FINANCIAL TIMES
De cómo convertir una recuperación en un crecimiento sostenido

FINANCIAL TIMES <BR>De cómo convertir una recuperación en un crecimiento sostenido

POR MARTIN WOLF
Empezamos el nuevo año marcado por la catástrofe. Tenemos que socorrer a los supervivientes. Más allá de esto, las palabras no bastan. Por lo tanto, me voy a volver hacia la economía mundial en 2005.

En 2004, las economías de los miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico crecieron cerca de un 3.6%, una mejoría saludable por encima de 2.2% en 2003 y 1.6% en 2002. Estados Unidos lideró el camino, de nuevo, con un pronóstico de expansión por el secretariado de la OCDE de 4.4% Sorpresivamente, Japón se las arregló para un 4.4%. Menos sorpresivamente, el Reino Unido logró 3.2%. Y en absoluto sorprendente, la eurozona se mantuvo rezagada, con 1.8%. Aún así, fue una gran mejoría en relación con el miserable 0.6% de 2003.

El año recién concluido parece haber sido testigo del crecimiento global más rápido en casi tres décadas. China, dice la OCDE, creció en 9.2% el año pasado. El juego de Brasil con la ortodoxia parece estar dando resultado, con un crecimiento que se recupera hasta 4.5%. Rusia, ayudada por los altos precios del petróleo, creció en más de 6%.

Que una recuperación semejante se haya producido en una economía mundial golpeada por el estallido de una burbuja de la alta tecnología, ataques terroristas, guerras en Afganistán e Irak y precios del petróleo disparados, es un testimonio de resistencia. Particularmente estimulante es el crecimiento de 9.5% del comercio mundial.

Sin embargo, el activo más importante es la creíble baja inflación. Los bancos centrales están confiados en que un único salto en los precios del petróleo no va a estimular una espiral salario-precios. El Banco de Japón y el Banco Central Europeo no han respondido en absoluto. La Reserva Federal y el Banco de Inglaterra han continuado con sus ajustes mesurados. En términos reales, los precios del petróleo han estado más altos que durante mediados de los años 70. Pero las consecuencias inflacionarias, y por tanto de la política monetaria han sido reconfortantemente diferentes.

¿Y ahora, qué viene? Lo que se supone convencionalmente es que habrá un crecimiento sostenido, si bien más modesto, este año: la OCDE pronostica un crecimiento entre sus miembros de 2.9%, con 3.3% EEUU, 2.1% en Japón y 1.9% en la eurozona. En otros lugares, la OCDE pronostica que el crecimiento en China pierda velocidad suavemente a 8%, en Brasil a 3.6% y en Rusia a 5.5%.

El hecho de que los pronosticadores casi siempre supongan una transición suave hasta un estado estable, es demasiado bien conocido para comentar. La interrogante más interesante es que pudiera influir en el resultado. Si ignoramos nuevas visitas de los cuatro jinetes del Apocalipsis, necesitaremos concentrarnos en seis riesgos, positivos o negativos. 

El primero es el precio del petróleo. Hay motivos para esperar niveles más altos durante las próximos dos o tres décadas que en las dos últimas: la fuerte demanda de las economías emergentes, en particular China e India, es lo más importante. La economía mundial es probable también que se haga más dependiente de la producción de la Organización de Países Exportadores de Petróleo, en especial de los del Golfo Pérsico, en la medida que disminuyan las reservas de otros lugares. Aún así, la OCDE concluye, plausiblemente, que los precios se dispararon en exceso sustancialmente el año pasado y que ahora deben tener una tendencia a bajar. Sin embargo, los mercados de petróleo están muy tensos, y las grandes sacudidas son posibles.

El segundo es el dólar. La moneda de EEUU está en lo que probablemente sea un mercado a la baja a largo plazo, comparable con el de los años 70, y la década 1985-1995. La razón es simple. Sus necesidades de financiamiento externo superan lo que el sector privado parece estar preparado a soportar, al menos en los precios de activos de EEUU actuales.

Muchos creen que el déficit de la cuenta corriente de EEUU necesita reducirse a la mitad en relación con el PIB. Si fuera así, la cuestión no es solamente cuán suave será ese ajuste, sino también cuán ampliamente se comparte. Mucho depende de si China y otros países que han intervenido para mantener sus monedas abajo frente al dólar persisten en hacerlo. ¡Y esperemos que lo hagan!.

El tercero son las perspectivas de la demanda en Japón, y sobre todo, en la eurozona. Si el déficit externo de EEUU se va ajustar en una economía global creciente, las demás economías de altos ingresos deberán exportar estímulos, en lugar de importarlos. La demanda interna real se ha estado fortaleciendo en ambas áreas: el crecimiento estuvo cerca de 3.2% en Japón el año pasado, de acuerdo con la OCDE, y 1.75 en la eurozona.

Desgraciadamente, la demanda interna se mantiene preocupantemente débil en Alemania. Estuvo cerca de 2% más bajo el año pasado que en 2000. La OCDE espera que la inversión se fortalezca. Los atractivos de inversiones mucho más elevadas en una economía de crecimiento lento y altos costos, tienen que verse limitadas. Sin embargo, al menos es concebible algún tipo de vuelco.

El cuarto riesgo es el ajuste para poner fin a los “booms” de los precios de la vivienda en algunas economías de altos ingresos. Los países con los mayores incrementos en los precios de las casas han sido España, Irlanda, los Países Bajos, El Reino Unido y Australia. Sin embargo, EEUU también tuvo aumentos considerables.

Los estimulantes precios de la vivienda han sido un factor, si bien afortunadamente no el único, en el sostenimiento del gasto de los hogares. Una pregunta importante es si la estabilización de los precios de las viviendas, por no hablar de las caídas, debilitan el gasto de las familias.

El quinto riesgo es el impulso de la demanda china. Entre 2002-2003, el crecimiento de las importaciones Chinas constituyó una quinta parte del crecimiento del mercado de exportación para EEUU, entre un cuarto y un tercio para Japón y Australia, y dos quintas partes para Corea del Sur. China ha tenido una fuerte desaceleración en el crecimiento del préstamo interno. La cuestión es hasta donde el crecimiento de las inversiones tendrá que reducirse y si el consumo privado puede compensar la baja. Una desaceleración más intensa que la pronosticada es perfectamente posible.

El último riesgo es la sostenibilidad de una economía mundial abierta. La ronda de Doha, de negociaciones de comercio multilateral, tiene que ser completada lo antes posible. Son comprensibles las preocupaciones por las consecuencias de la subcontratación de empleos de los países de altos ingresos, que deben ser compensados con políticas creativas, y no con el proteccionismo. Y revertir la tendencia de EEUU de déficit de cuenta corriente cada vez más grandes, también ayudaría a disminuir la presión en la mayor economía del mundo.

¿A qué equivale todo lo anterior? La oscilación ascendente actual bien pudiera convertirse en un crecimiento sostenido y ampliamente compartido. Pero para que resulte así, los políticos tienen que mejorar las políticas internas y respaldar la cooperación global. El inicio de esto último, este año, pudiera implicar una participación plena de China en las reuniones de los ministros de Finanzas del Grupo de los Siete países de mayores ingresos. Con tres miembros de la zona del euro, el G7 está desfasado. Las instituciones tienen que adaptarse. Es el momento para que el G7 lo haga.

TRADUCCION: IVAN PEREZ CARRION

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