Final de un ciclo/ PRD

Final de un ciclo/ PRD

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Desplazados del poder en el 2004, hacia lo interno del PRD prevaleció la idea de viabilizar la organización sobre bases incorrectas: procurar la figura que tuviese mayor capacidad económica para resistir en la oposición y rehabilitar electoralmente al partido. Inclusive, la perturbación se hizo oficial desde el momento que, en la convención interna del 2007, prevaleció Miguel Vargas Maldonado sobre la opción de Milagros Ortiz Bosch. Ahí comenzó la desgracia!
En la medida que la regla del dinero tomó cuerpo en el partido blanco, el sentido de la promoción y avance se asoció a reglas muy distantes de las que habían caracterizado la vida institucional. Por eso, la regresión ideológica del PRD representó el traje para el acomodo del nuevo mesías que en diez años de gestión institucional disminuyó a porcentajes electorales inimaginables el instrumento político. Ya la escuela de cuadros y formación no era importante, tribuna democrática se desvaneció como órgano de orientación y el afán por desconectarnos de las franjas populares parecía la aspiración de los administradores de las siglas.
Cuando Vargas Maldonado presentó credenciales en la candidatura presidencial del 2008, el 41% obtenido le provocó un entusiasmo especial y entendió tener un boleto seguro hacia el 2012. Torpezas, malos manejos y la tendencia hacia la estructuración de un partido a su servicio, chocaron con la histórica naturaleza de un PRD amigo de los equilibrios y cohabitación. Así encontró Hipólito Mejía un espacio para ganarle internamente. Todavía hoy, el actual administrador de las siglas del partido blanco no se recupera porque su verdadera derrota no consiste en que nunca será presidente de la nación sino los niveles de impugnación y daño irreparable de su imagen en la sociedad.
Atrincherarse en el PRD constituye el único acto de sobrevivencia de un político electoralmente liquidado. De ahí el interés por desacatar mandatos del Tribunal Superior Electoral (TSE), apostar a una solución vergonzosa en el ordenamiento constitucional y tornarse simpático frente al poder en aras de que le salve. En el orden práctico, la deriva de todo dirigente ocurre cuando desconoce que los parámetros de la sociedad no se parecen a sus esquemas de comportamiento en el orden político. Y la gravedad del partido de José Francisco Peña Gómez, en la actual coyuntura, es que su “utilidad” está asociada al uso instrumental que desarrolló la estrategia de control hegemónico del PLD, y para los fines reales, el beneficiario es Miguel Vargas Maldonado.
La operación política es una ofensa a 79 años de historia: el PRD va mal, pero a Vargas Maldonado le va muy bien. Y es que el sentimiento perredeísta late en una franja importante de gente porque tantos años de militancia no se pueden disolver de una día para otro. Inclusive, los resultados del 2016 revelan hacia dónde se movilizó la mayoría, y es que el PRM es un amplísimo grupo de militantes, que se fueron porque nunca estarían de acuerdo con el actual administrador de la siglas. Y el escenario cambiaría desde el momento que salga del control institucional la causa del distanciamiento. ¿Se entiende?
Vargas Maldonado sabe de la inviabilidad de mantenerse controlando el partido por la vía democrática. Por eso, seguirá resistiéndose. El trabajo honesto y políticamente comprometido es desplazarlo mediante los procedimientos pautados por el orden interno y las decisiones de los tribunales. Al final, no entiende la conclusión de un ciclo que más que en su contra está pautado por los cambios que se experimentan en el seno de una sociedad, llamada si quiere sobrevivir, a finiquitar a tantos exponentes de un modelo que se agotó.
Compañero, entiéndalo, lo que usted representa terminó!

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