Fenomenología del primer nihilistaruso

Fenomenología del primer nihilistaruso

Estoy plenamente convencido por las lecturas que he realizado que la intención de Turguéniev al escribir la novela “Padres e hijos” fue, sobre todo, empeñarse por comprender el trasfondo social, los orígenes y las modalidades psicológicas de la forma de reaccionar de los jóvenes intelectuales de nueva estampa radical ante los nuevos retos que se presentaban a la sociedad rusa en la sexta década del siglo XIX, más que intentar continuar la polémica abierta por aquellos con la crítica despiadada realizada a las obras anteriores del escritor.

Si nos detenemos y observamos con cierto detenimiento la estructura de la narración, podríamos llegar a hacer constataciones sumamente interesantes. Por ejemplo, que en ésta obra su autor no modifica su esquema habitual de comenzar sus novelas presentando una situación banal donde aparecen algunos de los protagonistas.   Desde allí continúa a relatar lo que acontece, analiza los caracteres, traduce el paisaje del entorno en una invitación a asumir determinados estados de ánimos y cierra mostrando como todos estos elementos en conjunto conforman un atmósfera espiritual que constituye como la primera expresión de la trama.   Después, modifica la disposición inicial con la introducción, en oportunos momentos, de nuevas situaciones y encuentros dramáticos, y describe la oscilación de diversos estados de ánimo en las figuras principales. Adelanta, posteriormente, incisos que reportan reflexiones, salidas pasionales, retraimientos y perplejidades, que provocan una disposición interior que conmueve las raíces existenciales del personaje y sirve de impulso o de contención a su comportamiento y actitud.   En efecto, en esta ficción sigue primando el gusto por la descripción apacible y poética de la naturaleza, y a los protagonistas se les dibuja, más que mostrando su historia o su modo de ser, sugiriendo el trasfondo en que se mueven y que los comprende.

En esta obra, además, prima la descripción de los más recónditos estados emocionales que experimentan los personajes al mudar las situaciones; y se relata como todo esto encaja y se funde con el monólogo interior, con los parámetros sociales que definen lo razonable en la conducta, con el grado de complicación emotiva y con el carácter o la actitud que domina su apertura al mundo.   Sin embargo, a pesar de que la manera de narrar la “historia” es en apariencia semejante al modo habitual de presentar y organizar la trama, tal como lo encontramos en sus obras anteriores, tengo la impresión de que si se observa con mayor detenimiento la estructura de la novela con relación a la urdimbre de lo que se narra, se nota que el contenido exterior de la historia es, en éste caso, un asunto banal, insustancial, algo puramente intrascendente.   El argumento de la obra es el relato de un viaje de regreso a casa por las vacaciones de verano y de las incidencias y peripecias que acontecen a dos jóvenes radicales que vuelven al campo a visitar a sus padres. Primero Arkadi, joven de cierta nobleza y abolengo, lleva a la propiedad de su progenitor a Bazárov, quien es estudiante de termino de medicina y es invitado a permanecer unos días en la propiedad; y luego, Arkadi, es a su vez convidado a conocer y a permanecer unos días con los padres de Bazárov, gente de origen noble pero decaída, pequeños propietarios por parte de la madre, mientras el padre fue un burócrata, un oficial médico retirado del ejército. En este ámbito es que acontecen los hechos que se narran.   Como intermedio entre estos dos actos, los jóvenes viajan a la cercana capital provincial, donde conocen a burócratas y a ciertos ejemplares deficientes de jóvenes radicales y pretendidas mujeres  “liberadas” y, además, conocen a la inteligente joven Ana Sergievna Odinkóva, que los invita a pasar unos días en su casa de campo. Este encuentro precipita el desenlace de la obra.   Empero, si se mira bien, en esta obra la tarea del narrador se concentra más bien en dar un “paseo” a Bazárov. El núcleo de lo que realmente desea narrar Turguéniev, se concentra en observar y describir fielmente el comportamiento y la actitud de Bazárov en su periplo por los campos de una lejana provincia del Imperio ruso.   El autor lo va colocando en diversos ambientes ideológicos, culturales y sociales para observar y describir como reacciona en cada uno de tales entornos existenciales. Turguéniev es un mago para hacer pasar a sus personajes de un ámbito social a otro y en ello estriba –según me parece- la auténtica trama de la obra.   Admiro en “Padre e hijos” la manera pulcra como el todo viene relatado y estructurado en un proceso descriptivo coherente, desarrollado sin vacíos existenciales, que abre a la vista y entendimiento del lector, una rigurosa y amena «fenomenología de un nihilista»; esto es, presenta quién es, cómo actúa y reacciona este nuevo fenómeno socio-cultural ruso al entrar en contacto con los más disímiles ambientes.   Turguéniev exhibe como procede y actúa su nihilista cuando dialoga y participa en actividades ligadas con gentes del pueblo, y como lo hace frente a aristócratas de estampa romántica o de índole liberal o ante funcionarios y burócratas arrivistas. Lo pone de cara a otros jóvenes seudo-intelectuales parlanchines, de talante radical; ante mujeres que posan como liberadas de la opresión machista que impone el sistema vigente, así como con mujeres de sociedad, inteligentes y dominadoras, que saben seducir, que saben como hacer despertar, por primera vez, en un ser frío y reconcentrado como Bazárov, la experiencia fundamental del amor.   El escritor conoce la manera adecuada de exponer y reconstruir, de manera perfecta, cómo se comporta el nihilista en el seno de su propia familia, y retrata magistralmente la actitud filosófica que está a la raíz de su racionalidad. Muestra, finalmente, la actitud heroica, estoica, en apariencia sumisa, pero siempre coherente con su modo de ver y sentir, que asume ante el fenómeno de su próxima muerte, producida por una infección que no se justificaría si consideramos el nivel de su conocimiento médico, y que sólo se acredita como el triunfo de una pulsión de muerte que en él anida. La muerte de Bazárov es trágica aunque sea doméstica, pues viene a destruir tanto sueños de grandes transformaciones de la sociedad y de poder servir a la ciencia haciéndola avanzar por medio de su privilegiado intelecto y de su entrega.   La descripción de Turguéniev intenta mostrar al lector, a partir de la manifestación inmediata de un ser que se va revelando a sí mismo desde sí, el contenido y la estructuración del fenómeno -el nihilista- que el escritor persigue con tenacidad y paciencia para recrear en una imagen fiel los grados de exteriorización de la conciencia de Bazárov desde sus propios modos de ser.   Es por ello que el ojo del escritor se concentra en delinear su actitud ante el mundo, el talante emocional que lo domina, los valores que defiende y los objetivos que aspira alcanzar el sujeto concreto nombrado Bazárov. Esto me lleva a pensar que la manera adecuada para describir la dirección a qué apunta esta gran obra sería interpretarla como una excelente, amena, dramática y,  sobre todo, rigurosa, fenomenología del primer nihilista ruso.  

Lobrea@mac.com

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