Fideos fuera de la sopera

<p>Fideos fuera de la sopera</p>

Sopa de fideos… Un clásico, desde luego; pero hace tiempo – tampoco se vayan a creer que mucho- que los fideos decidieron salir de la sopera y darse una vuelta por platos «secos».

POR CAIUS APICIUS
MADRID, EFE.- Si dejamos por una vez a un lado las más clásicas especialidades italianas, como spaghetti, tagliatelle y demás, veremos que uno de los tipos de pasta más populares en todo el planeta son los fideos, esos fideos que suelen ser el elemento sólido de una buena sopa.

Fideos, claro está, de harina de trigo, que los asiáticos utilizan, además de esta versión, fideos elaborados con harina de arroz, que también tienen numerosos y satisfactorios usos en las cocinas occidentales.

Parece que los fideos, como toda la pasta, tienen su cuna en Asia, probablemente en China. Contra lo que se ha dicho, no fue el veneciano Marco Polo quien introdujo la pasta en Europa; a finales del siglo XIII, cuando el comerciante regresó a Italia, ya se conocían allí diversas variedades de pasta, entre ellas los macarrones.

Fueron, cómo no, los árabes, en su expansión hacia Occidente, quienes dieron a conocer la pasta en Europa. En Italia adquirió un desarrollo y una variedad que la convirtieron en el símbolo gastronómico de ese país; en España, en cambio, no tuvo el mismo éxito… salvo los fideos, conocidos entonces como «aletría», palabra que deriva del árabe clásico.

Sopa de fideos… Un clásico, desde luego; pero hace tiempo -tampoco se vayan a creer que mucho- que los fideos decidieron salir de la sopera y darse una vuelta por platos «secos». En lo que a España se refiere, hay platos de fideos muy bien considerados: los fideos con almejas, por ejemplo, o los pescados en amarillo con fideos. Pero el plato rey es la llamada «fideuá».

Partimos de la base de que casi todo lo que se hace con arroz puede hacerse con pasta con resultados por lo menos tan satisfactorios y, siempre, en mucho menos tiempo: ninguna pasta requiere veinte minutos de cocción, como el arroz. Bien, pues una «fideuá» sería, simplificando mucho las cosas, algo así como una paella marinera en la que en vez de arroz usamos fideos.

No los utilicen demasiado finos, estilo «cabello de ángel»; para estas cosas es mejor emplear fideos de calibre medio. Además, hoy pueden jugar con los colores, porque hay fideos verdes -la pasta lleva espinaca-, rojos -con remolacha o tomate-, amarillos -huevo- y hasta negros, con tinta de sepia. Vamos a prepararnos un platillo muy rico con esta última variedad cromática.

Ustedes háganse con unos 200 gramos de fideos negros; podrían prepararse ustedes mismos la pasta, pero es más cómodo comprarla hecha. Junto a ellos, unos 300 gramos de gambas, o de camarones. Pelen los mariscos, reserven sus colas, lávenlas, quítenles el intestino y sálenlas.

Corten en rodajitas un par de cebollas de verdeo o cebolletas tiernas, incluyendo parte de lo verde. Pónganlas en una sartén con un poco de aceite y rehóguenlas un par de minutos; añadan entonces los fideos, cúbranlos con un caldito de pescado que tendrán por ahí por casualidad y déjenlos cocer el tiempo que indique el paquete; bastarán normalmente otros dos o tres minutos. Añadan más caldo si lo piden: estos fideos deben quedar jugosos, nunca secos.

Aromaticen un chorretón de aceite de oliva friendo en él dos tres dientes de ajo y una pimienta de Cayena. Retiren ambas cosas en cuanto los ajos tomen color y, en ese aceite perfumado, salteen las colas de camarón hasta que cambien de color y se pongan blancas. Y ya. Sirvan los fideos, con las rodajitas de cebolla, y repartan sobre ellos las gambas.

Ya ven que apenas lleva tiempo; y ya verán cómo, en primer lugar, el plato queda muy bonito con el contraste de colores y, en segundo término, está muy bueno. Lógicamente, el sabor más o menos marino de los fideos estará en función del caldo que utilicen para cocerlos.

Ahí tienen unos fideos diferentes, y muy felices de haber salido, de una vez, del «armario» que para ellos debe de ser la sopera.

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