Femenicidios anunciados: horror, vergüenza, imprevisión

Femenicidios anunciados: horror, vergüenza, imprevisión

Lo más dramático de los femenicidios no es su carácter de epidemia, sino la frecuencia con que son anunciados por el victimario y denunciados por la víctima. Se pone de manifiesto la falta de responsabilidad y de previsión de las autoridades, la desesperación e impotencia de las víctimas, y una conducta de familiares, relacionados y vecinos, y de la comunidad en general, como en una modorra anestésica, por carecer de un marco de referencia conductual para desarrollar respuestas de tipo individual o conjunta.

Por una parte está el horror de las víctimas, y por otra, la desvergüenza e irresponsabilidad institucional y colectiva. Mayormente, porque se trata de un tipo de amenaza y homicidio que no afecta a toda la población, que al ser tan específico e individualizado, la víctima queda en una especie de aislamiento emocional, psicológico y social. La víctima potencial, la mujer abusada y amenazada de muerte, es situada en un espacio psico-social aislado y desprovisto de vigilancia y solidaridad de partes de los vecinos y las autoridades.

Pareciera que el resto de los relacionados y conocidos del lugar, dijeran: Ella se lo buscó. Y en pleito de marido y mujer, nadie se mete. Mientras ella guarda silencio, culpa y vergüenza por su fracasada relación de pareja, hay una consigna “secreta”, no confesada, por parte de vecinos y parientes, obedeciendo a una antigua maldición de la sociedad a la mujer que se atreve a desafiar el poderío y la autoridad del macho, y que no tiene “el tacto, la capacidad de humillarse, o de seducir al varón, con sus artes amatorias, u otros mecanismos de adaptación y defensa de la víctima. Se trata de una víctima culpable, según la cultura.

Las autoridades parecen obedecer al mismo patrón cultural al fallar notoriamente en proveer los estudios que deben llevar a la comprensión del fenómeno – que lo es – y a la toma de medidas correspondientes, que involucren familiares, vecinos y autoridades locales; no solamente la pobrísima acción del Ministerio Público y la policía.

Deben estudiarse las “muestras cautivas”, de víctimas y victimarios, disponibles en cárceles, registros policiales, y del Ministerio Público. Los estudios deberán incluir las familias “normales”, mediante muestras nacionales representativas de los hogares dominicanos. Sociólogos, antropólogos, psiquiatras y psicólogos deberán auxiliarse de otros especialistas para hacer un proyecto serio de investigación y de manejo institucional del problema.

El machismo hace crisis en circunstancias previsibles. Las consignas manejadas por OGN y organizaciones para la defensa de la mujer han sido deficitariamente orientadas, y generalmente tan solo logran acentuar un afán “liberacionista” de mujeres que carecen de base intelectual y económica apropiadas para el “status” deseado.

Y envalentonarlas, sin darles elementos de auto-defensa, en el marco de una sociedad que piensa que en pleito de marido y mujer nadie se meta. Este elemento ideacional de nuestra cultura machista, hay que decodificarlo y desmontarlos inteligentemente. Las consignas, las denuncias y las protestas frente a Palacio no bastan cuando “los demás” entienden que el asunto les es ajeno. Y los machos abusadores lo saben.

 

 

 

 

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