Fernández, lo caótico y Ataturk

Fernández, lo caótico y Ataturk

JACINTO GIMBERNARD PELLERANO
No tengo la menor idea de cómo puede hacerse. Pero se trata de la responsabilidad del Presidente Fernández y de quienes participan en el comando de la Nación. Dios les ilumine. Había yo previsto que un desorden tan terrible como el que nos dejó a los dominicanos el mandato del presidente Mejía nos iba a dejar una resaca espantosa y que las aguas nacionales se habrían de ver como episodio dantesco cuando empezaran a salir a flote las basuras, las monstruosidades mantenidas bajo inmersión.

Resulta, simplemente, que todo está mal. Repito que no tengo idea de cómo podrá enderezarse tan descomunal entuerto, que habrá de continuar mostrando horrores nuevos, impensables. Pero hay que ir limpiando la Nación, mirando de frente las porquerías y las malignidades de esa impunidad monstruosa que viene creciendo como una enredadera tropical desde la eliminación física de Trujillo, quien la mantenía bajo férreo control. Descabezada la tiranía, nos cayó encima una extraña versión de la democracia: la democratización del delito y de la impunidad. La otrora clase media quedó súbitamente empobrecida en los últimos cuatro años y los pobres y débiles, pauperizados hasta lo insoñable.

Su derecho quedó limitado a pagar por los robos de los poderosos.

Los miles de millones de pesos y de dólares que saquearon, estafaron y malversaron las gentes del gran poder tenemos que pagarlos los trabajadores honrados, sufrientes de dolorosas estrecheces económicas y víctimas de los comerciantes inescrupulosos e insensibles que, aunque baje el dólar, venden como si subiera.

Comprendo que para lograr poner en marcha el acuerdo Stand By con el Fondo Monetario Internacional había que promulgar la ley de Reforma Fiscal, que elevará aún más los precios de todo, de lo imprescindible.

Yo me pregunto, con las enormes variaciones de precio en un mismo día y hora en diferentes puntos de venta, cuánto dinero llega al Estado por concepto de ese ITBIS que, aunque ahora elevado a un dieciséis por ciento, sigue siendo un mecanismo abusivo que me luce engrosador de bolsillos privados, y no veo que se haya establecido un sistema de control.

Cuando los impuestos van adonde deben ir, la ciudadanía los paga de buen grado. Todos debemos contribuir a fortalecer económicamente al gobierno, sumido en una espantosa crisis, con «los números en rojo», como ha reconocido y declarado el presidente Fernández. Eso está bien. Pero es necesario que los ladrones devuelvan lo robado, han de iniciarse procesos para el retorno de las monumentales fortunas en dólares, originadas aquí, que hoy e encuentran en bancos extranjeros y en «paraísos fiscales». Está uno harto de que lo esquilmen y…aquí no pasó nada.

No se trata de persecuciones ni aplicación de la Ley del Talión: ojo por ojo y diente por diente, que se ha mal traído del inglés con su vocablo «retaliate». No es asunto de revanchas ni de cacería de brujas al estilo de Salem en 1962 con la participación del juez Sewall. No tenemos aquí en la justicia personajes tan fanatizados como aquel juez y aquella corte. Pero hay que hacer justicia. Mientras no se ataque de frente la impunidad, el país no va a avanzar.

Creo que al presidente Fernández le ha tocado ocupar la Primera Magistratura del Estado en un momento estelar. Tendrá que pagar un alto precio político, pero haciendo lo que hay que hacer entrará en la historia como un héroe. Me recuerda el caso de Kemal Ataturk (1880-1938) el líder turco creador de la moderna Turquía, genio de las transformaciones, aún de las más complicadas, destructor de centralismo estatales y promotor de un nuevo concepto positivo del Islam.

Aquí necesitamos un vuelco de ese tipo.

Habrá que enfrentar muchos peligros, pero la Gloria espera con laureles que nunca pierden su verdor.

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