España está escandalizada porque sus estadísticas indican que teniendo una población cinco más que la dominicana, tiene una tasa de feminicidios cinco veces inferior a nuestro país! Imagínese el lector cómo debiéramos estar nosotros, donde es una de las principales causas de muerte. ¡qué escándalo!
Es necesario distinguir aquí entre homicidio a mujeres (y niñas) o feminicidio, y el Uxoricidio, o asesinato de mujeres por razones pasionales, aunque los hay por otras causas que se incentivan por la habitual fragilidad física o por prejuicios de género contra víctimas con mayor estatus intelectual o social que sus agresores.
La alta proporción de victimarios uxoricidas que se suicidan poco después del crimen, indica que en estos delitos hay un componente cultural poderoso que se impone como un código rojo por antivalores que se inculcan a los hombres desde la infancia en la familia, la vecindad rural o barrial y los demás grupos y organizaciones, porque la violencia como forma de vida se convierte a veces en el camino de supervivencia más expedito al hombre común dominicano.
El machismo y el culto a la violencia son actitudes ante la relación de contenido sexual, al que a veces no son ajenas mujeres que prefieren manipular esos contravalores para sacar ventajas, en lugar de una relación igualitaria.
Se requiere un esfuerzo continuado y coordinado de reconstrucción de valores y normas sociales que abarque el hogar, la escuela, las leyes y procedimientos, la actuación policial en esos conflictos, la justicia, las iglesias y el Poder Ejecutivo, a través de programas que eviten la impunidad y refuercen el rechazo a la violencia machista en todas sus manifestaciones.
Tal como señala la presidenta de FEDOMUSDE, Janet Camilo, los feminicidios tienen profundas raíces en la exclusión social; pero también ha sido utilizada como mecanismo de poder de los grupos dominantes para someter a las mujeres al servilismo y a la aceptación de posiciones de subordinación y salarios por debajo de sus capacidades.
No hay que olvidar que durante la edad media la la cacería de brujas que llevó a la hoguera a miles de parteras y curanderas con la sanción favorable de autoridades civiles y eclesiásticas, no era más que un mecanismo para marginar a estas mujeres de una actividad que ejercían los médicos y monjes; en una época en que el propio Paracelso, padre de la medicina moderna, confesó que la mayor parte de lo útil que sabía de la materia lo había aprendido de esas curanderas perseguidas.
Mientras no se eliminen de la vida cotidiana la cultura de la violencia, la impunidad solidaria por parte de autoridades que califican de problemas de marido y mujer privados: la mayor parte de los abusos que son denunciados por las víctimas antes de ser ultimadas, y no se castigue a los reincidentes, a pesar de eventuales declaraciones contradictorias de éstas, y se expongan al escarnio público a esos delincuentes; junto a programas de empleo y concientización a mujeres y hombres; las cifras de feminicidios y de uxoricidios en particular, nos hará avergonzar ante el mundo.