Para muchos las tradiciones se conservan. Para otros han ido variando, casi siempre al ritmo en que cambia su nivel económico y social. Nuevos compromisos y adquisiciones. Traídas de fuera o simplemente porque han copiado estilos de personas que de alguna manera han influido en sus vidas. Pero la gente común, sobre todo creyentes, conservan más las tradiciones.
Las Navidades y la alegría que provocan, sobre todo en los cristianos, por el nacimiento de Jesús, junto al fin de año, representan la época donde mayores manifestaciones colectivas y sinceras de felicidad se manifiestan. Pero igualmente son propicias para la reflexión. Porque amén de las expresiones de solidaridad, también es un período donde afloran recuerdos y se ponen en evidencia las diferencias sociales existentes en nuestros entornos.
Siempre que se presentan circunstancias donde se ponen de manifiesto las desigualdades, aún dentro de las festividades, vienen a mi memoria palabras expresadas por un pensador humanista cristiano, estableciendo que: “Todo el que hace y realiza un esfuerzo, tiene derecho a recibir de lo que produce; pues privado de los bienes de necesidad, los seres humanos se convierten en miserables y permanecen en la mediocridad, producto de la imposibilidad de tener acceso a esos bienes y riquezas que se producen entre otras cosas, gracias a ellos”
Hay bienes necesarios sin los cuales los humanos no pueden vivir dignamente. Esos bienes tienen para cada uno un valor diferente e infinito. Pero si los bienes de necesidad pueden definirse de manera bastante rigurosa y pueden ser, con exactitud, censados y evaluados, los bienes de dignidad son muy variables, según los medios, las clases sociales, las situaciones políticas, etc.
Según el pensamiento humanista, todo el que nace debe tener derecho a recibir, aunque sea a título de préstamo, los bienes de necesidad que le permitan vivir dignamente. Porque todo el que realiza un esfuerzo normal de producción de esos bienes, tiene el derecho a recibir dichos bienes, de la sociedad, del Estado, su familia o de alguna entidad superior. Sobre todo cuando por enfermedad o por vejez se vean privados de los trabajos productivos.
Los bienes de necesidad y de dignidad deben considerarse bienes primarios. Lo que implica, que para lograrlo eficazmente, se haga necesario constituir para su producción y distribución en la economía, un sector contra la codicia, la especulación, la inflación y contra todo tipo de riesgos provenientes de los desórdenes y los conflictos de cualquier tipo, constituyendo lo que se podría denominar: sector de seguridad.
No necesariamente necesidades de comodidad ni de confort, a las cuales todo ser humano también tiene el derecho de acceder, sino a las necesidades primarias y fundamentales. Las que le permiten a los seres humanos vivir en dignidad. Tener acceso a una vida humanamente decente. Donde no solo disfruten unos pocos y la mayoría se conforme con verlos disfrutar. Lo ideal es una sociedad que, aún dentro de la diversidad, todos puedan satisfacer esas necesidades.
Por eso debemos apoyar y estimular cualquier programa tendente a propiciar una vida digna. Con transparencia y seriedad. Así podremos disfrutar y comprender mejor el tradicional mensaje de: Feliz Navidad.
En período de Navidad se ponen en evidencia las diferencias sociales
Debemos estimular cualquier programa tendente a propiciar una vida digna
Los bienes de dignidad varían según medios, clases sociales, etc.