Buenos Aires. El arte del fileteado, que comenzó como una forma de decorar los carros, después invadió el transporte público de Buenos Aires y más tarde se volvió el emblema iconográfico de toda la ciudad, puede ahora ser declarado patrimonio cultural inmaterial de la humanidad por la Unesco.
El Gobierno porteño propuso al fileteado como candidato a ingresar en la lista de elementos que la Unesco considera patrimonio intangible del mundo y que, desde 2009, ya incluye al tango.
María Victoria Alcaraz, subsecretaria de Patrimonio Histórico de Buenos Aires y encargada de la candidatura ante el organismo de Naciones Unidas, dijo a Efe que el fileteado “es una técnica netamente porteña” y que pertenecer al listado de la Unesco sería “un reconocimiento internacional” para una práctica que “hay que preservar».
Cuenta la historia que los primeros en desarrollar la técnica, que consiste en el dibujo de líneas curvas ornamentadas con flores, animales y piedras preciosas, fue un grupo de inmigrantes italianos que, a principios del siglo XX, decoraban de esta manera las carretas que circulaban por Buenos Aires.
“El filete es un arte popular que nació en el arrabal y se fue transmitiendo a través del tiempo”, afirmó a Efe Martiniano Arce, un maestro fileteador, a quien se le debe que la técnica haya llegado al caballete y al lienzo, pero sin dejar jamás las calles de la capital.
A medida que la ciudad crecía, el fileteado se fue perfeccionando y, al desaparecer los carros, empezó a realizarse en camiones y en los tradicionales colectivos (autobuses) porteños.
El filete es el arte más representativo de Buenos Aires, porque ha logrado transmitir, a base de colores y formas, la idiosincrasia de los porteños y el ritmo al que se mueve la ciudad.
Así, refranes, aforismos y frases ingeniosas, “las que inventa el pueblo” y muchas de ellas escritas en “lunfardo”, la jerga porteña, acompañan a los fileteados.
Aves, rosas, banderines, caballos e incluso dragones son algunos de los adornos que se dibujan en las puntas de los filetes pintados de colores vivos -principalmente dorado, rojo, plata, verde y azul- en fondos oscuros.
La alegría es el sentimiento que se desprende de todo fileteado para distinguirse de la nostalgia del tango, al que, sin embargo, está sumamente ligado por compartir su origen popular.
Alfredo Genovese, otro reconocido fileteador argentino, aseguró a Efe que “existe una analogía entre la génesis del filete y el tango- ambos fueron prácticas marginales o menores que después se consagraron y eran consumidos por las mismas personas, por lo general las clases populares».
“De hecho, todavía el mundo artístico deja bastante de lado el fileteado, como quizá no lo hace con otras artes, por ejemplo, el grafiti”, sostuvo Genovese.
Todo objeto es apto para ser ornamentado con esta técnica, desde un típico mate argentino, pasando por una guitarra criolla, un teléfono, una plancha, las aspas de un ventilador e incluso el ratón y el teclado de un ordenador.
Y es que el filete no sólo es una “costumbre” porteña, es un hábito de la ciudad presente en la cotidianeidad de sus habitantes, porque, en palabras de Arce, las características curvas del fileteado “son las vueltas que tiene la vida».
El artista se dedica al filete desde los 14 años y como todos se inició decorando carros y camiones. Después de cincuenta años de trayectoria, se ha ganado el título de El Fileteador de Buenos Aires.
Con toda una vida dedicada a esta práctica, no es de extrañar que Arce haya fileteado su propio ataúd, el que usará, según el pintor, cuando en el año 2046 pase a la inmortalidad a la edad de 107 años.
Incluso, Arce tiene pintado su propio epitafio, por su puesto en lunfardo- “Feliz descansaba el ‘punto’ (tipo), estaba desabrigado, le pintaron la sonrisa, en su ‘jonca’ (cajón) fileteado».
Pero antes del deceso del artista, en 2015 la Unesco decidirá si el filete merece ser patrimonio cultural de la humanidad.