Fernández: Tiempo de acíbar y soledad

Fernández: Tiempo de acíbar y soledad

Si aplastada por prácticas impolíticas, no hubiese perdido toda su fuerza la esperanzadora consigna de la Unión Cívica Nacional: (Basta ya! pronunciada enérgicamente por el doctor Viriato Fiallo con un impacto inicial que se esfumó en neblinas de errores, tendríamos una consigna tajante como el filo de la espada de un samurai.

Sí. (Basta ya! sería la bandera sonora de nuestra indignación. El epitafio pétreo de los grandes crímenes contra el país.

Pero, en verdad, lo que necesitamos no es una frase sino una actitud.

El pueblo reclama el fin del «borrón y cuenta nueva». Se requiere que las autoridades no hablen de «transparencia», como en otro tiempo hablaron de «manos limpias» con igual falsedad. (Que no nos ofrezcan consignas sino acciones justas, patrióticas pero despolitizadas! Estamos cansados de ofertas y decepciones. Ahora tenemos una nueva oportunidad con un presidente experimentado, exitoso, inteligente, interesado en la institucionalidad y el rígido apego a lo legal. Son altas las esperanzas que tenemos en Leonel Fernández, sin que las mengüen las espantosas realidades que nos deja el gobierno de Mejía y su PPH. Sabemos que el gran luchador se conoce en su desempeño cuando el contrincante o los contrincantes son altamente peligrosos, fuertes y dispuestos a todo. Si Julio César no hubiera dispuesto de apenas cuatro legiones, o sea, menos de 30 mil hombres, para enfrentar 400 mil helvecios y 30 mil germanos que se unían para reforzar en Flandes a su hermano de raza Ariovosto, su victoria en las Galias contra helvicios y germanos no hubiese tenido la significación que le ha reconocido la historia. Tras esas victorias, habiendo saltado a las Islas Británicas y, Támesis arriba, someter al rey Casivelauno al poder de Roma, un senador le preguntó cómo había podido realizar tales conquistas con un ejército tan pequeño.

– La inteligencia puede más que la fuerza- respondió César.

Si no sucede siempre así, es por alguna carencia de inteligencia, facultad que tiene ramificaciones esenciales para su óptima función: requiere de astucia y desconfianza (que no sea enfermiza como se le atribuía a Felipe II de España «la enfermedad de la sospecha»). En la hercúlea labor que le aguarda, Leonel Fernández deberá tener muy presente -eso esperamos- la diferencia que existe entre quienes, compañeros y colaboradores, merecen su afecto y hasta agradecimiento personal, pero no la confianza del pueblo por ciertas conductas -digamos sinuosas y opacas- que tuvieron en el período 1996-2000 y que tuvieron un peso en su, no obstante, exitosa gestión gubernativa.

No creo que el Presidente Fernández repita uno de los graves errores del Presidente Mejía, nombrando y manteniendo contra tremendo viento y marea, funcionarios incapaces y corruptos. Escuchando «asesores» que únicamente asesoran bien y sabiamente (hay que reconocerlo) sus intereses personales. (Qué bien lo hacen!

Aunque yo no creo que en Gurabo premien a quienes se comportan mal, con tal de que sean «amigos», Mejía ha mantenido una odiosa impunidad sobre sus amigos delincuentes. Ladrones sin escrúpulos, tratándolos igual que a los pocos honestos servidores que entraron en la canasta de los ministerios y las posiciones formidables.

Al Presidente Fernández le aguarda un tiempo de amarguras. Tal parece que la famosa Silla Presidencial no es «de alfileres» como decía el doctor Balaguer, sino de acíbar y soledad. Soledad acompañada mientras dura el poder o las esperanzas de un retorno. Pero la esencia del gran poder es acíbar y soledad.

Y cuando se quieren hacer las cosas bien, crecen ambas realidades.

La vigencia de esas multitudes que hoy abejonean junto a Fernández mayormente tienen capacidad de vuelo hasta que logran lo que buscan, que rara vez es bueno para el país.

Señor Fernández, estamos convencidos de su inteligencia y buena intención. (Encienda la preventiva astucia y la sana desconfianza!

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