Filomena Gómez de Cova

Filomena Gómez de Cova

POR ÁNGELA PEÑA
En los años difíciles de la ocupación haitiana a Santo Domingo, ella se unió a la lucha por la Independencia con una flor que es símbolo de la Patria. Fue el distintivo duartista en el cabello de la mujer y sobre el corazón de los hombres que conspiraban contra el intruso invasor. Aunque no se le asocia con fusiles y pólvora ni actuaciones guerreras, Filomena Gómez de Cova ha sido integrada a las gloriosas febreristas de 1844 por haber importado, desde Caracas, el Jazmín de Malabar al que tal vez las tres primeras letras de su nombre patriótico inspiraron la palabra que sólo emplean los dominicanos para identificarlo: «Filoria».

Pero esto es sólo conjetura porque la denominación no existe en diccionarios botánicos ni de la lengua. Sin embargo, en todas las referencias a la dama y a los Trinitarios aparece el término. Lo citan Juan Isidro Pérez, José María Serra, Cayetano Armando Rodríguez, Alejandro Bonilla, Alcides García Lluberes y Emilio Rodríguez Demorizi, todos reproducidos por Vetilio Alfau Durán en su libro Mujeres de la Independencia.

Remontado a la época de la dominación, Alejandro Bonilla, miembro de la patriótica Sociedad Secreta, escribió: «…Desde entonces, las señoritas partidarias de Duarte se colocaban en sus cabelleras una flor blanca que denominaban «Filoria», la misma que introdujo del extranjero doña Filomena Gómez de Cova».

Al respecto, comenta Alfau Durán que «no hay duda de que Filoria es el nombre con el cual fue conocida en el país la blanca flor que trajo de Venezuela la señora Gómez de Cova…». Pero nadie tiene explicación en torno al origen de este término al que, en su momento, se dieron acepciones para escarnecer a Juan Pablo Duarte y sus compañeros. Unos dicen que el nombre «Filorio» se daba a los estudiantes de filosofía en esos tiempos, lo que fue desmentido por Bonilla: «¡Craso error! Este apodo despectivo fue dado por el Coronel Machado a los Duartistas el día en que proclamaban a Santana Jefe Supremo: Él, Machado, fue quien gritó: ¡Abajo los filorios!». A este grito, acota Rodríguez Demorizi, «respondieron los trinitarios como jamás se ha respondido a una infamia; desde ese día las jóvenes duartistas llevan en sus cabellos una blanca flor: la filoria».

Cayetano Armando Rodríguez consignó en 1929 que Filorios fue una palabra inventada «por un bufón de mal género para ridiculizar a los Trinitarios, con ella quería expresarse algo así como mentecatos, pisaverdes, retóricos o filósofos, incapaces de hacer nada en serio. Aun la usa en la actualidad y con igual sentido la gente de armas contra los intelectuales que se dedican a los estudios científicos y literarios». Serra declara: «Esta palabra (filorios) no tiene significación en el idioma: fue inventada por un truhán para llamarnos por ironía filósofos».

LA FLOR DE FILOMENA

Lo cierto es que a Filomena Gómez de Cova se debe la introducción de la flor, el uso de ella como divisa de los hombres y mujeres que luchaban por una patria libre y tal vez la inspiración del nombre de Filoria al Jardín de Malabar. ¿Por qué escogió esa flor? No hay respuesta, como tampoco existe una que explique el calificativo, aunque tal vez la especie jazminoide guarde alguna relación con ansias libertarias.

En Santo Domingo parece que la flor creció y se extendió orgullosa, insigne, como emblema de la identidad nacional, después de la Independencia. Tulio Cestero la cita en su novela La Sangre: «El jazmín de Malabar reta a sus vecinos con el armiño de sus pétalos».

El reconocido defensor del medio ambiente y devoto duartista Antonio Thomén colocó la placa que la identifica en el tupido jardín de la blanca flor que se cultiva en el Instituto Duartiano: «Filoria. Jazmín de Malabar: Gardenia Jazminoide». La institución exhibe varias fotos de la flor explicando su vinculación con la Independencia.

José Martí parece haber sentido profunda admiración por esta flor que exalta en sus cartas y poemas. En versos a José Joaquín Palma, en 1885, dice: «Vencedor de los dulces ruiseñores, / a ti esta efigie el alma entera lleve/ ¡Como un pájaro herido el ala mueve/ a un jazmín malabar lleno de flores». En el prólogo al Poema del Niágara afirma: «El verso es perla. No han de ser los versos como la rosa centifolia, toda llena de hojas, sino como el jazmín de Malabar, muy cargado de esencias».

Para algunos botánicos es la misma gardenia: «Originaria de Extremo Oriente (India y China), también se denomina «Jazmín de Malabar». Cultivada con fines ornamentales, presenta flores blancas que en Oriente se emplean para aromatizar el té».

JOAQUINA FILOMENA GÓMEZ GRATERÓ

Tiene una amplia, transitada, bella y espaciosa calle en el sector Piantini. La vía, el jardín del Instituto Duartiano y las fotos de la flor que ilustran la biografía de Filomena Gómez de Cova son los únicos tributos a su memoria. Por suerte, Vetilio Alfau Durán rescató los datos esenciales de su vida. Nadie da detalles de su fisonomía, no hay dibujo que ofrezca una mínima idea de su aspecto físico.

«Doña Joaquina Filomena Gómez era mujer de apreciable instrucción y pertenecía a una familia dominicana de abolengo. Nació en esta ciudad en el año 1800, hija de don Joaquín Gómez Márquez y de doña Juana Carlota Grateró», escribe Alfau. Casó dos veces, primero con el licenciado Francisco Marcano, el 29 de abril de 1820, quien murió al año siguiente en un naufragio en las costas haitianas cuando regresaba de La Habana a donde había ido a recibirse de abogado.

El segundo matrimonio fue con Lucas de la Cova, el 23 de marzo de 1829, por poder, pues éste se encontraba en Saint Thomas, donde esperó a la esposa para seguir viaje a Europa y luego instalarse en Venezuela desde donde se desplazaban por el mundo. Parece que al morir don Lucas, el siete de agosto de 1854, la señora decidió retornar a Santo Domingo, donde murió nonagenaria, el nueve de marzo de 1893.

«Doña Filomena Gómez, hermana de próceres, hizo a la patria en los días magnos de la Independencia, la ofrenda de una blanca flor que llegó a ser un símbolo: ¡la filoria!», exclama Alfau Durán y citando una publicación de la revista Clío agrega, refiriéndose al emblemático Jazmín de Malabar: «Cándida flor, traída del Ávila, símbolo de pureza como ideal duartista».

La calle Filomena Gómez de Cova nace en la Gustavo Mejía Ricart y se prolonga, sin salida, una cuadra más allá de la Jacinto I. Mañón.

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