Fieles difuntos

Fieles difuntos

El ser humano nace armado con instintos y reflejos que le ayudan a vivir en tanto aprende un sinnúmero de actividades que le preparan hacia una plena integración social con los demás de su especie.

Mediante el proceso educativo el Homo sapiens conoce de premios y castigos. Sabe que una acción indebida tendrá su reprimenda o castigo, en tanto que un buen comportamiento le será recompensado. A temprana edad desarrolla el niño mecanismos que le permiten ocultar lo mal hecho; el miedo a la reprimenda o al bochorno le induce a simular y a mentir con tal de evadir desagradables consecuencias.

La memoria es el banco de datos al que recurre para deducir los posibles desenlaces de su conducta. El lenguaje es el arma principal que utiliza para elaborar las respuestas a las acusaciones que se le puedan formular.

Rara vez aparecerá un adulto normal que espontáneamente se incrimine. El advenimiento de la física y las matemáticas hizo posible describir las propiedades de la materia en sus estados gaseoso, líquido y sólido, así como obtener sus medidas. El agregado de la química permitió el descubrimiento de los elementos que componen nuestro universo. La biología explora el mundo orgánico y recientemente la psicología ayuda a interpretar el comportamiento animal.

Con estas armas científicas enfrenta el patólogo en la mesa de autopsia el drama de los encontrados alegatos de familiares, profesionales de la medicina, testigos de hechos violentos y reclamantes judiciales, en donde cada litigante expone su versión acerca de las circunstancias y hechos que han dado al traste con vida de una persona. Hemos convenido en aquello de, escuchar a todos, sin prejuicio alguno, dejando que sea el cadáver quien al final sea el árbitro que se encargue de comprobar o negar las versiones sobre la causa y mecanismos de su deceso.

En el caso de los fallecimientos naturales podemos identificar las alteraciones recientes y antiguas que las enfermedades dejan como huellas indelebles en las células, tejidos, órganos y sistemas. La muerte química, entiéndase la ocasionada por tóxicos y venenos, es reconocida mediante los estudios analíticos pertinentes, acompañado de los cambios orgánicos que dichas sustancias generan.

La violencia física se verifica a través de los efectos destructivos que en la vestimenta, piel y tejidos profundos causan los sólidos, gases y líquidos acelerados al chocar con la resistencia que opone la víctima. Conocer en detalle la anatomía, histología, ultra estructura y el genoma humano, conjuntamente con su normal funcionamiento es lo que nos permite interpretar los hallazgos recolectados durante el procedimiento de la necropsia.

El fenecido no inventa excusas, ni esconde los daños orgánicos padecidos en vida, tampoco teme al castigo ni al bochorno. No toma partida con ninguna de las partes en litigio, simplemente muestra lo que tiene sin miedo a potenciales represalias por desnudar su verdad.

Jamás he visto a un muerto acomodar, deformar, ni ocultar los cambios orgánicos presentes en su cuerpo. Las alteraciones sufridas en vida están ahí, sin un cerebro vivo simulador. Están disponibles para el tenga ojos y mente activa para interpretar correctamente lo sucedido alrededor del fatal desenlace. La fidelidad de los difuntos a la verdad es infinita, no así siempre la de uno que otro intérprete con mente condicionada.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas