Fernando Peña Defilló y la espiritualidad

Fernando Peña Defilló y la espiritualidad

Fernando Peña Defilló había concebido su museo, para reunir una obra personal de casi 60 años -o sea la parte disponible fuera de las colecciones oficiales y privadas, nacionales e internacionales-.

Cuando el maestro falleció, se confió esta importante tarea a la fundación que lleva su mismo nombre, y posee más de 350 cuadros, pinturas y dibujos, cuidadosamente conservados.

Honrando la memoria y el deseo del maestro, exposiciones antológicas se organizan periódicamente y se presentan en una sección especial del museo eligiendo los cuadros y variando la temática.

Actualmente tenemos la oportunidad de contemplar decenas de obras, ilustrando a “Fernando Peña Defilló y la espiritualidad”. Es una excelente selección que revela riqueza del pensamiento e íntima convicción.

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La fe y el culto mariano

Captura 1

Relacionada con las fuerzas del universo, toda la creación de Fernando Peña Defilló es iluminación sin principio ni fin: abundan los signos -así el círculo, el corazón, la cruz- que son símbolos de su fe.

El sincretismo afroantillano nos retrotrae a lo autóctono, a la dominicanidad, a las Antillas, cimientos de casi toda la obra, unidades articuladas entre hombre, tiempo y espacio.

Ahora bien, lo hagiográfico y celestial no sobresale como elemento primordial de la pintura. Más que una “profesión de fe”, en el sentido religioso estricto, leemos una volubilidad creadora, una facultad de metamorfosis continua, una dinámica de movimientos, ritmos, diseños, composiciones, que acentúan la parte formal y estética, tanto y más que una propuesta dogmática.

Si nos fijamos en un contexto nacional y a la Virgen de la Altagracia, la representación mariana nos lleva a los territorios del artista, en el dibujo y la pintura. Aquí, está la capacidad de expresar no solamente lo real-maravilloso de la juventud y la femineidad, sino una pluralidad de rasgos sicológicos e inspiraciones culturales. Si nos deslumbra la iconografía de la Virgen y de madonas con orígenes distintos, lo antillano domina y, en este mismo contexto, la mayoría sorprende, seduce o impacta.

Aunque la vida de Fernando Peña Defilló se regía según una mística personal y nunca descartó la fe, era en términos de espiritualidad, de ideales, de sabiduría.

En la Virgen, él acentúa una expresión, a la vez lúdica, poética y plástica, más que una figura estrictamente destinada a la plegaria.

Por cierto, entre los subtemas, él ha plasmado la maternidad como hecho y símbolo del amor, sus vínculos entrañables e indestructibles, su amparo contra el infortunio. Le ha rendido hasta un homenaje interracial.

Pensamiento oriental y naturaleza

Fernando Peña Defilló, católico de nacimiento, se ha sumergido en el budismo y el pensamiento filosófico oriental, además de los misterios cristianos y de la espiritualidad en general. Su “Eterno Retorno”, título de la gran exposición retrospectiva en el Centro León en el año 2009, significaba un infinito equilibrio, apoyando la meditación y sus temas perennes: la naturaleza, la vida, la muerte.

Nos refería a la teosofía, siempre integrada por el artista en la obra desde las primeras épocas del regreso a la isla.

En fin, los recursos admirables de una técnica y una academia totalizantes, la (re)conversión del espíritu en la materia, la imagen de nuestra riquísima naturaleza están presentes en la abundancia y la exquisitez iconográfica que Fernando Peña Defilló proyecta, con una potencia que sublimiza la pintura como categoría, a la vez plástica y espiritual.

Así los magníficos paisajes interiores sugieren que esa naturaleza circundante es también verdad existencial profunda para el artista.

El último período

El período final se convierte en simbiosis y expresión suprema de misterios y misticismo, trascendidos en lo real-imaginario del pintor. Tanto están el origen del mundo como el peligro de apocalipsis y un llamado a la paz absoluta.

La espiritualidad de Fernando Peña Defilló ha inspirado cada una de los cuadros expuestos en esta antología que tampoco evade las obras postrimeras… ¡“Papo“ nunca dejó de pintar!