Se aproxima un día muy grande: 29 de junio, día de San Pedro y San Pablo: columnas de la Iglesia. No podemos dejar de evocar una enseñanza que recibimos al leer las doctas y sabias páginas de San Agustín.
Decía este gran Santo que al transitar en el mar de la vida, si bien es cierto que nos rodea el peligro, cuánto mayor es si andamos fuera de la barca que es la Iglesia.
A pesar de que en ella convivan santos y pecadores. (Nos recuerda la parábola de Jesús del trigo y la cizaña). Es muy importante que reconozcamos la autoridad que fue adjudicada al vicario de Cristo, por el mismo Jesús a Pedro, quien fuese el primer Papa de su Iglesia.
Muchos ignoran el significado de este vocablo; incluso otros niegan su fundamento bíblico.
Papa está formada por las iniciales de cuatro palabras del latín.
P Petrus
A Apostolicis
P Potestatum
A Accipiens
Es decir, aquél que ha recibido la potestad apostólica de Pedro. Pedro, a quien le fueron entregadas las llaves del Reino. Aquél que le negó tres veces pero que lloró amargamente su pecado y recibió el perdón del Señor ante su mirada misericordiosa que siempre llevó fijada en su corazón.
Pedro, quien luego de recibir el Espíritu Santo fue vehículo de conversión de tres mil personas en una sola prédica, por citar un momento de su vida. San Pablo, Apóstol de los Gentiles, de perseguidor a seguidor incansable de Cristo. Quien predicaba a tiempo y a destiempo, aleccionándonos como debemos ser en nuestro espíritu apostólico y misionero. Sin desdeñar a nadie, sin exclusiones, con amor vivificante, sin celos ni envidias.
Es cierto que en nuestra Iglesia cohabitan buenos y malos, como en el mar nadan peces sanos y venenosos. Lo importante es que en la Iglesia está el depósito de nuestra fe.
Podrían preguntar algunos, y cómo yo voy a seguir a x persona que predica tan excelentemente pero vive opuesto a sus palabras?
El Señor Jesús ya respondió dicha inquietud hace dos mil años. Dijo de los fariseos:
Haced lo que os dicen, no hagan lo que ellos hacen. Pero hagamos como hacen las personas de corazón limpio, fijémonos en los buenos e imitémoslos. Cuántos grandes santos nos han dado la Iglesia!
No hay que ir muy lejos en el tiempo; fijémonos en una sencilla y humilde mujer que visitó nuestro país haciendo el bien como le enseñó Jesús y movida por su amor: Santa Madre Teresa de Calcuta. Predicó con la Palabra y con los Hechos.
Agradezcamos en este día de forma especial el don de la Iglesia y como miembros de ella, sirvámosle y amémosla para que todos unidos lleguen a la gran meta.