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Argentina, el FMI y la buena fe

FINANCIAL TIMES <BR>Argentina, el FMI y la buena fe

POR ADAM THOMSON
BUENOS AIRES.-
El mes pasado, Argentina persuadió a tenedores de bonos en posesión de más de tres cuartas partes de su deuda incumplida récord por US$103 millardos, ara que aceptaran su oferta de reestructuración.

Mídase como se mida, en términos absolutos, o como porcentaje de la deuda original, es la mayor reducción que cualquier mercado emergente haya logrado antes. Pero, ¿logró Argentina negociar su salida del «default»? ¿Lo hizo de buena fe?

Estas dos interrogantes andan circulando por los pasillos del Fondo Monetario Internacional, mientras la institución contempla cómo volver a involucrarse con Argentina, después de la suspensión de su acuerdo de tres años de agosto pasado.

Y lo están haciendo gracias a la política de «préstamo con adeudos» del FMI, que exige que los miembros en cesación de pagos realicen «esfuerzos de buena fe» para llegar a arreglos con sus acreedores del sector privado.

Si el Fondo concluye que las negociaciones no tuvieron lugar y que la buena fe estuvo ausente, Argentina pudiera todavía verse en problemas. Las conversaciones para garantizar un nuevo programa, que el gobierno considera vital para cumplir con sus necesidades de financiamiento este año, pudieran encallarse.

Una respuesta negativa también concentraría atención adicional sobre los acreedores que se mantuvieron al margen del canje -los que rechazaron la oferta del gobierno. A pesar del alto nivel de participación de tenedores de bonos que logró Argentina, cerca de US$19 millardos de deuda no pagada, no fueron negociados en el canje. Esto es cerca de tres veces el volumen del «default» de Ecuador en 1999.

El FMI y el Grupo de Siete naciones industrializadas que controlan el Fondo, están, obviamente, preocupados por el volúmen de estos fondos no definidos. Si se llega a la conclusión de que Argentina no actuó de buena fe con sus acreedores, estarán menos dispuestos aún a permitir que Argentina ignore los bonos pendientes, como ha prometido hacer el país.

Los tenedores de bonos que rechazaron el trueque, y muchos que lo aceptaron, alegan que Argentina se negó a negociar y que actuó de mala fe. Dicen también que Argentina les dio la espalda a más de un siglo de precedentes que hasta ahora han garantizado resultados rápidos y satisfactorios. Desafortunadamente para Argentina, hay señales de que muchos en el FMI comparten ese punto de vista.

Pero veámoslo de otra forma. En septiembre de 2003, Argentina develó su propuesta original de reestructuración de deuda, que se conoció como la oferta de Dubai. Entonces, la mayoría de los analistas dijo que tenía un valor de 10 centavos por dólar en términos de valor nominal original de los bonos no pagados.

La oferta, ampliamente aceptada el mes pasado, en contraste, vale cerca de 34 centavos por dólar. Ciertamente, parte de esa mejoría (cerca de ocho centavos) fue el resultado de la baja en las tasas de interés de la deuda de mercados emergentes. Pero el grueso de la mejoría provino de al menos dos cambios importantes que Argentina le hizo a su oferta: una en junio y la segunda en noviembre.

Algo similar le ocurrió a la posición de los tenedores de bonos. En julio de 2004, los representantes del Comité Global de Tenedores de Bonos Argentinos, el mayor grupo de acreedores, se embarcaron en una gira global para «despertar conciencia» sobre lo que Argentina podría pagar. Al cambiar algunas cifras, decía, Argentina podría ofrecerle a los inversionistas cerca de 70 centavos por dólar.

Este año, el mismo grupo escenificó otra gira para dar publicidad a una contra-oferta considerablemente menos ambiciosa, cuya propuesta fue persuadir al FMI a que se aportaran US$3 millardos para la reestructuración. Esa idea, modesta sin dudas, fue bien acogida en secreto por el gobierno porque, al añadir uno simples 3.75 centavos en valor, implícitamente indicaba que la oferta de Argentina estaba cerca de lo que hasta el grupo de tenedores de bonos más agresivo consideraría aceptable.

El detalle está en que ambas partes suavizaron sus demandas iniciales y el gobierno llegó a un acuerdo con tres cuartas partes de los inversionistas en algún punto intermedio entre dos extremos. Se parece a un arreglo negociado, ¿no es cierto?

Sin embargo, no lo es en el sentido tradicional. La mayoría de los tenedores de bonos entendió que la palabra negociación significaba reuniones arduas, cara a cara, entre los inversionistas y los representantes del gobierno, que se desgastarían mutuamente en medio de tazas de café calentado y emparedados viejos.

Hoy, ya el mundo se ha desplazado. Las negociaciones tienen lugar por teléfono, vía Internet, en la prensa y mediante sondeos informales ejecutados por los bancos asesores. En verdad, las negociaciones, en el sentido moderno, significan simplemente un proceso mediante el cual ambas partes reúnen información suficiente para llegar a un acuerdo que la mayoría va a aceptar. Eso es lo que ocurrió en el reciente proceso de reestructuración de la deuda de Argentina.

La «buena fe» constituye una historia similar. Argentina no fue amable con los tenedores de bonos. En verdad, en ocasiones los trató mal. Pero la buena fe en las negociaciones no significa que usted tenga que ser delicado, o que tenga que respetar los precedentes. En su forma más pura, sencillamente significa un intento genuino por hacer que se logre un acuerdo.

Durante los dos primeros años después de la cesación de pagos, en diciembre de 2001, Argentina no quiso reestructurar la deuda y actuó de mala fe. Pero al iniciarse 2004, quedó claro hasta para el más cínico de los inversionistas que Argentina estaba desesperada por llegar a un arreglo. Su agresiva e impulsiva táctica puede que no haya sido del gusto de los acreedores, pero la tarea del gobierno no era agradarle a los inversionistas, sino garantizar una reestructuración de deuda ampliamente aceptada al menor costo posible.

Puede que el Fondo no vea las cosas así. Pero aferrarse a la vieja definición de «negociación» y «esfuerzos de buena fe», parece como tratar de evitar un cambio que ya se produjo. Ante el éxito de Argentina, lo más probable es que se trate de un cambio permanente.

VERSION AL ESPAÑOL DE IVAN PEREZ CARRION

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