Final de campaña

Final de campaña

Este día, cuarentiocho horas antes de las elecciones presidenciales, concluye formalmente la etapa proselitista del proceso electoral. En un país que se caracteriza por estar permanentemente en campaña, habrá que asumir que entramos en un receso que habrá de quebrarse tan pronto como se disipen los resabios y pataleos propios de estas pujas por el poder político y los grupos retomen el laborantismo con la mira puesta en mayo del 2006.

Como en oportunidades anteriores, la campaña electoral invita a reflexión. Aunque menos violenta que otras anteriores, la presente campaña también ha tenido sus lutos y sangre, y los traumas consustanciales a un estilo de hacer política que deja mucho que desear.

Santiago Murray, el coordinador de los observadores de la Organización de Estados Americanos (OEA), expresaba en estos días su asombro porque los partidos políticos, en esta empobrecida República Dominicana, todavía realizan grandes manifestaciones, altamente costosas y fatigantes. Vale el asombro pues, ciertamente, este es un rasgo paradójico de nuestro estilo de hacer política que en algún momento deberemos revisar y cambiar.

La actual campaña cierra, también, dejando mucho que desear en lo que concierne a calidad y profundidad en los planteamientos de los políticos. No sólo ha habido degradación de contenido, sino también de calidad de lenguaje. El insulto ha sustituido la oferta de soluciones, las propuestas para el progreso, para la revalorización de la moneda y la calidad de vida.

[b]II[/b]

Estamos a punto de cerrar una campaña que ha conservado características violentas. Tres reporteros gráficos de HOY y El Nacional fueron agredidos y despojados de cámaras y carnés, este miércoles, durante la manifestación de cierre de campaña perredeísta, por parte de hombres armados que dijeron pertenecer a la «seguridad» del partido oficialista.

Tampoco superamos en esta etapa de la vida democrática del país el uso indiscriminado de los recursos del Estado en la causa reeleccionista. Los críticos más fervorosos de este estilo político en un pasado no tan lejano, acomodaron esta vez su discurso para incurrir en el pecado que tantas veces le censuraran a Joaquín Balaguer.

Analizada en sus principales vertientes, la campaña electoral que concluye en esta fecha ha sido una reedición de otras con balances muy pobres, de pocos aportes en favor de la solución de los problemas nacionales. Quizás, como una especie de enmienda al pasado, han sido expuestos en grandes pinceladas los programas de Gobierno de los partidos, aunque cada uno ha omitido la forma en que alcanzará sus metas.

Como en el pasado, la campaña también puso en receso la labor judicial y la aplicación de la ley. Al menos en lo penal, no se tiene cuenta de que se haya actuado como se debe contra gente que ejerció violencia contra otros en medio del febril activismo proselitista, y este comportamiento ha sido una constante en el ejercicio democrático.

Alguna vez tendremos que revisar nuestra forma de ejercer la política y perseguir la conquista del poder. Hay que desterrar de las campañas proselitistas la creencia de que en política todo se vale, de que el fin justifica los medios.

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