coraje que no es muy común en nuestros días. Admiro esa virtud y la aplaudo.
Hoy, más que nunca es necesaria, en un mundo que es constantemente golpeado de tantas ideologías raras, y contrarias a la naturaleza, como lo es la ideología de género. También lo caracterizó y le caracteriza el ser un defensor de la vida como el mismo Dios nos enseñó, NO MATARÁS…materia de escribir hay de más….
El Señor Cardenal no solo estuvo y está claro, sino que mostró al mundo lo que creía y cree. Eso es ser profeta aquí y dónde sea.
Eso es ser Fuerte en la FE.
En condición de laica, agradezco a Dios el don de su Presencia y Guía en todo este tiempo, mas de tres décadas en que nos lo regaló al frente de su Iglesia Arquidiócesana de Santo Domingo, Primada de América, pidiéndole a El, Padre Todopoderoso en su Hijo Jesucristo y con la intercesión de nuestra Madre María Santísima, que el Espíritu Santo lo siga utilizando en bien de la Iglesia, con su asesoría, sus oraciones y compañía, inspirándonos vivir las bellas palabras bien vividas por él, sabiamente escogidas por el Espíritu Santo para su Escudo Episcopal: Fortes in Fide (Fuertes en la Fe).
TIEMPOS ESPECIALES DE GRACIA COMO OBISPO DE SANTO DOMINGO:
La gran Misión, el Jubileo del 2000, el Jubileo de nuestra Catedral Metropolitana en el 2011, la Misión Continental permanente y el actual Jubileo de la Misericordia. Asimismo recordemos la gran celebración del V Centenario de la Evangelización de América en 1992 donde se celebró en Santo Domingo la IV Conferencia del CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano), la cual tuvo la visita especial por 3ra. vez de nuestro inolvidable Papa y también Santo Juan Pablo II.