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Desastre asiático es prueba para el mundo

FINANCIAL TIMES <BR>Desastre asiático es prueba para el mundo

Constantemente se nos recuerda que vivimos en una era de globalizaciòn. Nunca las personas, la información y el dinero viajaron tan lejos y tan rápido. La tragedia que está abarcando a los países con costas en el Océano Índico aporta una prueba de todo corazón a la capacidad del mundo para contener esas fuerzas y limitar más sufrimiento.

Las cifras de los vacacionistas extranjeros atrapados por el maremoto causado por el terremoto del domingo aseguran que el resto le preste atención a un desastre que, de acuerdo con la organización de naciones Unidas, fue único en abarcar un área tan vasta y a tantos países. El daño mayor lo están sufriendo decenas de miles de pobres pescadores desconocidos, sus familias y sus hijos. Comunidades enteras han sido borradas.

El tiempo es ahora esencial para que la ONU, los gobiernos, las agencias y los individuos eviten que la catástrofe empeore, mientras se acrecienta la cifra de fallecidos, el mar dispersa los muertos y crecen los temores de que el agua potable contaminada y los cuerpos putrefactos provoquen enfermedades. La ONU dice que cientos de aviones con ayuda que cargan productos y utensilios de emergencia de cerca de dos docenas de países llegarán en las próximas 48 horas. Los equipos de rescate, sin embargo, solo han empezado a llegar a las áreas remotas.

El mundo tiene que aportar lo que sea necesario y lo más rápidamente posible. La ONU se dispone a lanzar su mayor pedido de ayuda a las naciones donantes, que exceden los US$1,6 millardos pedidos para Irak el año pasado. Jan Egelund, jefe de la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU, acusó el lunes a las naciones ricas de ser «mezquinas», lo que provocó un regaño por parte de Colin Powell, el secretario de Estado de Estados Unidos, quien dijo que Washington haría más además de los US$15 millones prometidos. Este no es el momento para discutir, pero el mundo rico debería ser generoso con efectivo, productos humanitarios, personal calificado y equipos.

El manejo del desastre plantea una prueba enorme para los gobiernos de la región, que no lo es menos porque algunos sean de las áreas más duramente golpeadas -particularmente, Sri Lanka y la provincia Aceh de Indonesia- han sufrido algunos de los perores conflictos guerrilleros de Asia. Podría resultar ingenuo esperar que la tragedia resultara un catalizador para la paz, pero es vital que los partes rivales pongan a un lado sus diferencias y cooperen para trasladar a los evacuados. Indonesia pidió un alto temporal a las hostilidades con los rebeldes separatistas en Aceh. Indonesia también levantó una prohibición para permitir que la ayuda de las agencias internacionales llegue a Aceh, aunque no estaba claro ayer hasta dónde las organizaciones internacionales serían capaces de operar en el terreno.

Las organizaciones no gubernamentales, al igual que las agencias de la ONU, tienen experiencia que resulta vital en estas situaciones, y los gobiernos no deben ponerle obstáculos en el camino. Es comprensible que los políticos quieran garantizarle a su gente que ellos pueden tratar con la situación. Thaksin Shnawatra, el primer ministro tailandés, sugirió que su gobierno manejaría todos los esfuerzos de ayuda, pero sería algo a su favor que aceptaran las ofertas de toda esa experiencia útil. El ejército pudiera tener los medios para llegar a las zonas más remotas, pero las agencias de ayuda suelen saber mejor qué es lo que hay que hacer.

A largo plazo, este desastre, al igual que el brote del SRAG (síndrome respiratorio agudo grave) del año pasado subraya la necesidad de una cooperación regional más estrecha cuando se producen catástrofes. La Asociación de Naciones del Sudeste de Asia (ASEAN) ya ha estado analizando puntos de vista para la ayuda ante desastres. Ahora necesita una red regional, integrar ejércitos y grupos civiles, y planes de contingencia para fenómenos que van desde erupciones volcánicas hasta epidemias.

Los expertos de la ONU también le están pidiendo a los gobiernos del mundo que trabajen juntos para edificar sistemas de alarma previa. A diferencia del pacífico, donde los terremotos bajo el mar son frecuentes, la región del Océano Índico ni cuenta con sistemas de alerta rápida ni con programas educativos sobre qué hacer cuando se presenta un «tsunami». Esto último es comprensible, porque la región no ha tenido un gran maremoto en más de un siglo. Se requerirá del esfuerzo internacional para elaborar un sistema funcional.

Si algún elemento de valor en un cataclismo de esta naturaleza, es que el impacto en la economía asiática sería limitado, porque no resultaron afectados las grandes áreas de puertos e industrias. Esta oportunidad también debe ser mayor, entonces, para que aquellos que están disfrutando los frutos de la prosperidad del comercio ayuden a los que están sufriendo.

TRADUCCION: IVAN PEREZ CARRION

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