FERNANDO VALERIO HOLGUÍN
El artista de la palabra y el docente

FERNANDO VALERIO HOLGUÍN <BR><STRONG>El artista de la palabra y el docente</STRONG>

POR LEÓN DAVID
1.- ¿Cuándo comenzaste a escribir y cuáles circunstancias de tu vida influyeron en que fueras escritor?

-Creo que comencé a escribir el día en que la maestra de segundo grado me pidió que deletreara la palabra «absoluto» y lo hice correctamente, por lo que me dio el único premio que hasta ahora he ganado: una cajita de lápices a colores.

Como todos, supongo, comencé a escribir poemas a los quince años. Poemas de amor, edulcorados, francamente malos, no aptos para diabéticos. Pero la circunstancia más importante para convertirme en escritor lo fue la prohibición paterna. Cuando tenía alrededor de doce o trece años, mi padre me prohibió leer a Vargas Vila y no entendí por qué. Lo primero que hice cuando pude fue comprarme las novelas Sobre las viñas, Muerta, Aura o las violetas e Ibis.

Luego, en mi casa siempre hubo libros. Mis hermanos, universitarios, mucho más mayores que yo, siempre estaban leyendo novelas de la edición Thor, a dos columnas y con el filo de las páginas teñido de rojo. En cuanto pude me leí Crimen y castigo, Ana Karenina, Los hermanos Karamazov, La guerra y la paz, La dama de las camelias, Robinson Crusoe, y muchos otros más.

2. ¿Cuándo te marchaste a los EE. UU. y a qué te has dedicado todos esos años?

-En 1985 me gané una beca Fulbright para estudiar una maestría en la Universidad de Tulane en Nueva Orleans. Dos años más tarde, regresé al país y di clases durante un tiempo en la UASD. Luego, volví a irme a  EE. UU. para terminar el doctorado con otra beca de la Universidad de Tulane.

Una vez terminado el doctorado me ofrecieron empleo en la universidad de Allegheny. Allí permanecí seis años. Entonces, pasé a la Universidad de Colorado, donde me ofrecieron un contrato permanente y donde doy clases de literatura y cultura afro-caribeñas desde 1999.

3.- Entiendo que en las universidades norteamericanas la crítica literaria es muy importante. ¿En qué ha consistido tu labor como crítico?

-En la academia norteamericana no se concibe la docencia sin investigación, por lo que todo profesor debe presentar sus ponencias en congresos internacionales y publicar una cuota anual de ensayos en revistas especializadas, en los que se dé cuenta de los resultados de sus investigaciones. En los doce años que llevo como profesor en EE. UU. he asistido a más de 30 congresos, he sido invitado por diez universidades a ofrecer conferencias y he publicado seis libros y alrededor de treinta ensayos.

4.- Has escrito novela, ensayo, cuento y poesía, ¿en cuál género te sientes más cómodo?

-Sí, he publicado dos libros de cuentos: Viajantes insomnes (1982) y Café insomnia (200). También publiqué la novela Memorias del último cielo y el poemario Autorretratos. En cuanto a la crítica, publiqué Poética de la frialdad, donde analizo la narrativa de ese gran escritor cubano Virgilio Piñera.

Y aunque he escrito en todos esos géneros, igual me siento incómodo en cada uno de ellos. Y esa incomodidad estética tiene que ver básicamente con el deseo de subvertir los géneros literarios, tal y como han existido tradicionalmente.

5.- Has usado los términos servilletema, cuentema y prosema en tus textos, ¿cómo definirías esos conceptos?

-Bueno, precisamente, cree esos conceptos para escapar un poco a las clasificaciones de los géneros literarios tradicionales. En otra entrevista, definí el cuentema como la menor unidad del cuento y, luego, como un híbrido posmoderno de cuento y poema. Como híbrido, y para parafrasear a Homi Bhabha, el cuentema no es ni cuento ni poema y ambos a la vez. Algunos prefieren llamarlo prosa poética. Yo, en broma, lo denomino «gato volador».

El servilletema fue creado por Julito, un personaje de Memorias del último cielo. El narrador ofrece la siguiente definición del servilletema: «La menor unidad de escritura sobre un pedazo de servilleta. Como unidad distintiva, el servilletema requiere de las siguientes condiciones: la servilleta debe ser rosada y debe estar partida en dos para economizar, el servilletema debe ser escrito en un bar en penumbras y el escritor debe estar lo suficientemente deprimido y borracho».

En cuanto a la palabra prosema, como combinación de prosa y poema, tal vez no sea más que otra forma de llamar la prosa poética.

6.- ¿Quiénes han sido tus escritores predilectos?

-Hubo una época en que Julio Cortázar llenaba mis días. Pero antes de Cortázar devoré las novelas de Hermann Hesse. El barroco Baltasar Gracián con su Criticón ha sido otro de mis grandes amores. Con los años mi gusto y mis lecturas han ido cambiando. Leí las obras completas de Virgilio Piñera, acerca del cual escribí mi tesis de doctorado. También, Augusto Monterroso fue un escritor que me impactó fuertemente, por su cinismo y su agudo sentido del humor. Mi más reciente descubrimiento ha sido esa brillante prosa de Tuyo es el reino,  de Abilio Estévez.

Entre los poetas, Neruda por supuesto, Huidobro, por supuesto. César Vallejo ha sido para mí un poeta que nunca ha dejado de asombrarme. Otros poetas importantes para mí son el portugués Fernando Pessoa, el marroquí Tahar Ben Jallum, el palestino Dahmoud Darwish y el persa Rumi.

7.- ¿Cuál es tu método de trabajo?

-Generalmente trabajo en bloques de tiempo, cuando la docencia me lo permite. Como no doy clases todos los días sino dos o tres veces a la semana, entonces puedo dedicarle a la investigación-escritura un bloque de tiempo de 9 a 12 del mediodía, y después de 2 a 6 de la tarde y de 7 a 10 de la noche. Puedo consagrarle un bloque de tiempo a la lectura o la escritura, a la ficción o a la crítica; tratando siempre de variar para no aburrirme. Aunque a veces pienso que escribo porque me aburro. Mi aburrimiento es epistemológico; un estado de ánimo perfecto para la escritura, ni contento ni triste; más bien, un estado neutro.

8.- ¿Cómo definirías tu estilo?

.Es una pregunta difícil. Creo que mi obra se encuentra a horcajadas entre la literatura fantástica y la surrealista. En mi obra siempre estoy tratando de hacer conexiones entre cosas que en la realidad son distantes o no existen. Mis textos están poblados de sueños rojos y absurdos, de espejos en los que agonizan unos cuantos personajes ebrios, y de salamandras frías. 

Si como afirma Buffon «el estilo es el hombre», entonces debería ser un hombre surrealista. Pero, cosa rara, en espíritu me siento barroco. Luz y sombra. Quiero, no quiero. Siempre en fuga contrapuntista.

9.- ¿Cuáles son tus proyectos literarios para el futuro cercano?

-Ahora mismo acaba de terminar mi año sabático en el que escribí un libro de crítica acerca de la novela del trujillato titulado Presencia de Trujillo en la narrativa contemporánea. También tengo en prensa otro libro de ensayos titulado Banalidad posmoderna. Hace un par de años, terminé de escribir una novela y un extenso poema narrativo que aún permanecen inéditos. Este año pienso viajar a Inglaterra para trabajar con la profesora Vanessa Knights de la Universidad de Newcastle en una recopilación de ensayos sobre el bolero literario latinoamericano que está casi lista.

En fin, que en septiembre cumplo cincuenta años y para celebrarlo pienso publicar cinco libros.         

Lo demás es silencio.

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