Fidel, las cosas simples…

Fidel, las cosas simples…

Declaro, leal y paladinamente, que mi simpatía y entusiasmo por la lucha revolucionaria en las montañas de Cuba, durante la segunda parte de la década de los años cincuenta, fue tímida y poco esperanzadora.

Nací el 6 de enero del 1931 y cuando tuve conciencia de la dictadura de Trujillo, ésta ya iba muy avanzada y además me trastornaban las imposiciones imperiales, sobre todo el imperialismo norteamericano. Me turbaba la hegemonía y la sumisión a los países pequeños y las connivencias entre los grandes de la política, la fuerza militar y la economía maniatada.

Me preocupaba el paso de los años y el establecimiento y perpetuación de los poderosos. Creía que nunca alcanzaría ver el enfrentamiento al descaro y a los atropellos de los omnipotentes.

Tuve un amigo, un gran amigo, José Escuder Ramírez que, desde temprano simpatizó con la lucha armada en Cuba y tratábamos el tema. Yo, con pocas ilusiones. Él, lleno de esperanzas.

Con todo, mis esperanzas vivían en el pueblo cubano y sus grandes dirigentes: Camilo Cienfuegos, Raúl y Fidel Castro, Ernesto Guevara y otros.

La conciencia de fe en mí, enraizada desde muy temprano, se hacía firme con el paso del tiempo. Y me afectaron las denuncias de las ventas de armas que Trujillo hacía a los sublevados en las montañas del Escambray y la Sierra Maestra.

Yo había ingresado en la carrera judicial en el mil novecientos cincuenta y seis (Juez de Paz de Samaná). Desde allí escuchaba las emisiones radiales difundidas en contra de Trujillo. Dos años más tarde fui trasladado para Hato Mayor. Allí también duré dos (años. Amplié mi espectro radioeléctrico: Puerto Rico, Venezuela, Colombia.

Viajaba a fin de año con toda la familia a pasar las navidades en Santo Domingo: el 23 de diciembre hasta el nueve de enero los tribunales tenían vacaciones ordinarias.

Una mañana visité temprano a mi amigo inolvidable José Escuder Ramírez, a darles mi abrazo de nuevo año a toda la familia. El avisó a su esposa:

-Aminta, Lalo está aquí– y me dijo- Siéntate que al fin tenemos una buena…

-Suéltala, para asegurar la doble jugada.

-Me contestó:

-Fulgencio Batista está aquí.

-Pero ¿cómo, dónde, qué hace…?

-Desertó, simplemente.

Me pareció maravilloso. Primer alzamiento en contra del sistema que alcanzaba el triunfo. El recorrido triunfal Sierra Maestra – La Habana duró más de una semana.

Al día siguiente: orden y trabajo.

Un conductor manejaba el vehículo con un solo pasajero: éste iba en el asiento de atrás. El chofer violó el semáforo en la última fracción de segundos. El policía de tránsito lo detuvo. El conductor explicó:

-Es el primer día de clases. Mi jefe me encargó que llegara a tiempo. Él está muy ocupado.

-Y quién es tu jefe?

-El comandante Castro, señor.

-Siga, por única vez.

-Así até mis ojos al proceso.

El pasado miércoles 13 de este mes el héroe cubano cumplió ochenta y ocho años. Su salud es buena, nos dice su hijo Alex, que se encuentra entre nosotros invitado para una exposición de fotografías, materia de la cual es profesional. Además para la puesta en circulación de un libro de Hamlet Herman Pérez: “Fidel, Trujillo, USA: 1958-61”.

He seguido durante más de medio siglo el quehacer en la Isla.

¡Caramba, Fidel, las cosas simples tienen su significado y nos arrastran a las grandes significaciones!

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