Filosofía de vida

Filosofía de vida

Siendo apenas un adolescente solía con suma frecuencia visitar el jardín de las dudas. Era en ese mítico lugar donde abría la jaula que  encerraba el pájaro de la imaginación. Contemplaba cómo el ave esparcía sus alas y volaba libremente por el espacio cósmico.

De pronto aparecía el hada mágica a la que con vehemencia le pedía  me dotara de una brújula invisible que marcara la ruta por donde debía transitar la nave de mi vida.

Pensaba que de esa manera evitaría las incontables interrogantes que como densa pesadilla nubosa perturbarían continuamente el pensamiento peregrino. Volvía a la cruda realidad gracias a  la pluma de don Calderón de la Barca que ponía a Segismundo a musitar: “¿Qué es la vida? Un frenesí./¿Qué es la vida? Una ilusión,/ una sombra, una ficción;/ y el mayor bien es pequeño;/ que toda la vida es sueño,/ y los sueños, sueños son”.

Quiso el azar premiarme en la tercera edad con una agradable, provechosa e inesperada visita de un talentoso e inquieto poeta con alma juvenil eterna.

Cual laboriosa abeja venía a depositar en mis manos una muestra de su miel intelectual. Pero esta vez no eran versos los que regaba sino profundos razonamientos en un extracto encapsulado a lo Galeano, contenidos en un frasco de  ciento cincuenta unidades.

Como adicto a la lectura que soy, no me pude contener y di riendas sueltas a mis ojos para que le echaran un vistazo al presente del amigo José Enrique Báez Ureña. De inmediato pude a tiempo reparar el error emocional.

Lo que Enrique me había traído era algo que había que  tomarlo lentamente y de a sorbito, tal cual su autor lo había engendrado, de lo contrario corría el riesgo de tragar sin saborear.

Admiro la capacidad sintética de José, la cual queda en evidencia cuando nos dice en su libro Filosofía de Vida: “La solución a los problemas de deterioro del ambiente solo será posible, en la medida en que la conducta y las acciones del ser humano y la sociedad como colectivo vayan de la mano con las leyes y la capacidad bio-productiva de la naturaleza, respetando con sus patrones de consumo las especificidades de los diferentes procesos y ciclos vitales que se suceden en la diversidad de ecosistemas existentes”.

Entre las cápsulas de sabiduría  que encierran sus reflexiones y que están entre mis favoritas tenemos las siguientes: “Aprender a amar es la enseñanza más noble de la vida… La sonrisa es el primer eslabón de una cultura de paz y amor… La unión de voluntades para transformar lo negativo en bienestar colectivo solo es posible con sinceridad, amor y respeto a la vida… No hay nada en el mundo más pesado que un cerebro vacío… Las mayores verdades de la historia están celosamente guardadas entre los huesos de los muertos…”.

Amigo lector o lectora, con agrado he disecado los órganos y tejidos de esta breve pero hermosa obra filosófica. Es tarea de ustedes mirar al microscopio cada una de las frases emanadas de la sustancia gris del cultivado autor.

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