Fernando Varela y la seducción de sus obras

Fernando Varela y la seducción de sus obras

Los últimos meses del año ya festejan la Navidad con abundantes exposiciones de arte, y cada centro cultural, cada galería suele proponer muestras especiales. Arte San Ramón Contemporáneo, ya inconfundible como ASR, y su directora Paula Gómez pueden enorgullecerse de sus artistas, presentados de manera privilegiada.

En estos espacios hermosos, Fernando Varela ha expuesto sus “Obras recientes”. El título es simple, llano aun, y por tanto atrae más la curiosidad.
Es que el artista, pensador e investigador, de temperamento enérgico y apacible, siempre invita a una contemplación nueva, aunque hable de una serie y una continuación. Él nos dicta aun las pautas: “La mente en silencio, el corazón expectante, esas serán las condiciones para el acercamiento a la experiencia que queremos transmitir”.
Ciertamente, los experimentos de ese maestro –lo es sin pretender serlo– son fruto de su experiencia, que abarca varias décadas de trabajo, concentrado tanto en la mente como en la mano.
La exposición. Fernando Varela prácticamente nunca se limita a una categoría plástica, y sus “Obras recientes” pasean la seducción entre dibujos, pinturas, esculturas e instalación. Si bien es cierto que conservan su temática, calificadas por el artista mismo como “Forma y vacío”, la extensa búsqueda en torno a esa proposición metafísica y física agrega para el espectador otros llamados a la fruición y a la emoción.
La instalación, monumental y ojalá se convierta en monumento público (¡Que viva la utopía!), la consideramos un modo de “stabil” vareliano, desplegado en la horizontalidad, que ofrece a la tercera dimensión una continuidad espacial y cromática. Más que escultura se vuelve casi obra arquitectónica… Ahora bien, cabe señalar que es de tamaño y proporciones justas, culminando en equilibrio y armonía.
Al igual que las demás piezas, esta instalación no induce a una asociación, a una definición objetiva: simplemente reconocemos autoría y estética. La interpretación será problema del espectador y del crítico; Fernando Varela –al menos aparentemente– nos da esa libertad participante. Nunca hubo anécdota en su obra, aun en las etapas neo-figurativas.
Encontramos la misma geometría sensible en las pinturas, cuya contemplación sencillamente nos procura felicidad visual, el placer de mirar estas unidades modulares –yacentes, superpuestas, imbricadas– en su entorno de lienzo o de papel inmaculado, de espacio libre. ¿Serán morfologías enigmáticas, signos imaginarios, componentes rituales? Varela nos ha acostumbrado a una percepción simbólica, a un misterio existencial.
Sin embargo, lo esencial aquí es la belleza –sí–, una poética de la luminosidad y del color, multiplicado por un Fernando Varela ahora colorista también que domina gamas y tonalidades, la simbiosis de rigor y flexibilidad en la colocación/construcción de los conjuntos, donde líneas y formas se enredan sin embrollarse, donde hasta los intervalos cobran importancia. Tampoco pasaremos por alto el dinamismo resultante, una suerte de ritmo circular danzante cuando se prolonga la mirada, ¡y que no olvidemos una correspondencia con la composición musical contemporánea, con sus asonancias y disonancias!
En la obra de Fernando Varela hay cambios y permanencia, concepto e inteligencia, sensibilidad y reflexión, técnica(s) y refinamiento. En fin, es una exposición para el enaltecimiento del arte y su deleite… abierto siempre por supuesto.

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