La filosofía estoica es una rama de la sabiduría que surgió con los griegos helénicos, a principios del siglo III a.C., en una época de toma de conciencia e incremento de los principios de la iluminación cultural, tendencias ideológicas, definiciones políticas, relaciones cívicas y otras temáticas sociales que aún están presentes en discusiones que, en algunos casos, tienen vigencia por la influencia y/o dominio del cristianismo. Esto sucede cuando los elementos fundamentales del estoicismo se manifiestan en las diversas esferas de la vida humana, como por ejemplo, la moral, la disciplina personal, comunitaria y grupal.
Zenón, Séneca y Epícteto son solo algunos de los que encabezaron y ostentaron, en principio, la filosofía estoica, pero fue Marco Aurelio, conocido como el emperador filosófico, quien tuvo mayor trascendencia.
La filosofía estoica viene ejerciendo efectos positivos en la humanidad desde hace más de 2000 años.
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Entre sus enseñanzas se destaca “la lucha por vivir una vida virtuosa, ofrecer consejos para luchar y triunfar, basado en el método que cultiva la paz, la tranquilidad interior, la claridad mental para mantener un equilibrio emocional a fin de nivelar y acondicionar las tendencias de asumir lo que es bueno o malo, ventajoso o pernicioso, lo que motiva la paz, la estabilidad familiar, la fraternidad, lo comunitario, el estado social, la terminación con el malestar y el caos que prevalece en todas partes”.
El enfoque más relevante del estoicismo sostiene cuán importante es “tener valor de la razón para sobrellevar los problemas de intranquilidad, el desenlace emocional y la anarquía en todas sus manifestaciones, y que la virtud es el único bien para los seres humanos”. Esto se complementa con el cristianismo cuando afirma: “Tres cosas hay que son permanentes: fe, esperanza y amor; pero la más importante de las tres es el amor”. (I Corintios 13:13).
Si se implementaran los principios estoicos de tener valor para sobrellevar problemas, de luchar por una vida virtuosa y enfrentar a la anarquía para el bien de la humanidad. Si tratáramos de ser disciplinados, autocontrolados, tolerantes; esto, junto al complemento cristiano que tiene como doctrina base: la fe, la esperanza y el amor, sería posible para alcanzar la armonía virtuosa como la vía para atenuar y deshacer las desgracias que padecen muchas áreas del continente europeo, muchos países de África, Latinoamérica y el Caribe, particularmente Haití.
Es lamentable que los principios de la filosofía estoica y la doctrina de la fe cristiana no hayan podido moldear efectiva y completamente a los seres humanos; hace falta iluminar las mentes, ablandar los corazones, encaminar las voluntades con el fin de apaciguar las ambiciones, terminar las malévolas maquinaciones, el anarquismo y los prejuicios.
El mundo sería un paraíso si se asumieran con seriedad las enseñanzas de la filosofía estoica de luchar por vivir una vida virtuosa, basada en el método de cultivar la paz en lugar de fabricar armas para la guerra. El mundo sería como el Jardín del Edén, si se pusiera en práctica la doctrina del cristianismo que aconseja andar por el camino que conduce al bien común, o sea, el modelo de tener fe, esperanza y amor.
Al comenzar el año 2024, elevemos preces al misericordioso Dios, implorándole: “Líbranos de toda ceguedad de corazón, de soberbia, vanagloria e hipocresía; de envidia, odio, mala voluntad y toda falta de caridad.
Que Él se digne poner fin a las guerras; dar a todas las naciones unidad, paz y concordia; y otorgar libertad y derechos, pan y sosiego, a todos los pueblos y personas, especialmente a los más necesitados. Amén.