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Convertirse en global siempre tiene riesgos

FINANCIAL TIMES <BR>Convertirse en global siempre tiene riesgos

POR GUY DE JONQUIERES
Decir que China tiene dinero hasta para quemarlo pudiera ser una exageración. Pero contar con más de US$600 millardos de reservas en divisas, que aumentan cada día, tiene que generar un sensación cálido y agradable. A juzgar por las sumas que las compañías chinas dicen que invertirán en adquisiciones en el extranjero, ha generado también la confianza de que el país se puede dar el lujo de esparcir fuegos artificiales por todo el mundo.

El impulso reciente respaldado por el gobierno de hacerse global las ha volcado a buscar precios que incluyen el negocio de computadoras personales de IBM, Unocal, la compañía petrolera de Estados Unidos, y Noranda, el grupo minero canadiense. Si solo unos pocos de las mayores ofertas de adquisición anunciadas tienen éxito, su valor total excederá cómodamente la cifra oficial del año pasado de US$3,6 millardos en flujos de inversión extranjera directa.

Para algunos observadores extranjeros, este estallido de adquisiciones se parece a una amenaza de ocupación de territorios. Ya está agitando la sensibilidad política similar a la que crearon las compras de Japón de activos-trofeos en el extranjero, como el Rockefeller Center en los años de 1980. Sin embargo, a diferencia de las compañías japonesas de entonces, muchas de las chinas no están en situación de ser consideradas fuerzas industriales abrumadoras. Por el contrario, sus motivaciones son en gran medida defensivas.

La rápida apertura del mercado chino a la competencia extranjera lo ha vuelto el más ferozmente disputado del mundo, reduciendo poco a poco las ganancias de manufactureros locales de productos que van desde carros, hasta computadoras y productos blancos, Para ellos, la expansión en el exterior no está inspirada por la vanidad, o una ambición desmedida. Es una apuesta a la supervivencia.

Algunos manufactureros japoneses, como Honda y SONY prosperaron mediante la búsqueda de buena parte de su crecimiento inicial en el extranjero, después de ser constreñidos por rivales más fuertes en casa. Sin embargo, ese crecimiento fue orgánico y su adelanto global se basó en productos y métodos de producción superiores, algo que se podía demostrar. Pocas -si es que hay alguna- de las compañías chinas poseen estas ventajas.

Tratar de comprarlas, más que construirlas no es en absoluto una estrategia novedosa: muchas compañías occidentales hacen lo mismo. La gran interrogante es si las compañías chinas están pagando demasiado y se podrán manejar sus adquisiciones de manera eficaz.

La respuesta a la primera, probablemente sea “sí”, y a la segunda, que nadie lo sabrá hasta que lo intenten. Su apresuramiento hacia otras costas es arriesgado, pero no necesariamente mal concebido. Y si todo lo demás fallara, con esas experiencias habrían aprendido lecciones útiles.

No se puede decir lo mismo de la parranda de compras dirigido por el Estado en la energía y activos de recursos naturales. Según casi cualquiera de los criterios económicos,  es difícil de seguir su lógica.

Si caen los precios de las materias primas, esas adquisiciones resultarán inversiones financieras pobres. Si los precios siguen subiendo, los productores chinos recibirán los ingresos como ganancias, dejando helados a los consumidores internos, o Pekín les ordenará que hagan ventas por debajo de las tasas del mercado. De cualquier forma, esto parece, en el mejor de los casos, el juego que suma cero.

Por supuesto, Pekín pudiera ver estas inversiones, en primera instancia, como un seguro contra interrupciones en el suministro. Sin embargo, al menos para algunos recursos, como el gas natural, la protección se puede buscar mediante contratos a largo plazo. No es necesario ser dueño de los activos. hacerlo, en verdad  pudiera incrementar realmente los peligros al cerrar la dependencia de los suministros de los países en desarrollo con regímenes inestables o caprichosos. Los riesgos se reducen mejor cuando se diversifican.

La compra en el extranjero de compañías de recursos naturales puede tener sentido comercial si los propietarios chinos los pudieran administra de manera más eficiente, o si se adquieren de esa forma experiencia e instalaciones de procesamiento. La primera propuesta es, para no ir muy lejos, susceptible de debate. Si la segunda es el objetivo principal, el punto medio de un auge en una materia prima es un momento caro para conseguirlo.

Durante las dos últimas décadas, China ha demostrado, o bien una capacidad impresionante para generar riquezas y una asombrosa capacidad para destruirla despilfarrando capital en inversiones mal concebidas que rinden retornos miserables. No causaría sorpresa si estas industrias siguieran el mismo patrón de conducta, cuando se arriesgan a ir al extranjero.

Sin embargo, su compulsión por lanzarse de cabeza en mercados poco familiares, armados con muchas esperanzas, pero pobre experiencia, no es exclusiva en absoluto. Esto, después de todo, es exactamente lo que muchos de sus rivales extranjeros están haciendo en China. ¿Será la proporción riesgo/recompensa en ambos casos realmente diferente?

VERSION AL ESPAÑOL DE IVAN PEREZ  CARRION

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