Fernando Peña Defilló
Imágenes de una
ardiente persistencia

<STRONG>Fernando Peña Defilló<BR></STRONG>Imágenes de una <BR>ardiente persistencia

La obra de Fernando Peña Defilló se constituye en un espléndido, maravilloso y fascinante repertorio de imágenes que nos permite registrar la ardiente y fructífera persistencia de una personalidad creadora de finísima sensibilidad poética, pensamiento crítico profundo y, precisamente, figura de primer orden en el panorama artístico hispanoamericano de la segunda mitad del siglo XX.

Como característica distintiva, en la obra pictórica de Peña Defilló se establece una intensa reflexión sobre la dualidad esencial de la condición humana, los seres y las cosas; sobre los signos, lenguajes o códigos que admiten las prácticas artísticas contemporáneas; sobre la búsqueda de la verdad espiritual a través del arte; sobre sus propias devastaciones existenciales y sobre las complejas implicaciones  especulares de la trama relativa entre acción vital, disposición cognitiva, espacio sociocultural y naturaleza.

Dos acontecimientos recientes motivan otra vez este precario intento de pensar sobre la trascendencia y los múltiples significados de la obra de “Papo” Peña Defilló-como cariñosamente es llamado por sus amigos y admiradores más cercanos-este artista dominicano fundamental y emblemático; reconcentrado en su insular taller de la fresca y alta tierra que llamaron los Behiques tainos Jarabacoa. Pensador siempre, maestro de hallazgos memorables y creador proactivo desde la constante experimentación, nacido en la ciudad de Santo Domingo en 1928.

El primero tiene que ver con la publicación del libro “Fernando Peña Defilló y la memoria de los instintos”, edición de lujo de Editora Corripio (Santo Domingo, 2009), traducido al inglés y francés: 297 páginas y profusamente ilustrado con más de 200 imágenes, entre fotografías personales, familiares y  reproducciones de sus obras. Su autor, el reconocido poeta y crítico  Cándido Gerón, no sólo acomete el análisis abarcador de la vasta producción simbólica de Peña Defilló, desde su neoexpresionismo de principios de los 50, su fértil período informalista europeo de los 60, pasando por la abstracción lírica y sus diferentes etapas neofigurativas, sino que al mismo tiempo hace un nuevo aporte importante a la bibliografía reflexiva sobre las artes plásticas y visuales  dominicanas de la modernidad.

Durante su estancia europea (1951-1963), Fernando Peña Defilló comparte estrechamente con algunos vanguardistas “históricos” españoles  como Luís Feito, Rafael Canogar, Manuel Millares, Martín Chirino y los críticos Manuel Conde y José Aillón, fundadores del grupo “El Paso” en 1957. Así, resulta sumamente edificador el apunte de Carlos Areán-citado por Gerón-, en el sentido de que el artista dominicano pionero de la abstracción en América Latina, junto al uruguayo Joaquín Torres García(1874-1949), el italo-argentino Juan Del Prete (1897-1987) y el colombiano Marco Ospina Restrepo (1912-1983). Peña Defilló  es considerado por Areán como uno de los primeros pintores abstractos hispanoamericanos que da a conocer su obra en Europa.

El segundo acontecimiento ha sido la exposición antológica “Fernando Peña Defilló: El eterno retorno”, organizada por el Centro Cultural Eduardo León Jimenes (09-09/02-2010). Partiendo de los fondos del CCEL, Museo de Arte Moderno, Dirección General de Aduanas y distintas colecciones privadas de la República Dominicana, las curadoras de la muestra, Sara Hermann y Karenia Guillarón, seleccionaron 55 pinturas-incluyendo 32 inéditas-, entre las cuales primaban algunas obras paradigmáticas como las tituladas “Círculos Atávicos” (1954), “Naturaleza Abstracta” (1961), “El país secreto” (1964), “Principio” (1966), “Contrapunto” (1967), “La Tierra” (1969), “Cuerpo Presente” (1971), “De este lado del Paraíso”(1971), “Familia dominicana” (1972), “Mitología Criolla” (1972), “El Manto de la Noche” (1998), “La Señal” (1979), “La Familia” (1979), “Sincrético”(1983), “Celebración de la Naturaleza ll” (1992), Persistencia psíquica” (1992), “Manantial”(2002), “Triunfo de la Luz” (2007) y “Aire y Luz”(2008).

Con diseño grafico de Bryan Perozo, editado por Amigo del Hogar y traducido al ingles, el magnífico catálogo de la muestra (182 páginas) es una verdadera joya editorial. El mismo contiene más de 70 imágenes, entre reproducciones de obras y fotografías documentales); rigurosos textos introductorios de doña María Ugarte y el doctor  Rafael Emilio Yunén, Director General del Centro León;  dos brillantes ensayos histórico-críticos a cargo de la historiadora del arte Yolanda Wood (Cuba) y del artista, historiador y crítico de arte  dominicano, Danilo De los Santos;  una cronología abarcadora de la vida y obra del artista, así como unas “volutas” testimoniales que nos revelan los depurados niveles de meditación y el “sabroso” estado de iluminación que registra el pensamiento creador de Fernando Peña Defilló en estos desquiciantes y proféticos umbrales del siglo  XXl.

Además de su discreta condición de autentico “vidente”, Baquiano tras las cifras del enigma o Alquimista de “mundos paralelos”, estas “volutas” nos permiten reconocer y disfrutar esa especie de “aire” lúcido, fluido, íntegro y todavía más vital con que Fernando Peña Defilló respira, aspira y persiste atento al impacto transformador de la acción creadora, que es lo mismo que decir de su propuesta estética visionaria, ideas, sueños, ficciones  y utopías redentoras. En el catálogo, sus “volutas” están numeradas hasta 74. En esta ocasión, compartimos con los lectores de Areíto la 69 que, entre otras claves aproximativas, nos hace recordar la singularidad de su universo simbólico y la especial precisión de sus reflexiones sobre el juego infinito de la extraña interrelación entre realidad, imaginación, vida y arte…

“Tengo sueños donde me encuentro en lugares a veces identificables. Son tan vívidos y tangibles, que no sólo permanecen en mi mente a través del tiempo, sino que suelo visitarlos con cierta frecuencia en mis sueños de cada noche y en mis recuerdos de cada día. En muchas ocasiones (por no decir siempre), cuando intento abandonarlos, me resulta imposible, ya que surgen laberintos y dificultades que me lo impiden; sólo el despertar en medio del sueño es la clave para no quedar atrapado. También en esos sueños, pero en más raras oportunidades, suelo ver infinidad de pinturas deslumbrantes, de colores inexistentes en la realidad. Tal vez a causa de ellas he pintado una serie de cuadros titulada Paisajes de mi interior, aunque por mucho que lo he buscado, reconozco que no logro el esplendor cromático de mis sueños. Seguiré intentándolo”… (FPD, 09).

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