Fin de los manifiestos
culturales cada cuatro años

Fin de los manifiestos<BR>culturales cada cuatro años

DIÓGENES CÉSPEDES
diógenes.cespedes@gmail.com 
En un libro que publiqué hace diez años con el título “Contra la ideología racista en Santo Domingo” (Editora de Colores, 1998), llegué a la conclusión, desesperanzada pero realista, de que los tres partidos políticos mayoritarios carecían de principios y doctrina y que se iniciaba para nuestra sociedad la era de un vacío ideológico difícil de colmar, ya que la herencia dejada por Balaguer fue la de un país carente de instituciones y una corrupción generalizada.

Partidos con principios y doctrina significaba para mí la inscripción de la lucha en contra del patrimonialismo y el clientelismo en los estatutos y programas de las organizaciones políticas.

Al cabo de estos diez años en que se han turnado en el poder el PLD de 1996 a 2000, el PRD de 2000 a 2004 y nuevamente el PLD de 2004 a 2008, la sociedad está totalmente desmovilizada y abatida por la miseria extrema, la insalubridad, la falta de programas sociales, la educación pública por el suelo, la corrupción que espanta hasta los mismos corruptos. La bonanza macro-económica solamente puede palparse en las grandes torres de lujosos apartamentos, en los barrios burgueses amurallados o en las lujosas villas del litoral oriental, así como en las hiperbólicas ganancias de los orgullosos sistemas bancarios, financieros y las telecomunicaciones. Estos sectores son el país, es decir, la parte por el todo. Son una pobre sinécdoque.

A dichos sectores los acompaña una casta nueva de la pequeña burguesía que antes de 1996 andaba en chancletas, tenía por medio de transporte Wolkswagen y Lada  en algunos casos y, en otros, a San Fernando. Su tiempo de acumulación de riquezas ha sido corto, pero violento y pugna esta pequeña burguesía por codearse con la burguesía, escasa en número pero de pujos aristocráticos, a la cual Balaguer flagelaba demagógicamente con el verbo, pero solícito, se lo daba todo en exenciones, perdón al contrabando, lavado de dinero y los mecanismos del gobierno a su servicio.

Los intelectuales disfrutaron de esta fiesta a partir de 1978 cuando el PRD ascendió al poder con Antonio Guzmán a la Presidencia. Acabábamos de salir, maltrechos, del autoritarismo de Balaguer, quien nunca, contrariamente a Trujillo, se rodeó de intelectuales, pues le interesaba, como único intelectual del país, eliminar cualquier competencia. Por eso se rodeó siempre de ministros genuflexos y colaboradores dispuestos siempre al ditirambo y a sacudir el incensario. La fiesta duró hasta 2004. Hipólito Mejía trató de reelegirse y la maquinaria productora de comunicados culturales no se hizo esperar. El 13 de mayo, apenas tres días antes de las elecciones, la Secretaría de Cultura dirigida por Tony Raful publicó  en el periódico HOY (p. 6) un ripioso y apresurado manifiesto de intelectuales, artistas, en apoyo de la reelección. Algunos que fuimos incluidos sin consultarnos previamente, apenas tuvimos tiempo para aclarar nuestra oposición a la reelección. Ese manifiesto fue en evidente respuesta al otro titulado “Al país cultural. A la Nación”, encabezado por José Rafael Lantigua, publicado también en HOY del 6 de mayo de 2004. (p. 10). La retórica vacua, los clichés propagandísticos y la ausencia de principios caracterizan a ambos documentos. Con éstos llegó a su fin este tipo de manifiesto.

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