Fiesta de la Anunciación

Fiesta de la Anunciación

POR LEONOR ASILIS 
San Agustín escribió: «Él escogió a la Madre que había creado; él creó a la madre que había escogido» (Sermón 69, 3, 4).

Ayer, 25 de marzo la Iglesia ha celebrado el día en que el Ángel anuncio a María que había sido escogida para ser la Madre de Dios.

¡Que privilegio y no menor misterio! La promesa divina se le había presentado a la Virgen como algo completamente inesperado, interrumpiendo el curso corriente de sus días, cambiando totalmente el sentido de su vida y el de la humanidad al tener que dar respuesta sobre lo que seria la salvación y redención del genero humano.

A semejanza de Abraham, también a María, la promesa le parecía imposible. La esposa de Abraham, Sara, era estéril y María no se había casado todavía: «¿Cómo será esto», ella pregunta, «si no conozco varón?»

El Ángel Gabriel habla de su prima Isabel: «Conoce esto también: tu prima Isabel, a su edad avanzada, ha concebido un hijo». (Lc 1:36).

María es invitada a creer en una maternidad virginal, de la que el Antiguo Testamento no recuerda ningún precedente, pero Ella supo confiar en Dios cuando dijo con gran valor: «Hágase en mí según tu palabra» (Lc 1:38). Con estas palabras, María se muestra como la auténtica hija de Abraham, y se convierte en la Madre de Cristo y la Madre de todos los creyentes.

En la realización del designio divino se da la libre colaboración de la persona humana. María, creyendo en la palabra del Señor, coopera en el cumplimiento de la maternidad anunciada. Los Padres de la Iglesia subrayan a menudo este aspecto de la concepción virginal de Jesús. Sobre todo san Agustín, comentando el evangelio de la Anunciación, afirma: «El ángel anuncia, la Virgen escucha, cree y concibe» (Sermo 13 in Nat. Dom.). En otro momento agrega: «La Virgen concibió primero en su corazón por su fe, y luego en su vientre».

¡Cuánto debemos imitar a la Madre! Su fe, su confianza, su entrega y disponibilidad total a Dios.  Ella se hizo instrumento de su gracia, la llena de gracia, que aun hoy pone a disposición de todos los que la invocan, como hizo al arrancar de Jesús su primer milagro en las Bodas de Cana con aquellas sabias palabras que sirven de constante exhortación para nuestras vidas: «Hagan lo que El les diga». Pero volvamos al acontecimiento, objeto de nuestra atención: la Anunciación.

Según comenta Cristina Kaufmann,Carmelita Descalza:» la Anunciación es el acontecimiento central en la vida de María, en su camino de fe. A él se refiere todo ulterior paso; todo avance tiene en él su raíz; todo movimiento de su alma enamorada surge de allí, hasta su glorificación final en la asunción. Dios quiere «necesitar» de la fe de María para obrar su designio de salvación universal en su Hijo Jesús. María acoge esta voluntad divina con una fe radiante y dinámica que se desarrollará a lo largo de su vida, en su movimiento de creciente identificación con su Hijo. Ella entra de lleno en la comunicación de Dios, que incluye la esfera del conocimiento, de la voluntad y de lo más íntimo de su afecto. Se adhiere no sólo a lo que Dios dispone, sino a Dios mismo, de tal manera que queda encarnado en Ella el Verbo de Dios».

Y es que según el plan divino, la fe de María debió preceder a la primera manifestación del poder mesiánico de Jesús, tal como precedió a su venida a la tierra. Encarna ya la actitud que Jesús alabará en los verdaderos creyentes de todos los tiempos: «Dichosos los que no han visto y han creído» (Jn 20, 29).

Leonor.asilis@verizon.net.

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