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Algo que asusta a los mercados

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COMENTARIO EDITORIAL
Un día arriba y abajo el siguiente. La semana pasada y media ha visto un sensacional incremento en la volatilidad de las bolsas de valores del mundo. Los inversionistas se movían en un sentido y después en el otro por una serie de resultados de compañías de alto nivel, algunos buenos, otros malos, y una maraña de confusos datos macroeconómicos de Estados Unidos. El mercado no sabe si debería preocuparse por el crecimiento o la inflación, o posiblemente por ambos: la «estanflación».

La respuesta corta es que el crecimiento llegó a una zona suave, y que las presiones inflacionarias están aumentando, pero el comentario sobre la estanflación no tiene que resultar alarmista. En la medida que la oscilación ascendente madura (en EEUU, el Reino Unido y el mundo, como un todo) y la capacidad disponible se erosiona, podríamos esperar ver como baja el crecimiento de las tendencias y cómo la inflación empieza a levantar. Esto es perfectamente normal. Lo que complica el asunto es el impacto de los altos precios del petróleo sobre la inflación y el precio a los consumidores.

Un incremento en el precio del petróleo actúa como un impuesto al ingreso dispensable en los países consumidores del crudo, lo que reduce el gasto y el crecimiento. Esto es lo que ocurrió en EEUU a finales del primer trimestre. También elevó la inflación principal. Los bancos centrales tienen que tener cuidado con la segunda ronda de efectos sobre los salarios, los precios y las expectativas de inflación.

Cuando los precios del petróleo subieron a principios del año pasado hubo mucha capacidad disponible, incluyendo en EEUU. Esto dificultó que las compañías traspasaran el crecimiento en los costos de producción y que los trabajadores trataran de reclamar su pérdida de poder de compra a través de mayores salarios. Con la brecha de capacidad reducida, es más probable que se produzca una segunda ronda de efectos.

La inflación central (excluyendo la energía) ha ido subiendo gradualmente en EEUU y el RU durante varios meses, aunque se mantiene a niveles moderados. Además, los bancos centrales no pueden ignorar por completo la inflación, incluyendo la energía, particularmente cuando la demanda global es el factor principal que hace subir los precios de la energía.

Afortunadamente, hay algunas fuerzas de equilibrio funcionando. Los temores sobre el crecimiento han resultado en renovadas caídas en los rendimientos de los bonos, que deberían estimular el gasto y el mercado de la vivienda en EEUU. La inflación no tiene que hacer subir los rendimientos de los bonos a largo plazo mucho, si los bancos centrales actúan a tiempo para controlarla. Y puesto que el precio del petróleo ha subido por la demanda, más que por una sacudida en el suministro, debería ceder en la medida que la demanda se redujera (aunque continuará estando calzado por el crecimiento en Asia, altamente dependiente del petróleo).

Las implicaciones precisas varían de una economía a otra. El descenso de la productividad y el incrementado paso por la depreciación de la tasa de cambio añaden presiones inflacionarias en EEUU. Contra esto, las tasas de empleo se mantienen bajas y los márgenes de ganancias pueden absorber costos más altos. El Reino Unido necesita otra alza en las tasas de interés, pero no de inmediato.

La economía que está en un riesgo genuino de estanflación es la eurozona. Pero esto tiene poco que ver con el petróleo y sí tiene mucho que ver con el rígido mercado de producto y el mercado laboral. El remedio no es elevar las tasas de interés, que pondrían en riesgo la debilucha recuperación, sino la muy necesitada reforma estructural.

VERSION AL ESPAÑOL DE IVAN PEREZ CARRION

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