Con el sentido deceso de Fernando González Tirado, el pasado lunes, la crónica deportiva vernácula pierde a una de sus personalidades más egregias y respetadas, reconocido por el sobrenombre de la “Biblia” por sus vastísimos conocimientos, atesorados gracias a su asombrosa memoria personal, que durante décadas fue una fuente de consulta que siempre puso al servicio de sus coetáneos y de las nuevas generaciones.
Cuando todavía en el país no eran muy asequibles las estadísticas sobre los deportes más populares de la época, como el béisbol y el boxeo, para resolver cualquier aclaración o disputa entre fanáticos sobre récords o hazañas, el camino expedito era acudir donde González Tirado, quien de inmediato con su estilo impactante ofrecía la respuesta correcta; en sus programas diarios radiales hacía un detallado resumen de las actividades, principalmente sobre las Grandes Ligas, labor que más adelante (en los 70 y 80) compartió con sus connotados pares Tomás Troncoso y Roosevelt Comarazamy a través de la emisora HIZ.
Entre los rasgos principales que adornaban su personalidad hay que destacar su bonhomía, pues siendo una las figuras más señeras de su generación, integrada por luminarias como Billy Berroa, Félix Acosta Núñez, Max Reynoso, Max Álvarez, Fidencio Garris, Johnny Naranjo y Jorge Bournigal, entre otros, jamás se tornó petulante ni prepotente, sino todo lo contrario, siempre estuvo presto a servir a los demás.
Siempre será recordado como un ciudadano que supo predicar con el ejemplo, un verdadero templo de honestidad que no se dejó tentar por la vanidad y el lucro, un modelo que debe servir a la nueva camada de cronistas, una época que requiere redoblar cada vez más los esfuerzos por los principios éticos de quienes laboran en un ámbito que supera en impacto y publicidad a cualquier otra manifestación humana, pero que también ha sido penetrado por el soborno y el fraude. Siempre estuve convencido que quizás por su temperamento y prudencia no logró una mejor situación material acorde con su talento y preparación. Pero no me cabe la menor duda que se fue con la satisfacción del deber cumplido.
Desde mis años juveniles al escucharlo me atrajo su estilo y sapiencia, por lo que tengo que reconocer que fue una de mis primeras influencias a través de mi inolvidable tío José Miguel Fortunato, quien a más de ser una buen beisbolista, era un asiduo oyente del programa de Fernandito González.