Además de fecha de máxima significación patriótica y de honores a los héroes que rescataron la independencia tras valiente lucha hasta 1865, hoy concluye un capítulo más de cuatro años en la marcha ascendente de la democracia dominicana señera en América Latina llenando un ciclo de transmisiones ordenadas y pacificas de mandatos tras procesos electorales cada vez más aptos para captar con fidelidad la voluntad popular.
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En esta ocasión el presidente Luis Rafael Abinader Corona se releva a sí mismo por aprobación para un segundo período con valoración de excelencia expresada por el electorado en mayo pasado por la forma en que superó satisfactoriamente crisis y adversidades coyunturales, y también sorpresivas, que incluyeron el azote sin precedente de la covid-19 sobre la humanidad colocando al país entre los que mejor lidiaron con la pandemia en el mundo. Con la mayoría de los indicadores económicos en buenas marcas incluyendo un crecimiento económico estable que no debería tardar mucho en ser socialmente más inclusivo, la nación ha estado en el cuatrienio que culmina bajo un ecléctico y receptivo ejercicio positivo de mando aunque en la dinámica de cualquier país, y este no es una excepción, siempre existen metas superiores por alcanzar y cuentas por saldar; «Hacia eso vamos» parece decir el presidente Abinader con estos afanes nuevos por reformas y «candados». El pueblo le tomó la palabra ratificándole confianza.