Filósofos decorativos

Filósofos decorativos

Los servicios meteorológicos han anunciado que vendrán tres días de lluvias. Tal vez esas aguas logren enfriar las cabezas de los políticos y dar esperanzas a los agricultores. Parece ser un aforismo verdadero aquello de que la mayor parte de “las lluvias pagan sus daños”. Periodistas y escritores tendrán un buen tiempo para refugiarse en sus casas y pensar en los asuntos más importantes de la sociedad o de la cultura en general. Cuando aclare el cielo, quizás ellos tengan también en claro algunos problemas colectivos. La humedad puede activarnos las neuronas, lo mismo que sumirnos en un letargo prolongado.
En las islas Baleares la Historia de la Filosofía volverá a ser una asignatura obligatoria en el bachillerato. Es posible que ese sea el camino pedagógico para que los jóvenes aprendan a pensar “por cuenta propia”. La filosofía se ha convertido en un “saber universitario”, plagado de términos técnicos, concebido para minorías. Simposios, seminarios, talleres, a los cuales sólo asisten catedráticos, espantan a los jóvenes de esas “actividades culturales”. Y lo mismo ocurre con poetas, novelistas, ensayistas. Aquellos que no son “profesionales” de la filosofía no son bien vistos en dichas reuniones. Todavía no sabemos, exactamente, qué es un “profesional” de una disciplina que es imposible ejercer profesionalmente.
Que no se les exija tener exequátur, no es importante. Pero sí debe preocuparnos que existan filósofos que no filosofen; hombres con ese prestigioso título, que han cursado los estudios de rigor, y sean incapaces de producir un solo pensamiento novedoso e inteligible. Se esconden tras una terminología abstrusa, conocida por unos pocos “iniciados”. La filosofía nunca fue “químicamente pura”; siempre tuvo relación con la vida, la religión, la naturaleza, la literatura. Heráclito, escribía poemas, puesto que sus dicharachos eran hexámetros.
Aristóteles fue un “científico” que escribió “otras cosas”; las cuales clasificó Andrónico de Rodas -“editorialmente”-, como libros que vienen “después de los físicos”. Spinoza fue un “pulidor de lentes”, quien, además, produjo filosofía y teología… no profesionalmente. Nietzsche era profesor de filología en Basilea; se atrevió a escribir “literatura filosófica”; Albert Camus, novelista, dramaturgo. La filosofía ha sido una exudación, subproducto o resultante, de otras actividades; nunca filosofía “a secas”. Últimamente, ha sido asaltada por lingüistas.

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