Y le dijo Fellito a Balbuena: “¡Llegar a Nueva Yol, es como llegar a la gloria!”. Nada tan cierto para los criollos que no han cruzado el charco, para los que no han tenido la oportunidad de visitar la Apple Big y cumplir el American Dream. Yo sí vine y con toda propiedad les digo… se equivocó Fellito.
Las complicaciones arrancan en RD antes de entrar al aeropuerto con los taxistas que elevan al cubo la tarifa porque “ute va a viajá y hay cuarto”. Una vez en el registro reza para que no te toque el boarding pass con cuatro S (SSSS) porque significa que fuiste elegido para una revisión más profunda. Y te revisan hasta las huellas de la retina, los regalitos para los friends y todo lo que pueda encender una alarma. No los culpo, en gringolandia han pasado tantas cosas que hasta yo me pondría paranóico, aunque ninguno de sus atentados han llegado desde mi media isla, pero es su derecho revisar todo, y digo todo.
Si usted es amante del buen café que hace doña Banila, no se le ocurra pedir uno en el avión porque va a maldecirlo por el resto de su vida. Si va a comer un snack enfoque bien el baño por si le dan algo que su estómago, acostumbrado a mangú y arroz, no digiere bien. No se asuste con las turbulencias, para ellos es normal y hasta se ríen, yo no me asusté tanto -mentira-, ya había tomado aviones de ocho horas y estas cuatro me parecieron interminables en esa guagua con alas. Si no habla inglés, no se preocupe, más de la mitad de los pasajeros tampoco y lo cojen easy.
Cuando llegues al airport -sí, hablas inglés desde que llegas- vete suave y calma las ansias, cualquier movimiento raro se encienden las alarmas y te mandan en el primer avión for you country. Al percatarte que nuestro aeropuerto es mejor que el JFK no te desiluciones, tenemos muchas cosas mejores que en muchas partes del mundo, el Metro de SD por ejemplo. Casi siempre alguien va por usted, y más si es el primer viaje. Ves las grandes vías, los letreros abreviados y los carros modernos, pero…
La realidad de Nueva Yol inicia en la misma autopista cuando los hoyos te extrapolan a la Marginal de Las Américas. Contrario a las versiones de los dominicanyol, aquí se maneja igual o peor que en Santo Domingo, la diferencia es que se conduce más rápido y en cualquier esquina hay un policía de tránsito que te da in the mother si cometes una infracción. Las reglas se cumplen, o por lo menos para los latinos.
Llegas a casa y lo ves todo cool, ya superaste el caos y los tapones, nada puede ser peor, ¿o sí? El pariente te dice que por la casita donde vive paga lo mismo que tú pagarías en cualquier sector privilegiado de tu país, pero el sueño americano cuesta, y mucho. Cuando salgas a comer fíjate bien en el menú y pide solo lo que tenga precio, cualquier cosita puede costarte un riñón y tres fingers -eso sí, todo de calidad-.
Los dominicanos, como los otros hispanos, han formado su comarca y no sientes tanto la ausencia del Caribe hasta que el cold se pone hard y crees que el diablo anda por el aire. En el tren no hables con nadie ni seas amable, pueden verte como acosador. Será difícil controlar las ganas de mentarle la madre al adicto que intenta llamar la atención sin bañarse. Fellito decía que los dólares estaban rodando en el piso, pero realmente es la droga que anda como perro por su casa. Compre sus auriculares, ponga sus merenguitos sin que moleste y olvídese del resto.
La prisa es la rutina en esta ciudad. La gente come trotando, tiene sexo por el celular y hace del 2 mientras duerme.Quienes han podido sacar su carrito fiao deben pagar más por el seguro que por el mantenimiento. Hay carros baratos, es cierto, pero lo que duele no es comprarlos, sino asegurarlo porque mientras peor sea el historial del cliente (accidentes, multas, problemas) más cuesta el seguro, y si andas sin él vas preso. Los parqueos son escasos, caros y complejos. Mejor opte por el tren y vaya suave.
A la hora de comer la variedad te puede volver loco. Si intentas mantenerte saludable ubica bien el lugar porque la comida chatarra sobra, hasta regalada aparece. Incluso, el refresco es gratis en los M mientras debes pagar por el agua y el jugo. La ensalada cuesta dos veces que la hamburguesa con papas. No coma pizza de las cadenas tradicionales, son media libra de queso y treinta de grasa, por eso no sorprende que los mayores niveles de obesidad estén aquí.
Pese a las erráticas políticas de Donald Trump, la comunidad es inclusiva y respeta mucho las raíces y credo de los inmigrantes. La publicidad apuesta a la libertad de expresión, al amor en cualquiera de sus preferencias y a la conciencia colectiva. New York -vieron que ya hablo inglés- está compuesta por tantas culturas como esquinas, por lo que la discriminación cada vez se ve menos, aunque se ve.
Los lugares emblemáticos donde todos los visitantes comparten sus fotos están diseñados para turistas, los que viven acá no suelen ir a esos puntos porque no tienen tiempo, porque no tienen dinero o porque el único día libre lo cogen para hacer lo que menos hacen: dormir.
El Central Park es un centro de acopio en verano, todos van hacia allá. La ropa es barata si está fuera de temporada, aunque puedes encontrar buenos especiales si bajas de la nube consumista y vas por lo funcional. Procure que el chin de inglés que ya sabe le sirva para regatear en las tiendas pequeñas porque las grandes no dan rebaja. Hay zonas donde un llavero cuesta cinco dólares y otras uno o dos, quizás menos.
La vida nocturna es muy específica. Los nativos van a algún club conocido donde no peligre su integridad y gasten poco. Cada etnia tiene su ambiente, su coro, su espacio. Puede que veas algunas mezclas, pero casi siempre se hala para su lado.
En cuanto al oufit y look las criollas van de robo porque las mulatas de aquí usan muchas pelucas y las blanquitas ya no saben de qué color es su cabello natural. Cada quien viste como le da la gana, aunque ciertamente hay tendencias y la moda se lleva la mitad del salario de muchos jóvenes.
La realidad de la Gran Manzana es que puede ser una gran ciudad para trabajar como burro, hacer su casita en Dominicana e irse a disfrutar de su tierra, que es única. En esta ciudad norteamericana no se vive ningún sueño porque no hay tiempo para soñar, no hay dólares en el suelo porque se usan para enrrolar el tabaco y si su primo va allá haciendo bulto de que él sí tiene la paca, no le crea, lo más probable es que haya tomado 2,000 dólares prestado para pagarlo en un año y con eso baja al barrio en paquete. La vida es muy dura de este lado, demasiado.
New York y Nueva Yol son dos ciudades distintas. La primera se ve chulísima en la pantalla, la segunda es la movie estresante y caótica que protagoniza cada inmigrante. La primera se toma la foto en la escalera roja, la segunda la barre. La primera juega en la nieve, la segunda la maldice porque le resta horas de faena y eso se traduce en menos dólares para cubrir los gastos.
La primera cuenta los días para regresar, la segunda anhela que llegue el día en que pueda salir y no volver jamás. Realmente Fellito no se equivocó, solo que él hablaba del York. Balbuena tuvo que padecer la diferencia y por eso la película termina en L.