Ficción que reta

Ficción que reta

Cuando Gioconda Belli publicó “EL País Bajo mi Piel”, la primera reacción fue el desdén. Sus compañeros jamás evaluaron la perspectiva femenina de la revolución sandinista. No se habían percatado, en medio de la contienda, del otro universo, de la otra realidad. Aquí y entre protagonistas de época y epopeyas, la indiferencia ha sido la norma cuando alguien opina distinto, rebate, desmiente. La elusión es constante, prefieren mantener leyendas, mitos fundacionales, falsía.Inveterado el rechazo a las dudas.La actitud ha permitido exhibir galones que jamás tuvieron, contar batallas que nunca pelearon, conversaciones que nunca existieron. Envejecen jugando con la historia. Y cuando se trata de pensar en “las otras” el desencanto es mayúsculo, tendrían que asumir, primero, que “Proletarios de todo el mundo, uníos” no incluía mujeres. En el año 1985 Margarita Cordero publicó “Mujeres de Abril”, en las entrevistas que contiene está el rigor de la periodista, ineludible, empero, la literatura, la destreza escritural que siempre ha caracterizado la grafía de la Cordero. Ese compendio es germen de “Nosotras las de Entonces”, libro que la autora presentó al público dominicano el pasado 24 de junio. Usando la mampara de la ficción, en el texto están los jirones del momento, la fisura de la fantasía.Los símbolos de la redención, los compañeros convertidos en dioses, el desconcierto con el sacrificio para mantener la llama votiva de la adoración. Escritura de un momento, desde el momento de 3 personas. Tres mujeres con sus abismos y precipicios, sus hondones impenetrables. La mecedora de la conformidad, la espera de un mañana que no existe, el pasado doliente, comentado, que antes fue el futuro. La autora subvierte con una daga ideológica y enfrenta las patrañas usadas como pedestal para un frágil procerato, acomodaticio y rentable, que no se quita las chamarras porque le teme a la desnudez. Procerato sin trincheras, desteñido, sin contradictores y menos si la contradicción tiene nombre de mujer. Como Arúspice contemporánea, Cordero hunde el escalpelo hasta exponer las entrañas de un periodo insoslayable de la historia criolla. Interviene el mito, remueve la costra. Exhibe vísceras, reta las fábulas que permiten vivir a los otros no a las otras. La utopía bajo fuego. Los camaradas y sus dogmas al viento, esa fragilidad sin desafíos que ahora “Nosotras las de Entonces” encara. Cada una de las mujeres relatando cuitas sin eco, porque ya no hay tiempo para enmienda ni consuelo. Atraviesan el suceso para rememorar la cotidianidad, las carencias que, en lugar de empequeñecer, engrandecen. La memoria barrial de la infancia y adolescencia cuando el canal era un río y el estanque el mar. Esa invención que intenta encubrir la fatalidad y encuentra belleza en trastes y tiestos, en la estrechez. Las pendencias del vecindario que forjan el carácter descubriendo amores impropios, los abusos, secretos y misterios de los personajes que rodean la vida y cincelan los sueños. La violencia cotidiana de la marginalidad y ese modo de resistir magnificando. En “Nosotras las de Entonces”está la historia de otra manera escrita. Es la voz de la generación de las voces bajas, esa que creció entre el secreto y el husmear tras las celosías, escuchando el inventario de las desapariciones, torturas, asesinatos, todo susurrado. Generación urbana que fue estremecida cuando apenas comenzaba a descubrir los encantos de la trasgresión personal, del atrevimiento más allá de la militancia.Tiranía, 30 de mayo, la venganza delirante de Ramfis, Navidad con Libertad, elecciones, golpe de estado, triunvirato, las escarpadas montañas de Quisqueya y entonces, el azoro buscó espacio en la trinchera. La guerra provocó otro despertar, fue territorio para algo distinto. Y en “Nosotras las de Entonces” está el tránsito con una perspectiva diferente, desacralizada. Hablan las mujeres y tambalean la invulnerabilidad que ha permitido reinos que sí son de este mundo, de los rincones y zaguanes de Ciudad Nueva. La generación de Abril, no puede ser indiferente a “Nosotras las de Entonces.” Leerlo obliga a enfrentar otro pendiente histórico que el acotejo criollo desvirtúa.

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