FINANCIAL TIME
El club de billonarios se está volviendo menos exclusivo

FINANCIAL TIME <BR>El club de billonarios se está volviendo menos exclusivo

El príncipe Alwaleed bin Talal no está contento con la revista Forbes, que lo acusa de prejuicio al estimar su riqueza en $20 millardos, dándole el puesto número 26 entre los 1,426 billonarios del mundo. El inversionista saudita ha roto sus “relaciones de largo tiempo con la lista de billonarios de Forbes” y busca confort en la clasificación de los billonarios de Bloomberg.

 Tradicionalmente el Príncipe había ocupado una alta posición en la lista Forbes, ya que él compró un porcentaje de $800 millones en Citigroup en el 1991 y prosperó cuando el banco se recuperó de una crisis de deuda. Forbes lo ha acusado de exagerar el precio de Kingdom Holding, su compañía de inversión, para retener el lugar No. 10, lo cual él niega indignamente. 

La pregunta es: ¿Por qué al Príncipe le importa tanto? La respuesta es: porque a la mayoría de nosotros nos importa también. La lista de billonarios es la franquicia más lucrativa y popular de Forbes, y Bloomberg enérgicamente ha tratado de superarlo, descubriendo 90 billonarios que estaban ocultos el año pasado. Los ricos nos fascinan y son seguidos por una industria de administradores de riqueza, abogados y asesores fiscales. 

Todos estamos engañados porque tales clasificaciones son malas mediciones provenientes de una mala métrica. Son cálculos aproximados de la riqueza, lo cual es un indicador imperfecto del mérito de la gente o si ellos han hecho algo útil. Algunos, incluyendo a varios de la industria tecnológica, son grandes empresarios. Otros son oligarcas, y algunos tuvieron suerte, o nacieron así. 

Bill Gates, uno de los primeros, tiene una mejor idea con el Giving Pledge que él fundó junto a Warren Buffett, quien llega al tercer lugar después de Gates en la lista Forbes de este año. Ellos quieren persuadir a sus compañeros billonarios de regalar la mayoría de su dinero en vida. En retorno, los donantes se unen a un destello de virtud, mientras su generosidad se proclama. 

Los billonarios pueden estar celosos de su estatus incluso en el Giving Pledge. Alguien con quien yo conversé este año en Davos (como uno hace) me dijo que sus miembros habían discutido en privado la posibilidad de relajar las normas para dejar a alguien con sólo $800 millones en activos líquidos. No, ellos concluyeron, lo mejor es mantener el club exclusivo. 

Dicho estado de ansiedad al menos tiene un propósito, exprimir tanto como sea posible a aquellos en la mejor posición para que hagan donaciones. Un incentivo egodependiente para que los más ricos de todos los ricos regalen, es preferible a un príncipe saudita que se preocupa de que sus activos sean valorados. 

Dando un vistazo a las clasificaciones de Forbes o Bloomberg muestra que ellos son un poco de todo. El top 100 de Bloomberg (actualizado en tiempo real para mantener al príncipe Alwaleed en alerta) incluye a muchos que crearon empresas con ingenio e imaginación, tales como Sergey Brin y Larry Page de Google, Jeff Bezos de Amazon y Stefan Persson de Hennes & Mauritz. 

Pero la categoría “artífices de su propio éxito” también incluye riqueza rusa y del Medio Oriente adquirida más por estar en el lugar correcto en el momento correcto y acercarse al correcto funcionario del gobierno cuando los botines estaban siendo asignados antes que superar a otros en un mercado libre. Estos billonarios también son excepcionales, pero no todas sus cualidades son admirables. 

Carlos Slim, el hombre más rico del mundo, obtuvo su salto más grande por adquirir a Telmex en el momento en que la compañía de telecomunicaciones del estado de México fue privatizada en 1990, y luego vencer todos los desafíos legales para su lucrativo monopolio. “Slim ha hecho su dinero en la economía mexicana en gran parte gracias a sus conexiones políticas”, argumentan Daron Acemoglu y James Robinson en su libro Por qué las naciones fracasan. 

El top 100 de Bloomberg distingue a 28 personas que simplemente heredaron la riqueza, incluyendo 12 mujeres. Si uno le suma los de los sectores energético, metalero y minero, financiero y de propiedades, que están basados más en adquirir activos comerciales que en la innovación junto con la mayor oligarquía de la “diversificación” del sector, uno llega hasta 50. Sólo la mitad de los 100 billonarios, en otras palabras, son los clásicos empresarios. 

Es imposible trazar una línea clara entre los miembros “buenos” y “malos” de la élite. Al igual que James Lawson, un director de Ledbury Research, dice: “Para convertirse en billonario hay que ser una persona muy excepcional”. Empresarios como Larry Ellison de Oracle frecuentemente son combatientes como tal, y algunos de los que heredaron la riqueza la han usado para crear sus propias empresas. 

No obstante, una cosa es clara: es más fácil volverse billonario de lo que solía ser, y no simplemente debido a la inflación salarial. La lista de Forbes se ha expandido desde 476 billonarios con un total de riqueza de $1.4 trillones hace una década atrás hasta los 1,426 de la actualidad, con $5.4 trillones a sus nombres. Cualquiera que sea su proveniencia, ellos se han multiplicado. Como escribe Chrystia Freeland en su libro, Plutócratas, la clase media de occidente “está siendo sacudida por dos épocas doradas al mismo tiempo”. Una de esas épocas llegó cuando los empresarios occidentales ganaron acceso al mercado de consumo global, y a un grupo de mano de obra barata, a medida que cayeron las barreras para el comercio y las comunicaciones. 

La segunda época dorada ha estado en las economías emergentes, dirigida por transferencias de propiedades posesión del estado y los altos precios de los productos básicos, como también de la iniciativa empresarial local. El príncipe Alwaleed una vez ocupó una posición única en la lista Forbes, el top 10 en el 2003 estuvo compuesto por él, los hermanos Albrecht que fundaron la tienda minorista Aldi, y ocho estadounidenses. Él ahora enfrenta una competencia más dura. 

El Príncipe ha respondido insistiendo en su derecho legítimo a su antiguo lugar. Ya sea que esté valorado en $20 millardos o en $28 millardos, según los estimados de Bloomberg, su voluntad demuestra ser una batalla perdida en el largo plazo, en estos días que hay otros contendientes billonarios. Tampoco el estatus necesariamente confiere respetabilidad. 

Sería mejor para el Príncipe, quien tiene una fundación filantrópica, reorientar sus ambiciones hacia un club más digno, los billonarios que regalan su riqueza. Aún él puede entrar en ese.

 

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