Fernández recorre zona devastada

Fernández recorre zona devastada

POR MANUEL JIMENEZ
María no ocultó la emoción cuando el presidente Leonel Fernández llegó a su refugio, en la escuela José Gabriel García, de Samaná: ¡Qué hombre que está bueno! ¡Mírenlo, no se pone viejo!, gritaba entre saltos y algarabía. En su trance, a María se le olvidó las causas por las cuales estaba refugiada allí, junto a dos docenas de familias a quienes el huracán Jeanne les destrozó sus casas y ajuares.

Los aplausos y los gritos salían de manera espontánea, en algunos casos, hasta con frenesí, por parte de adultos y niños que observaban desde los pisos superiores del plantel, en tanto que los más osados trataban de llegar al Presidente para ofrecerle su propia versión de los hechos y contar sus penurias.

El calor resultaba sofocante y el Presidente, rodeado de escoltas y acompañantes civiles, dejaba correr por su rostro las gotas de sudor, sin que pareciera preocuparle las altas temperaturas.

Antes de volar a Samaná, la tarde del sábado, el helicóptero presidencial presentó desperfectos y Fernández, ya a bordo del aparato, en el helipuerto del Palacio Nacional, hubo de desmontarse y esperar hasta que los técnicos hicieran su trabajo.

Media hora después, el moderno aparato de doble turbina, estaba listo y alzó vuelo, escoltado por otros tres helicópteros de la Fuerza Aérea, hacia la región noreste del país.

Desde arriba se aprecian algunos de los daños, pero no se tiene conciencia real de la magnitud del castigo hasta que se sobrevuela la costa y parte de la zona rural de la región. Jeanne castigó esta zona siendo huracán, con vientos de hasta 120 kilómetros por hora y torrenciales lluvias.

Cientos de palmeras y árboles están en el suelo, otros siguen en pie, pero sin hojas y escasas ramas. La desolación se aprecia bastante en la periferia de la  ciudad y en zonas turísticas adyacentes como Las terrenas y Las Galeras, donde hoteles y viviendas sufrieron por igual la furia de Jeanne, que pese a perder fuerza al interactuar con los sistemas montañosos del país, siguió castigando todo el resto del litoral noreste, así como las poblaciones del Este, norte y noroeste del país.

¡En Samaná hay muchos daños!  Exclamó el gobernador Fausto Forchue, mientras procedía a rendir un informe al presidente Fernández.

Pero un señor entrado en edad, con canas en su cabeza, individualizaba de manera más dramática la situación: “Mi casa se fue abajo, estoy vivo de milagro. ¡Yo no tengo nada! Dijo el hombre, quien, sin embargo, reaccionó esquivo cuando se pidió su nombre.

El general retirado Luis Luna Paulino, director de la Defensa Civil, dijo que en toda la provincia existen unos 640 damnificados, “pues muchas familias han retornado a sus casas, de manera voluntaria. Al resto se les está tratando de reparar sus albergues”.

Felipe Abreu Roedán, director del Instituto Nacional de la Vivienda (INVI), se empeñaba en ofrecer explicaciones por la tardanza en la llegada de materiales para reforzar las tareas de reconstrucción de casas y edificios: “Estamos esperando 500 mil pies de madera y unas 30 mil hojas de zinc. Ya el Presidente dio las instrucciones y estarán aquí”.

Expresó su creencia de que en lo inmediato haya que realizar acciones concretas, rápidas, para tratar de recuperar la normalidad.

“Eso significa que los refugiados que están en las escuelas deben recibir el apoyo del gobierno en la preparación de sus viviendas, para que puedan salir de estos refugios y volver a sus hogares” Dijo, de su lado, el presidente Fernández, al iniciar una entrevista con periodistas locales y otros que les acompañaron desde la capital.

“Pero no quiero hacer aquí promesas, en razón de que todo el mundo sabe que asumimos la primera magistratura del Estado en condiciones económicas muy criticas. Aún estamos en una crisis económica muy severa”, recordó Fernández.

En el trayecto hacia Las Galeras, bordeando la costa, prácticamente despoblada de árboles y palmeras, el presidente Fernández hizo una parada en Arrobo El Cabo, donde las furias del huracán no se detuvo ni siquiera frente los hogares de oración al Señor, pues destruyó parcialmente las iglesias católica y evangélica.

La gente, muchas de ellas damnificadas, se aglomeró rápidamente en torno al Presidente e iniciaron un rosario de peticiones.

 Pedían madera y zinc para ellos mismos reparar sus casas, así como una bomba para poner a operar el acueducto local. En todo los complació el presidente Fernández y la bomba, según el director de Inapa, Víctor Díaz, llegaría a la zona este lunes.

“Yo lo que quiero es que usted ponga la luz aquí, porque aquí tenemos una luz privada y yo pago dos mil pesos y solo tengo una nevera para tomar agua fría”, se quejó voz en cuello un señor que aludía a la empresa privada de electricidad de la zona.

Los helicópteros esperaban en una llanura próxima, listos para proseguir el vuelo hacia Monte Plata, otras de las zonas afectadas.

Aquí, el Presidente no salió del estadio de béisbol donde se lanzaron los cuatro aparatos que atrajeron con el ruido a los pobladores. En este lugar escuchó diversos informes sobre poblaciones incomunicadas, puentes resquebrajados y damnificados que aún esperan la ayuda del gobierno.

Pese a las quejas, los cálculos de Emigdio Sosa, director del Plan Social de la Presidencia, indican que a las zonas afectadas se han enviado más de un millón de raciones alimenticias.

¡Y seguimos enviando! Garantizó el funcionario.

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