Fin de carnaval… ¿vuelta  a la cordura?

Fin de carnaval… ¿vuelta  a la cordura?

Qué sería la vida si suprimís los placeres? ¿Merecería vivirla…? ¿Me aplaudís, amigos míos? ¡Ah! Ya sabía que seríais lo bastante locos, es decir, lo bastante sabios para compartir mi opinión(…) Los mismos estoicos aman el placer; no sabrían odiarlo, pero saben disimularlo, tratan de difamar la voluptuosidad a los ojos del vulgo prodigándole las más atroces injurias. ¡Pura farsa! Pretenden alejar a los demás para disfrutar de ella con más libertad. ¡Mas, por todos los dioses! Que digan si hay un solo instante en la vida que no sea triste, enojoso, desagradable, insípido, insoportable, si no interviene el placer, es decir, la locura(…..) Sófocles, el nunca bien ponderado poeta que hizo de mí (la locura) tan bello elogio cuando dijo: “la vida más agradable es la que transcurre sin prudencia alguna”. Esta larga cita de Erasmo de Rotterdam, en su “Elogio de la Locura”, pareciera describir el comportamiento de miles de dominicanos, unos del pueblo y otros, de los grupos altos y medios, quienes se parecerían más a los que Erasmo identifica aquí como estoicos, más bien hipócritas. Y no solamente en época de carnaval, sino de todo el año y de toda la vida.  Incluyendo a notables, intelectuales, religiosos, políticos y, ni decir, los oportunistas y desaforados que depredan el erario, y que aniquilan el presente y el futuro de los dominicanos.

Aquí no solo se mezcla el carnaval con las celebraciones religiosas, sino que también con las fiestas patrias. Debemos ser el único lugar del mundo en donde se realiza este tripletazo. Porque carnaval significa, adiós  la carnalidad, o, en lenguaje de Erasmo, algo así como adiós a la locura; y que cosas más cuerdas que la de los ritos de la sincera fe religiosa, o los actos de honor a la patria. Pues no, aquí se confunden y se diluyen las unas en los otros. Por algo dijo  el bromista don Jochy Santos: “los dominicanos tenemos alma de carnaval”. Frase de mucha intuición en cuanto descripción de nuestro ser colectivo, pero que detesto como insulto a mi persona y a mi pueblo (afecto personal aparte).

Frase que nos describe como un pueblo sin identidad ni vocación, a no ser esa cosa “color de mono-juyendo”, melcochosa y dulce pero con sabor triste, que ni siquiera sabe a rabia como los caramelos picantes que les dan a los niños mexicanos, para azuzar su patriótica masculinidad.

Importa indicar que el elogio de la locura fue fundamentalmente una crítica a la hipocresía de la edad media, no muy diferente a los de nuestras clases dirigentes, ni lejana a los devaneos de nuestras clases medias, ante los cuales, nuestros pueblo de abajo y nuestros  jóvenes, frustrados e incrédulos,  mezclan en el carnaval lo patrio y lo espiritual  y los disuelven juntos por el mismo vertedero. Como una manera de decirnos, ¡a todos! ¡No nos hablen de valores, de religiones ni de patria en los que ustedes no creen,  ni honran, ni respetan!

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