Ficción & reflexión en el arte caribeño contemporáneo

Ficción & reflexión en el arte caribeño contemporáneo

POR AMABLE LOPEZ MELENDEZ
En el contexto del arte caribeño de la actualidad, la ficción y la reflexión son dos territorios miltidimensionales que emergen desde nuestra muy natural e instintiva disposición hacia la fábula y el pensamiento. La ficción surge desde nuestro exaltado y alucinógeno estado de consciencia. Desde la magia y la vigilia consubstanciales.

Los artistas que materializan tal territorio lo hacen situándose, precisamente, en el mismo medio de las contradicciones y superaciones de lo real. Así nos enfrentan nuestros «nuevos videntes» ante los contenidos objetivos de estos frutos inesperados de la imaginación, ante las «fugacidades» de los sueños, de la quimera y del deseo.

Pero más que como un contenido objetivo de nuestra producción simbólica la reflexión ha de advertirse como un continente vital, como una condición indiscutible para el examen de conciencia. La reflexión materializa la honda expansiva del cálculo de lo incierto, de lo que no es y sus contrarios. Observando detenidamente algunas muestras de esta producción, podríamos advertir el despliegue intensivo e incisivo de toda una espectrología cotidiana del Caribe contemporáneo. He aquí algunos ejemplos.

TONY CAPELLÁN

(República Dominicana, 1955)

Tony Capellán se formo artísticamente en la Universidad Autónoma de Santo Domingo y en la Art Students League de Nueva York. Durante el último cuarto de siglo, Capellán ha estado desarrollando una intensa y fructífera trayectoria creativa que le sitúa entre los más comprometidos representantes del arte latinoamericano contemporáneo.

El abordaje de problemáticas sociales: valores y ritos culturales identitarios, el amor, la solidaridad, la violencia, la doble moral cotidiana, la sexualidad, el autoritarismo, el comercio de órganos humanos y la devastación ecológica, se establece como marca definitiva de toda su producción instalacionista.

Magnífico taumaturgo del reciclaje, Tony Capellán se vale de una extraordinaria previsión de objetos y materiales recogidos en el Mar Caribe o adquiridos en los márgenes de la posindustrialización para materializar una poética visual cuya apertura nos revela, en penúltima instancia, los altos niveles de elaboración simbólica con los que nuestros artistas visuales contemporáneos llegan a expresar la estremecedora y fascinante complejidad ontológica del Ser caribeño.

EDOUARD DUVAL-CARRIE

(Haití, 1954)

Las imágenes de Edouard Duval-Carrie resultan de un proceso creativo bastante intenso y emotivo. Esto se aprecia en la riqueza plástica y matérica que él llega a extraer en su profundamente mística, arriesgada y deliciosa Alquimia pictórica. Pintura de superficies y atmósferas de oro ardiente. Prístina, lejana, inédita e ignota superrealidad.

Abrasador y atractivo juego de la imaginación que se despliega como resultado de una lúcida incursión en el mar de los signos ancestrales y cotidianos de nuestra Realidad. Imprevista cosmología de azules, solares y nítidas transparencias. El paisaje violeta proclama los instantes del enigma. Sueños. Memorias, ficciones, «fricciones» visuales a costas y al margen de las grisallas, de las sombras y de las superficies espléndidamente reactivas.

Desde mi muy particular punto de vista, en penúltima instancia, sus pinturas recientes expresan la vitalidad de una consciencia distintiva que se reafirma sobre sus más explosivas y fructíferas colisiones sociales y culturales, en el doloroso instinto de superación de toda contradicción existencial, en el poético enigma de la isla, así como en la encantadora y terrible imagen de su pueblo. En ese sentido, su obra opera como vital retroalimento en el proceso de búsqueda ontológica y estética del Caribe, a través de la imagen.

JOSÉ GARCÍA CORDERO

(República Dominicana, 1951)

Según el crítico de arte cubano, radicado en los estados Unidos, Alfredo Triff, «Los engendros de García-Cordero son los testigos oculares de nuestras frívolas hazañas. El examen de la existencia requiere de un observador».

Por su parte, la Dra. Laura Gil, nos advierte que Jose García-Cordero «Es, sobre todo, un artista que nos convence de que la superación de la modernidad no esta en unos medios, sino en el manejo que se hace de estos, y de los términos culturales, en la lucidez crítica con que se cuestionan las limitaciones formales e ideológicas impuestas por el proyecto de la modernidad, y, sobre todo, la ingenua y decimonónica fe en el progreso que informaba el propio proyecto de las vanguardias artísticas del siglo XX, manteniendo, sin embargo, la libertad ganada por estas.

Es en ese sentido que su obra, rebasadora de límites, cuestionadora de tabúes, iluminadora de lo oculto, de lo reprimido, de lo nefasto, resulta además una de las más provocadoras de hoy, adentrándose en el terreno de lo siniestro, trasfondo y límite de lo estético convencional, que es a la vez su negación. Y también en ese ámbito de lo oceánico, donde lo maldito y lo sagrado, como ilustra la palabra latina «sacer», son un solo y unificado abismo».(1).

TIRZO MARTHA

(Curazao, 1965)

Tirzo Martha es autor de una serie de propuestas polivalentes a través de las cuales entramos en contacto con las «delicias rituales» o juegos de poder del poscolonialismo. Con todo el vértigo que es capaz de provocar en los seres humanos sensibles el lucido y libre ejerció de la imaginación. Más que instalaciones, los trabajos de Martha son reacciones metafóricas propias de un creador que opta por una especie de autopsia mental, especialmente en aquellos trabajos en que llega a elaborar simbólicamente las terribles escisiones de la individualidad y de la propia psique colectiva curazoleña.

En este sentido, se impone citar al historiador y crítico de arte cubano José Álvarez de la Campa, quien, al abordar la obra de Tirzo Martha, nos advierte que: «El Artista gusta de incorporar el color negro para establecer nexos sagrados con el destinatario, estableciendo espacios para la reflexión. Creándose una atmósfera conspirativa cómplice, donde la obra dialoga con ese hombre primero, ese hombre que olvidó de donde vino y lo que es más, quién es. La luz de las velas reafirman las imágenes representadas y reflejadas en sus instalaciones, donde transparentes cristales reflejan ese otro yo que tratamos de ocultar, pero siempre alguien o algo nos delata. Los cristales son espejos del alma donde el artista inmola su rostro o escribe conceptos dejando así, huellas de sus reflexiones, dándole al visitante ciertos aspectos de su yo. Ese yo salvado de la ignorancia que en ocasiones puede ser tu yo o mi yo»(2).

MARISEL TAVÁREZ

(Puerto Rico, 1962)

En la obra pictórica de Marisel Tavárez Santos opera una lúcida puesta en abismo de lo real. Oficio riguroso, eficacia conceptual, golpe metafórico e ironía demoledora, nos impactan como factores catalíticos en una implicante práctica artística de belleza indecible. Ética, lúdica, pasional, poéticamente inflamable se reactiva la ficción material.

Su palpitante y reflexiva gramática plástica nos abisma hacia las inefables cifras del asombro. En esta obra arde el misterio de lo invisible y lo inmanente. Estallan preñados los signos de la existencia, el instante, el ritmo, el sueño, el delirio y el pensamiento. La densidad conceptual de los contenidos formales y objetivos arrecia el proceso de tamizaje de la subjetividad y del absurdo en una propuesta pictórica que cala con preciosa socarronería y genialidad la teatralidad de los contrastes socioculturales, mitologías y ritos cotidianos que activan el espacio urbano de su Puerto Rico natal en estos caóticos, deslumbrantes, «transparentes» y desesperados- umbrales del siglo XXl.

En el caso de Tavárez Santos confrontamos su profunda compenetración existencial con el hecho plástico, la alta calidad de su factura, así como el cáustico potencial imagético que estalla en la alquimia de sus más acabadas reacciones simbólicas. Me refiero a trabajos pictóricos de exquisitas cualidades materiales, de extraordinaria fuerza expresiva y de una jovialidad poética de fulminante poder evocador, tales como las tituladas «La piña está agria», «Devorando el Planeta», «Los Polliticos», «Sueño Puertorricano», «Jugando con el Tiempo», «Dime con quien andas» y «Que Chabocha la chevecha», entre otras no menos importantes.

Laura Gil Fiallo: «Introducción a García-Cordero», texto del catálogo de la Exposición «El regreso del Mata-Perros (etc., etc.),

Lyle O. Reitzel Arte Contemporáneo, Santo Domingo, 2003. texto inédito, 2002.

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