La muerte física de Fidel Castro Ruz, un cubano universal que pasa en estos días a consustanciarse, ya convertido en cenizas, con la tierra que lo vio nacer, hace más de noventa años, debe ser motivo de reflexión para todos los latinoamericanos, por lo que significó en la historia de América y el mundo, en la promoción de los cambios que se han producido en nuestras sociedades para avanzar, por encima de sus adversidades y de los inevitables errores que se han cometido en ese camino.
Dotado de una inteligencia excepcional, un valor a toda prueba y gran honestidad política, desde que llegó desde su natal oriente de Cuba a estudiar derecho en la universidad de La Habana, Fidel asumió la agenda de reivindicaciones nacionales e internacionales de los estudiantes de su época. Mi hermano mayor Gustavo Adolfo, nacido en Cuba, y entonces dirigente estudiantil y agente de inteligencia para la liberación dominicana, lo reclutó en 1946 para la expedición que se preparaba contra el Trujillo desde Cayo Confites, y le facilitó el acceso al entonces pujante partido ortodoxo de Raúl Chibás. Cuando la expedición antitrujillista fue abortada, gracias a la influencia norteamericana, y el jefe del ejército cubano, el general Tabernilla, quien se puso al servicio de Trujillo.
Pero cuando la expedición antitrujillista fue interceptada por la Marina de Guerra cubana, se lanzó al mar y llegó a tierra sin ser detenido como los otros combatientes. Esto le ganó mucho prestigio.
En 1948 Castro estuvo en Bogotá para protestar durante la asamblea constitutiva de la OEA y fue participante en el llamado “Bogotazo”, insurrección popular por el asesinato al líder popular y candidato a la Presidencia colombiana, Jorge Eliezer Gaitán. En 1952 fue candidato a diputado por el Partido Ortodoxo, favorito para ganar las próximas elecciones, pero el golpe militar del general Batista de 1952 lo impidió.
El 26 de julio del 1953 encabezó el asalto al cuartel Moncada de Santiago de Cuba que fue un fracaso militar, pero catapultó a Fidel al liderazgo nacional en su lucha contra Batista.
En 1949, mi hermano Gustavo fue asesinado en el balneario de la Universidad de La Habana por haber hecho expulsar de la cafetería a un sujeto por mero tráfico, quien fue condenado a 30 años de prisión; pero en 1959 el triunfo de la Revolución cubana, la hermana de este asesino miembro de la resistencia antibatistiana, pidió su liberación, pero Fidel se negó y tuvo que cumplir su condena.
El triunfo de la Revolución Cubana y su discurso antiimperialista produjo un impacto extraordinario en la juventud latinoamericana, y el mundo que tan marcaron profundamente, un proceso de luchas sociales y políticas en todo el hemisferio y en África, que le dio una dimensión histórica a un proceso, que con sus altas y sus bajas influyó poderosamente en la vida política, aunque cometía serios errores al tratar de aplicar una política leninista ortodoxa.
En la República dominicana, Fidel apoyó decididamente en las expediciones dominicanas contra Trujillo, que fue aplastada brutalmente por ese régimen; pero generó la ira y la rebelión del pueblo dominicano que culminó en 1961 con el tiranicidio de Trujillo y la liquidación de su régimen. Luego respaldó a Caamaño en su intento de derrotar a Balaguer en 1971.